El nuevo ministro de Hacienda, el caleño José Antonio Ocampo, fue secretario ejecutivo de la Cepal, fue secretario general adjunto para Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, fue candidato a la presidencia del Banco Mundial, fue miembro de la Junta Directiva del Banco de la República, fue ministro de Agricultura, fue ministro de Hacienda, fue el ganador del prestigioso premio Leontief y es profesor de la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York. Habla el colombiano del momento que, a sus 69 años, tiene el reto de sacar adelante una reforma tributaria que contribuya, principalmente, a ganarle el pulso a la desigualdad.
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La edición #119 de la Revista BOCAS está en circulación desde el domingo 31 de julio de 2022
Revista BOCAS
Han pasado 25 años desde cuando José Antonio Ocampo dejó el cargo de ministro de Hacienda, poco antes de concluir el gobierno de Ernesto Samper. Ahora se apresta a volver al edificio de la carrera Octava con calle Sexta, en pleno centro de Bogotá, al mismo despacho del tercer piso al cual llegó a pensar que no volvería.
La razón es que tras haber ocupado los cargos más importantes que cualquier economista desearía, tanto en la academia como en el Gobierno nacional, inició una carrera en el plano global que lo llevaría a la Secretaría Ejecutiva de la Cepal en Chile y a ser secretario general adjunto para Asuntos Económicos y Sociales de la ONU. Como mano derecha de Kofi Annan, es el colombiano que ha tenido el rango más alto en la historia de la entidad multilateral.
Designado profesor de la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York, en el 2012 fue candidato a la presidencia del Banco Mundial. Ganador del prestigioso premio Leontief –el galardón de Economía, Equidad y Medio Ambiente que otorga el Global Development and Environment Institute de la Universidad de Tufts (Massachusetts)– por avanzar las fronteras del conocimiento económico, es el académico nacido en Colombia que, en su especialidad, cuenta con el mayor número de textos publicados en revistas internacionales especializadas.
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Autor de numerosos libros y maestro en varias universidades, sostiene que lo que más le gusta es enseñar y escribir. De risa fácil, todavía no pierde el acento valluno, a pesar de que hace rato salió de Cali, donde nació en diciembre de 1952.
Si bien vivió cerca de 20 años fuera del país, nunca se fue del todo. De hecho, en el 2014 se desempeñó como director de la Misión Rural que le entregó sus recomendaciones a la administración Santos, y en el 2017 obtuvo una licencia en su trabajo que le permitió desempeñarse como integrante de la Junta Directiva del Banco de la República hasta finales del 2019.
Desde que comenzó la carrera electoral se sumó al equipo del entonces candidato Sergio Fajardo, cuyos documentos programáticos recibieron elogios por su profundidad. Sucedido el fracaso en las urnas del candidato de centro izquierda, se sorprendió con la llamada que le hizo Gustavo Petro para formar parte de su gabinete.
Quienes lo conocen hace tiempo afirman que siempre le interesó volver, a pesar de los sinsabores del servicio público. La suma de años y conocimientos le ha servido para moderar algunas posturas, pero sin duda piensa que Colombia está en la obligación de hacer mucho más para combatir la desigualdad.
Hay mucha más confianza internacional en Colombia de lo que se cree. A mí no me ha llegado nadie a decirme que ‘vamos a sacar la plata del país
Un instrumento en ese sentido es una reforma tributaria que amplíe el recaudo e incorpore principios de progresividad. Considerada el plato fuerte de la agenda legislativa que presentará el mandatario que arranca el 7 de agosto, la iniciativa generará polémica al eliminar exenciones y buscar subir los recaudos de manera significativa, para así financiar un ambicioso programa de gasto público.
Ello sucederá en medio de una compleja coyuntura internacional en la que soplan los vientos de la recesión y la inflación está en su punto más alto en 40 años. Navegar en medio de aguas mucho más turbulentas exigirá un timonel con experiencia y mano firme, que sepa decirle que no a su jefe. “No voy a proponer locuras ni voy a aceptar locuras”, dice con firmeza el nuevo ministro de Hacienda. Sobre este y otros temas, Ocampo habló con BOCAS.

En 1993, fue ministro de Agricultura de César Gaviria y ministro de Hacienda en el gobierno de Ernesto Samper.
Ricardo Pinzón
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¿Por qué decidió volver a subirse a este potro?
