Los invito a que descansemos un rato de tantos problemas que ocurren a diario en Colombia, y que cada vez son más abundantes y más graves. Por hoy vamos a tomarnos un recreo.
El otro día volví a sentirme niño al ver que estaban celebrando un cumpleaños.
Tenían de piñata una tinaja de barro, colgada de un árbol en el centro del patio, y un corrillo de muchachos que gritaban alegremente cada vez que el de los ojos vendados le mandaba un bastonazo y fallaba. Las carcajadas frescas se oían como si vinieran de un coro.
Después hicieron una ronda que daba vueltas en torno al cumplimentado, deseándole una larga vida y mucha felicidad, mientras servían helado con torta de vainilla.
Fue entonces cuando volvió a zumbarme en la cabeza una idea que me ha venido acosando por simple curiosidad desde hace muchos años: ¿de dónde procede la costumbre de festejar el cumpleaños de la gente? ¿Cómo se celebraba al comienzo? ¿Cuáles fueron los pueblos que iniciaron esa tradición?
Volví a mi casa cuando la muchachada seguía divirtiéndose en el patio y me puse a buscar entre libros viejos, curiosidades y antiguas leyendas.
Lo primero que descubrí, para mi perplejidad, y espero que también para la de ustedes, es que esa tradición, que parece moderna e inventada por los comerciantes, es casi tan vieja como el género humano. Nació entre las religiones paganas anteriores a Jesús y tuvo en sus comienzos la oposición del cristianismo, que para ello puso mucho ahínco. Y yo que creía exactamente lo contrario.
Pero no nos apresuremos, empecemos por el principio y vayamos por partes.
Velas, magia y demonio
Otro motivo de asombro: muchos de los hábitos que la gente observa hoy en día al celebrar un cumpleaños –como felicitar al cumplimentado, llevarle un regalo o cantarle una canción– se remontan a los primeros años de la vida en sociedad, en los inicios de la historia universal.
Varias de esas costumbres, que la gente sigue practicando provienen de los dominios de la magia, la brujería y las religiones primitivas. Por ejemplo, el acto de encender velas alrededor de una torta nació como un propósito para proteger al homenajeado de las acechanzas del demonio y garantizarle su salud y su bienestar durante un año.
Precisamente por esas razones, el cristianismo consideró durante cuatrocientos años que la celebración del cumpleaños era una ceremonia pagana y propia de hechiceros. Solo en el siglo cuarto de nuestra época, la Iglesia aceptó que se celebrara el 25 de diciembre como día del nacimiento de Cristo.
Fueron los católicos alemanes quienes inventaron una tradición que todavía se mantiene: ponerle a la torta tantas velitas como sea la cantidad de años que se festejan, pero en los primeros tiempos se agregaba una vela, más grande que las otras, a la que llamaban “luz de la vida”, que era un homenaje a Jesús.
Era tan rotunda la negativa cristiana a celebrar el día del cumpleaños que, en los primeros tiempos, el aniversario que se dedicaba a un santo en el calendario no era el de su natalicio sino el de su muerte, cuando “fallece la carne y nace en espíritu para Dios”, según se decía.
Una de las creencias más arraigadas en el mundo entero, incluso en culturas tan diferentes como la japonesa, la sueca y la colombiana, consiste en que el homenajeado pida tres deseos antes de apagar las velas. Si las apaga todas de un solo soplido, sus deseos se cumplirán antes de un año. Para que eso suceda, sin embargo, entre los pueblos de la vieja Rusia existe una condición más: que, acto seguido, le dé un mordisco a la torta.
En algunos pueblos de África todavía celebran el primer cumpleaños de un niño regando granos de sal y alumbre en el suelo de su casa porque, según las creencias, eso llenará de paz y tranquilidad el espíritu de la criatura.
Hay tantas extravagancias en este mundo que los españoles tienen la costumbre de jalarle las orejas al homenajeado una vez por cada año que cumple. En algunas regiones rurales de Estados Unidos, el asunto es todavía peor: le dan tantos latigazos como años cumpla. Y en la República Dominicana creen que trae buena suerte mojar al “afortunado”.
Según lo que pude establecer en libros y documentos curiosos, el pueblo chino es uno de los que conserva más formas diversas de celebrar el cumpleaños. Encontré una que me dejó con la boca abierta, y advierto que es una manera de decirlo: el que festeja se tiene que comer, con la boca abierta, un plato de fideos larguísimos pero sin masticarlos. Lo que no dicen es cuántos de ellos han fallecido en el intento.
