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Gente

Rodolfo Llinás, estrella de la sabiduría en la Universidad Nacional

Rodolfo Llinás visita Colombia con frecuencia. Volverá posiblemente en marzo, para presentar el dinosaurio didáctico que le donará a Maloka.

Rodolfo Llinás visita Colombia con frecuencia. Volverá posiblemente en marzo, para presentar el dinosaurio didáctico que le donará a Maloka.

Foto:Claudia Rubio / EL TIEMPO

El jueves pasado se realizó el lanzamiento del documental ‘Llinás, el cerebro y el universo’.

Juan Carlos Rojas
El jueves pasado en la noche, el científico Rodolfo Llinás (Bogotá, 1934) salió del auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional como un ‘rockstar’: entre una multitud que lo aplaudía y entre cordones de seguridad que le abrían espacio cuando se marchaba.
Era el lanzamiento del documental ‘Llinás, el cerebro y el universo’, realizado por Señal Colombia, Colciencias, la Universidad Nacional y la empresa chilena Cábala.
Tras la presentación, con un León de Greiff lleno y 3.000 jóvenes en la plaza Che siguiendo las imágenes del documental (que se repetirá este domingo por Señal Colombia a las 9 p. m.), sus ‘fans’ le hicieron una calle de honor hasta el carro.
La escena era conmovedora. Jovencitos que aplaudían a una de las mentes más brillantes de la historia reciente. El venerable médico neurofisiólogo bogotano estaba emocionado. Llinás dijo esa noche que se sentía muy orgulloso de ser colombiano. Y que su trabajo, sus logros eran para compartirlos. De hecho, en esta visita anunció, además, que donará a Maloka un dinosaurio didáctico gigante que incluirá el sistema nervioso y podrá ser visitado muy posiblemente desde marzo próximo.
Rodolfo Llinás cumplirá en diciembre 84 años. Ha sido una vida dedicada al conocimiento. Estudió Medicina en la Universidad Javeriana, y en las mañanas de los sábados asistía a clases de matemáticas en la Universidad Nacional, con el profesor italiano Carlo Federici. Allí conoció a quien es considerado el primer neurocientífico colombiano y quien fue su mentor: Fernando Rosas Peña.
Luego viajó a Estados Unidos y Australia para prepararse. Su listado de estudios relacionados con el cerebro es hoy reconocido mundialmente. Entre ellos, la definición de la función cerebral desde una perspectiva evolutiva, además de la creación del campo neurofisicoquímico, en 2010.
¿Qué sintió al llenar el León de Greiff?
Yo estaba entre aterrado y sorprendido, no sé si más aterrado que sorprendido. No me imaginé nunca una recepción tan sumamente cálida y real, es de las cosas más increíbles que me han pasado en la vida.
¿Usted ya había visto el documental terminado?
Sí, y tenía un poco la esperanza de que a la gente le gustara. Hubo una gran coherencia social, una conexión sin palabras muy linda. Imposible pedir más.
En esta ocasión también vino a Colombia a hacer una donación de un dinosaurio didáctico a Maloka, un tiranosaurio que mostrará el sistema nervioso de este gigante.
Está bien interesante este proyecto porque el cerebro del dinosaurio es muy pequeño comparado con el tamaño del animal. Ellos eran más de reflejos y equilibrio, con unos ojos inmensos, entonces es muy interesante ver una actividad que requirió muchos años de evolución.
Dice usted que será único en el mundo...
Me parece muy importante que un dinosaurio con cerebro vaya a estar en Bogotá. Y le cuento: en la empresa china que lo produce están encantados porque van a reconstruir el cerebro, es un nuevo producto que nadie tiene. Nos hemos escrito muchos correos para ponernos de acuerdo y que quede maravilloso.
¿Por qué lo mandó a hacer tan lejos? ¿Es muy importante esta industria en China?
Fíjese que sí, ellos tienen una muy linda industria de reproducción de dinosaurios.
¿A qué edad le empezó a interesar el cerebro?
A los 4 años, en una época muy linda con mi abuelo, Pablo Antonio Llinás. Yo vi un paciente con un ataque epiléptico y le pregunté a mi abuelo por qué ese señor hacía esos sonidos, por qué estaba así. Él me contestó que tenía un problema en su cerebro, que él no quería estar de esa manera.
Entonces le pedí que me explicara qué era el cerebro, y me empezó a contar que lo teníamos muchos seres, los pájaros también, pero que en vez de manos ellos tenían alas y en vez de boca, pico. Y ahí me empecé a interesar.
En el documental muestran una de sus aficiones, la astronomía. Incluso, en su casa de Woods Hole, en Estados Unidos, tiene un gran telescopio.
Me gusta porque me ayuda a entender el universo. Desde hace algunos años quería hacer este telescopio, que lo diseñamos, fue hecho con partes que yo conseguí. Es fantástico e incluso me permite hacer fotografías. Es que a mí, de las cosas que me dan más placer es hacer las cosas yo mismo, como a otros les gusta, por ejemplo, ir a la ópera.
Doctor, mucha gente fue a verlo, a decirle que lo aprecia y lo quiere, pero, en un país como Colombia, sigue faltando mucha iniciativa para la ciencia, para que a los niños les guste y se quieran dedicar a ella. ¿Por qué?
Porque la enseñanza de ciencia no es suficientemente buena para que la gente quiera dedicarse a ella. Muchos piensan que tienen que pasar esa materia, que es esfuerzo. Entonces ya imaginan que así será el resto de la vida... Empiezan cuestionándose, cuando en realidad es un placer. Qué bueno sería que más personas se quisieran dedicar a ella.
Se casó con la filósofa australiana Gillian Kimber y dice que la relación se inició compartiendo el conocimiento. ¿Siguen así?
La mente es un producto fisiológico, y ella estudia ese producto. Yo hago lo mío. Por eso, mis hijos siempre han dicho que los desayunos en la casa eran de filosofía de la mente.
OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
Cultura
olgmar@eltiempo.com
Juan Carlos Rojas
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