Pues parece que mi destino es ser ministro de Hacienda cuando hay una buena cantidad de incertidumbre, porque también me desempeñé en el cargo en medio de la crisis política del gobierno de Ernesto Samper. Y la verdad es que volví por la cantidad de mensajes que me llegaron diciendo: acepte, acepte. Creo que me escogieron porque genero confianza. Me encantó el trino que puso Humberto de la Calle el día que dije que sí, en el cual afirmaba que yo no iba a hacer locuras y que además tengo un fuerte sentido social. Me imagino que esa combinación es el motivo por el cual el presidente Petro pensó que yo era la persona apropiada. Incluso desde cuando me encontraba en otra campaña política lo dijo abiertamente. En un foro le aseguró a Sergio Fajardo que yo sería su ministro de Hacienda.
¿Y cuál ha sido su relación con Gustavo Petro?
La que uno puede tener con un senador importante, pero nunca he trabajado directamente con él. Sin duda sostuvimos muchas conversaciones a lo largo del tiempo, pero nunca formé parte de su movimiento político. Por eso señalé en su momento que aceptaba en respuesta al acuerdo nacional propuesto después del 19 de junio. Soy parte del acuerdo nacional, si se quiere.
¿Le fue difícil aceptar las propuestas en materia económica de Gustavo Petro?
No, porque hay muchos elementos en común con el programa de Sergio Fajardo, cuyo diseño en el área económica tuve a cargo. Tomemos, para citar un caso concreto, la reforma pensional. Creo que nosotros hicimos primero el planteamiento de los tres pilares: el pilar solidario, el pilar de renta básica y el pilar de capitalización individual. Esa iniciativa es de mi cosecha y nace de mi conocimiento del sistema de Estados Unidos. Hay un seguro social, que es público, basado en el reparto con un límite para la pensión que se pueda otorgar, y después hay una opción de capitalización voluntaria en la cual las contribuciones son exentas de impuestos. Ese sistema dual funciona bien. Lo que le agregamos para Colombia fue el pilar solidario.
¿Cómo se diferencia el país de ahora con el de su paso por el Ministerio hace un cuarto de siglo?
De muchas maneras. Lo que pasa es que ha habido mucha ejecución. Mal que bien, los recursos adicionales para el gasto social que quedaron consagrados en la Constitución de 1991 han derivado en avances. Por ejemplo, tenemos ya un sistema de salud universal, al igual que mucha más cobertura educativa que la que teníamos entonces. Cuando enseño economía latinoamericana señalo que esto ocurrió en muchos países de la región, lo cual se tradujo en mayor desarrollo humano. Y Colombia es uno de esos casos, uno realmente positivo, algo que tuvo que ver, además, con el sistema de participación de los departamentos y municipios en las rentas nacionales, un principio que también quedó consagrado en la Carta Política. No digo que todo haya sido perfecto o que no existan problemas ni cosas por arreglar, pero sería absurdo negar las mejoras.
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¿En qué se parece el José Antonio Ocampo de hace 25 años al de ahora?
Aparte de las canas y el paso del tiempo, digamos que el de hoy tiene más investigaciones, más publicaciones, más trabajo académico. Y un elemento adicional, que considero muy importante: diez años de Naciones Unidas. Para mí, ese paso por la ONU resultó ser transformador en mi modo de mirar y entender el mundo, al igual que la región durante mi tiempo en la Cepal. Para citar un caso, en la ONU aprendí a comprender, en la debida dimensión, el reto que enfrenta el planeta en materia ambiental, más allá de que siendo ministro de Agricultura, en 1993 estuve directamente involucrado en la aprobación de la ley que creó el Ministerio de Medio Ambiente. Hay muchos otros ejemplos en materia de cooperación, en asuntos de distinta naturaleza, que son fruto de mis años en Naciones Unidas. Haber estado ahí me llevó a participar en una red internacional de economistas progresistas, de la cual hago parte hoy. Cuando fui ministro la vez pasada era un economista colombiano, que participaba en los debates colombianos y pertenecía a las redes colombianas. Hoy en día, tengo una mirada más amplia, conocimientos más diversos, mayor visión de los riesgos y mejores contactos en múltiples puntos de la geografía.