También en el Oriente remoto, los campesinos vietnamitas mantienen una tradición que ya lleva más de dos mil años: ninguno de ellos celebra su cumpleaños el día en que nació, sino el día de año nuevo. ¿Se imagina usted lo que habría que gastar si uno tuviera mil amigos vietnamitas?
La verdad es que, cuando empezó el hábito de celebrar cumpleaños, solo se celebraba el de los reyes y emperadores. Los alemanes fueron los primeros en extender esa fiesta a todas las personas, y en un comienzo solo se festejaba a los niños.
Son tan infinitas las formas de celebrar que en diferentes lugares existe incluso la alegría de los golpes. Así como lo oye.
En algunas regiones campesinas de Escocia e Irlanda festejan a los niños cogiéndolos por los pies y poniéndolos bocabajo. Luego los golpean suavemente contra el piso por cada año cumplido mientras sus allegados sonríen y aplauden. La gente asegura que eso trae buena suerte. Los canadienses de origen británico heredaron esa tradición.
En Bolivia, las niñas que cumplen quince años llevan un traje largo y blanco en señal de pureza. En los pueblos marineros de Jamaica hay, de otra parte, una costumbre muy poco envidiable: al que celebra su fiesta lo cubren con harina de pies a cabeza. Me imagino al pobre hombre estornudando el día entero.
Miren esta curiosidad: en las regiones andinas del Ecuador existió hasta hace poco tiempo una extraña tradición según la cual, cuando una jovencita cumplía quince años, su padre usaba durante ese día zapatos de mujer de tacón alto.
Después de tantas consultas, búsquedas, rastreos y pesquisas, ya no me cabe duda: la más generalizada de las tradiciones de cumpleaños que existen hoy en el mundo, por diferentes que sean las culturas y los seres humanos, es la piñata.
Nosotros, los colombianos, la conservamos en todo el país, desde la montaña hasta el mar, pasando por la llanura. Recuerdo que hace unos años, en el terrible auge de las extravagantes fiestas de narcotraficantes, hubo historias verídicas de piñatas de cumpleaños que ya no contenían caramelos y muñequitos de pasta, sino televisores y dólares en efectivo. Como para que le cayera a alguien un televisor de esos en la cabeza…
Después de seiscientos años, los historiadores no han podido ponerse de acuerdo para establecer si la piñata es asiática o americana. Algunos sostienen que Marco Polo, el incansable viajero italiano, la descubrió en China a comienzos del siglo XIV y la llevó de regreso a Europa, junto con los espaguetis.
Pero, otras investigaciones afirman que las primeras noticias que se tienen sobre su existencia proceden del siglo XV, cuando, recién descubierta América, los conquistadores españoles encontraron que los indios aztecas de México celebraban las fiestas de sus dioses colgando ollas de barro para romperlas con un palo.
Los antiguos cronistas de Indias relatan que los frailes españoles que llegaban a evangelizar a los nativos usaron la piñata como un recurso atractivo para impartir sus charlas religiosas.
La que sí es americana, y se ha convertido en la canción más famosa del mundo, es Happy Birthday to You, que en español se conoce como “feliz cumpleaños”. La compusieron dos maestras de escuela de los Estados Unidos, las hermanas Mildred y Patricia Smith, en 1893, hace ya 124 años. Lo hicieron con el único propósito de que sus alumnos la cantaran en el aula cada vez que uno de sus compañeros cumplía años. Y hoy está traducida a todos los idiomas.
Muchos años han transcurrido, muchos eventos han ocurrido, muchas costumbres han cambiado y mucha agua ha pasado bajo los puentes del universo desde la época aquella en que los primeros cristianos rechazaban la celebración del cumpleaños como un invento de hechiceros y paganos. Se me estaba olvidando decirles que también los patriarcas judíos anteriores a Cristo, los que escribieron el Antiguo Testamento, afirmaban que esas fiestas son estrategias del diablo para ofuscar el entendimiento de la gente.
Me gustaría terminar contándoles una de las formas de celebración más asombrosas del mundo. Hasta hace unos años, en las pequeñas ciudades que se arraciman a orillas del río Rin, en Alemania, el día en que un hombre soltero cumplía 30 años estaba obligado a barrer las calles de su pueblo, mientras los amigos iban echando basura delante de él. Lo que se buscaba era demostrarles a las muchachas que aquel señor era capaz de limpiar bien la casa y que valía la pena casarse con él.
Deberíamos trasplantar esa costumbre a Colombia. Les garantizo que el país entero permanecería limpio.
JUAN GOSSAÍN
Especial para EL TIEMPO