SUM: El escritor hurgó en la intrincada trama de las guerras verdes y logró una gema de calidad en su libro ‘La nueva guerra verde’.
Petrit Baquero, autor de La nueva guerra verde, de Editorial Planeta, recopiló con atinado criterio los mejores textos periodísticos y las más reveladoras investigaciones de uno de los focos de violencia más problemáticos en el país. Con lenguaje llano y reiteradas alusiones a la música, al cine y a la literatura, vuelve sobre las tres grandes guerras que se vivieron en esa zona de Boyacá y en sitios de Bogotá, y que alcanzó miles de víctimas. Sin embargo, poco se ha comentado sobre estos escalofriantes hechos recogidos en este texto.
Petrit Baquero advierte: “No he vuelto a la zona esmeraldera, o sea que no puedo concluir aún sobre cuál ha sido la reacción por parte de las personas directamente involucradas. De todos modos, sí es cierto que el movimiento del libro ha sido mucho menor del que esperaba. Tengo la seguridad de que está bien sustentado y que el lenguaje es accesible para todo el mundo. Pero creo que la tensión de los medios y de la opinión está en otros focos. Sin embargo, que no esté pirateado aún y que en la Jiménez no haya vendedores que lo tengan, es un síntoma de regular audiencia. Les doy gracias, eso sí, a esos lectores que me han llamado desde varios sitios a felicitarme”.
Para su relato fueron importantes La guerra verde, de su gran amigo el cronista Pedro Claver Téllez, que recoge las dos primeras guerras; Limpiar la guerra y poder entre esmeralderos, de la antropóloga María Victoria Uribe, la primera aproximación desde la academia a la violencia en las minas de las esmeraldas, aunque por ser un texto de 1992 sirve más de contexto que para explicar los hechos posteriores, y Víctor Carranza alias el ‘Patrón’, del senador Iván Cepeda y del valiente padre jesuita Javier Giraldo.
Del abundante archivo de prensa, Baquero destaca la información de la Unidad Investigativa de EL TIEMPO y particularmente algunos artículos de la periodista Martha Soto, así como informes de Semana, El Espectador –en especial, de Norbey Quevedo– y las crónicas de Pacho Escobar en el portal de Las 2 orillas. También informaciones de Dinero, Soho y Donjuan; especiales de radios como Caracol y RCN y todo lo que aparece en internet.
Pero el autor no se quedó con esta información. La confrontó, la confirmó y la ordenó, y a pesar de que durante años le había seguido el rastro a esta contienda criminal y sangrienta, recopilando un archivo importante, nunca había caminado sus senderos. Entonces, visitó varias veces la región, porque tenía que respirar su aire, hablar con sus habitantes, tomar cerveza en sus cafés, oír la música que se oía en sus discotecas, reconocer a los mineros nacidos en esos pueblos y a los cientos de foráneos que van y vienen buscando fortuna. Palpó sus necesidades, sus esperanzas y anhelos.
Realizó muchas entrevistas. Prefirió hablar con la gente del común, con los guaqueros, con los jefes semiduros, porque pensó que si hablaba con los grandes jefes, la visión de esos ‘duros’ podía distorsionar su relato. Su trabajo de investigación duró un año y dedicó nueve meses a la escritura. Todo un parto.
Como Petrit Baquero no es muy disciplinado, comenzó escribiendo en la Biblioteca Virgilio Barco para sustraerse de entretenciones, pero necesitaba corroborar datos y no tenía internet, por lo que se tuvo que devolver a escribir a su casa con música de todo tipo, porque en esta materia es un ecléctico que le gusta y sabe de salsa, jazz, música brasileña, vallenato y joropo. De todo un poco.
Sin embargo, no pudo eludir una distracción grande. Era la época en que se había perdido el plebiscito y el día se la iba en peleas por internet. “Peleaba con los uribistas y con aquellos que sostenían que el triunfo del ‘Sí’ hubiera llevado a Colombia a convertirse en un país castrochavista o a que todos nos volviéramos homosexuales. Perdía mucho tiempo en esas discusiones. Tanto que al final del día, agotado y sin una sola línea escrita, tenía que irme a caminar unas horas porque la cuenca del ojo me comenzó a doler y a molestar mucho. Volvía y trabajaba hasta el amanecer, sin entretenerme más”.