Esa comprensión más completa debería servirle en esta compleja coyuntura global…
Compleja en todos los sentidos, desde el ambiental, que acabo de mencionar, hasta los temas geopolíticos y el impacto que ha tenido la invasión de Rusia a Ucrania en el sistema económico mundial. La inflación es uno de los efectos notorios que ya había comenzado a fines del año pasado, pero se agudizó enormemente este año por cuenta de lo sucedido en Europa Oriental. Claramente eso lleva a políticas que no se habían visto en varias décadas y traerá efectos colaterales ante los cuales hay que prepararse.
Y claramente eso de alguna manera les quitará margen de maniobra…
Por supuesto. Al Gobierno que termina le correspondió una recuperación fuerte en su fase final, que ha sido muy positiva para la economía colombiana. Una de las razones es que aquí el ajuste fiscal y el ajuste monetario llegaron tarde, por lo cual hubo más política expansionista que en otros países latinoamericanos. No obstante, eso genera algunos problemas que nos tocará manejar. Por ejemplo, la alta deuda pública.
¿Ese ambiente más difícil opera como una especie de camisa de fuerza?
Sí, es una restricción muy importante. Para ponerlo de esta manera, gracias a la recuperación tan fuerte de la economía los ingresos tributarios subieron este año, pero no fueron suficientes para completar el ajuste fiscal. Por eso nos toca hacer la reforma tributaria.
¿Y no basta con una reforma que les dé algo equivalente a los ingresos extra de este año?
No, porque hay que hacer el gasto social adicional, con el cual nos hemos comprometido, aparte de que es necesario reducir el déficit. La reforma tributaria enfrenta ese doble reto. Y eso es clave a la luz de la economía internacional, que nos va a imponer más restricciones.

Ocampo fue secretario ejecutivo de la Cepal y secretario general adjunto para Asuntos Económicos y Sociales de la ONU.
Ricardo Pinzón
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¿Qué temas le quitan el sueño?
El de cómo vamos a combinar la necesidad del ajuste fiscal con la demanda de recursos para mayores gastos de programas sociales, que es algo muy complejo. Ese de pronto me va a desvelar. Pero hay otros asuntos muy concretos: las altas tasas de interés internacionales con tendencia al alza llevan a que sea más difícil hacer emisiones de bonos en el mercado externo. Eso le quitaría un elemento muy importante de financiamiento al Gobierno.
¿Qué tanto lo preocupa el dólar?
Menos. Para comenzar, porque al igual que sucede con el aumento de los precios de los fertilizantes o el trigo, aquí se puede hacer poco. Además, creo que en este caso hubo un proceso especulativo que, como sucede siempre, ya se ha revertido parcialmente después.
¿Y el precio interno de la gasolina?
Ese es un punto muy complejo. El desafío es cómo sincerar el precio sin afectar por lo menos a sectores populares en materia de costos de transporte de personas o de mercancías.
¿Cómo manejar las expectativas creadas entre tantos sectores?
Es uno de los desafíos inmediatos que tendremos, entre otros motivos porque todavía no sabemos cuál es la demanda de recursos específica que se requiere para el año entrante. A partir de ahí será necesario revisar el presupuesto del 2023 y hacer los ajustes del caso, para que el Congreso los discuta. En lo que queda de este año, heredamos una realidad presupuestal que no nos da mucho espacio para maniobrar.
¿Qué hay de la eficiencia del gasto?
Fundamental. Lo que estamos trabajando con el equipo que llega es no solo qué programa financiamos, sino también qué programas podemos recortar, para que logremos los objetivos sociales que se persiguen. Vale la pena anotar, en todo caso, que la eficiencia no es solo una tarea del Ministerio de Hacienda, sino de cada ministerio en sus respectivas áreas que son las encargadas de ejecutar bien los dineros públicos. Eso comprende el control de la corrupción, que apoyo totalmente porque hay que acabar con ese mal.
¿Cómo ve su relación con el Congreso?
Hay miles de demandas relativas a programas y recursos que atenderemos y sabremos responder de manera franca. Estaremos listos a contestar todas las inquietudes que se nos hagan y lo haremos de manera transparente, explicando en cada caso por qué podemos estar de acuerdo con una petición o no. Para nadie es un misterio que ha tenido lugar una gran renovación parlamentaria y ello nos compromete más a mantener una relación respetuosa, que incluya un buen manejo de las comunicaciones hacia las distintas bancadas.
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Modestia aparte, mi nombramiento es parte de la credibilidad que tiene el nuevo gobierno del compromiso de mantener la casa en orden.
Se han planteado una serie de programas para darles recursos o transferencias monetarias a las poblaciones más vulnerables. ¿No hay riesgos en ese modelo?
Si uno quiere apoyar a los hogares pobres, lo más importante y lo mejor es que estos logren tener buenas fuentes de ingresos, para lo cual se requiere empleo. Por eso para mí es fundamental que la economía continúe creciendo, que se creen oportunidades, que haya inversión y que también existan programas que son muy sensibles socialmente. Por ejemplo, un buen programa para la pequeña y mediana empresa que garantice el acceso al crédito. Lo anterior necesita ser complementado con estrategias dirigidas a las poblaciones más vulnerables, cuya gran fragilidad quedó en evidencia cuando nos golpeó la pandemia.
¿Qué le han dicho los inversionistas internacionales con los que ha hablado?
Hay mucha más confianza internacional en Colombia de lo que se cree. A mí no me ha llegado nadie a decirme que “vamos a sacar la plata del país”. Registro que hay credibilidad. Y, modestia aparte, mi nombramiento es parte de la credibilidad que tiene el nuevo gobierno del compromiso de mantener la casa en orden.
¿Y los colombianos?
Si se trata de salida de capitales, hace rato que sucede. Claramente esos recursos deben ser reportados a la Dian, que ahora dispone de un gran número de mecanismos de información y a la cual le daremos todavía más instrumentos.
Pero está el temor al aumento de impuestos…
Mucha gente que sueña con vivir en otro lado olvida que allá también hay que pagar impuestos, usualmente con tarifas más altas. En unos días el país va a conocer nuestra propuesta de reforma tributaria que parte de una verdad evidente: hay mucha gente que ha hecho fortuna en Colombia y evita cumplir con su aporte, lo cual nos impide construir una sociedad más justa y segura. Entonces, aquí hay un elemento de equidad que se basa en una regla simple, bajo la cual el que tiene más, debe contribuir más. Y esa es una inversión colectiva que es muy rentable porque va a ser definitiva para que disminuya la pobreza. Es más, pagar impuestos para que el país sea mejor es el negocio más rentable de todos, porque si eso sucede nos enriqueceremos colectivamente.
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Ocampo fue codirector del Banco de la República (2017-2019)
Ricardo Pinzón
¿Tiene líneas rojas con la Casa de Nariño?
No, realmente. Tan solo la certeza de que no voy a proponer locuras ni voy a aceptar locuras. Eso junto a la claridad de que la estabilidad macroeconómica forma parte esencial del éxito de la administración Petro.
¿Va a ser un ministro de cuatro años?
No, porque la licencia que me dieron en la Universidad de Columbia no me lo permite. Y quiero continuar mi carrera académica una vez termine esta tarea.
¿Cómo se ve José Antonio Ocampo en cinco años?
De vuelta a la academia, escribiendo ensayos, investigando. Tenía muchos proyectos hermosos entre el tintero. Por ejemplo, quería escribir un resumen de todos mis trabajos de historia económica de Colombia. Así mismo, estaba el proyecto de actualizar un libro que escribí con el uruguayo Luis Bértola sobre historia económica de América Latina, que ha sido muy exitoso y fue publicado hace diez años. Llevo también años dando un curso que se llama ‘Gobernabilidad económica internacional’, a partir del cual ya había hecho una propuesta para un libro. En fin, si hay algo que tengo cercano a mi corazón es la educación, enseñar. No exagero cuando digo que los estudiantes que trabajan conmigo me quieren profundamente. Yo diría que para mí son mis hijos también. Aprendí de Carlos Díaz Alejandro, que para mí fue una especie de padre intelectual, y desde siempre he tratado de replicar ese legado. Voy a hacer un servicio público que me honra, al cual le voy a dedicar todas mis energías, y aspiro a que salga bien, pero quienes me conocen saben realmente dónde están mis amores en la vida. Obviamente mi familia directa, pero también esta otra gran familia compuesta por quienes son y han sido mis alumnos.
Gracias por leer.
Esta entrevista fue realizada por Ricardo Ávila Pinto
Fotos de Ricardo Pinzón
Edición 119 Julio - Agosto
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