Pero no todo fue tragedia. Tuvo suerte. Mucha suerte. “Una amiga que trabajaba de tiempo atrás en la zona me pasó toda la información que había recolectado como asistente de un inglés que se presentó como profesor universitario y luego le vendió la investigación hecha a la minera Gemfields PLC. Esa narración está en el capítulo octavo de mi libro”.
Petrit Baquero le había entregado a su amiga su archivo de prensa y ella le retribuyó el favor dándole la investigación de ella y del inglés. Un material invaluable porque era información muy actual sin ningún tipo de intervención, en bruto, como la esmeralda más pura.
“Pensé que sabía más del tema, como casi siempre suele suceder. Construía un relato de muchos malos y pocos buenos, con algunas complejidades, pero leer la investigación del supuesto profesor y de mi amiga, conocer la zona y hablar con tantas personas, y leer cientos de artículos derrumbó el esquema que había construido. Por ejemplo, mi imagen sobre Víctor Carranza se transformó. No solo era un bandido, sino todo un personaje que, con visión singular, logró hacer muchos contactos con políticos, con los más importantes líderes de los partidos tradicionales y de los nuevos, sin dejar de ser el campesino de toda la vida; el hombre de la voz fuerte, tosca, ruda.

Su investigación duró un año y dedicó nueve meses a la escritura. Baquero visitó varias zonas de Boyacá para hablar con sus habitantes.
Claudia Rubio / EL TIEMPO
“Muy hábil, sabía dónde ubicarse y por qué. Manejaba a los poderosos y a los débiles. A los jóvenes que veía estudiosos y responsables les pagaba la carrera que quisieran estudiar, por lo que se rodeó de un grupo de profesionales que lo asesoraban y defendían con gratitud. Estimuló un proceso de paz exitoso en la zona. Salió vivo de dos atentados calcados, ejecutados por ejércitos paramilitares, lo que lo convirtió en un héroe. Murió a los 77 años, de dos cánceres terribles, pero sufrió solo pocos días. Uno de los hombres más ricos del país. Se casó con su prima, como se acostumbra. Es el único jefe al que han bautizado como el ‘Zar’, porque eso fue. Y, claro, no puedo soslayar su lado tenebroso. Su participación en tantos crímenes contra líderes de la Unión Patriótica”.
Además del relato pormenorizado de esa violencia sin límite que se vivió durante décadas, de narrar los atentados con pelos y señales y de nombrar a sus ejecutores con sus motes y nombres y apellidos de pila, sin que se trate de una historia lineal, en la que vuelve varias veces a Carranza, el autor se detiene en episodios que hacen menos pesada la narración.
Por ejemplo, tomando como base la excelente crónica de Diana Pachón, sobre el baile de reguetón en un prostíbulo de Muzo, de Carranza, lleva al lector al sitio y lo hace espectador de una escena sacada de una buena película de acción.
Del mismo modo, no desperdicia ocasión para ocuparse de las pocas mujeres que han sido retratadas en ese escenario machista en donde son los hombres los que proponen y disponen. Cuenta sobre Edelmira, la famosa guaquera que mataron en los años ochenta; narra el asesinato de la única mujer que ha logrado tener algo de poder, Marta Chaparro. Ellas dos constituyen la excepción en esa región en donde las mujeres se mueven entre la dualidad de santas o prostitutas.
No rehúye tratar el tema de los matrimonios entre familias para consolidar clanes de poder ni tampoco la práctica común de entregar las jóvenes más bonitas a hombres mayores, con los que tienen hijos, para asegurar su futuro, así estos hombres sean casados y nunca se vayan a separar.
Petrit Baquero no condena al gremio esmeraldero. Explica que la situación social que han vivido ha sido complicada. Que allí ha trabajado y trabaja gente honesta y se han tejido organizaciones con el fin de formalizar ese negocio. Un negocio en donde el Estado ha hecho poca presencia y solo en los últimos años ha buscado cambiarlo.
“La zona esmeraldífera está en el centro del país, pero ahí se ha matado con total impunidad, como sucedió en los años ochenta, cuando 3.500 personas fueron asesinadas y a nadie le importó, como ha sucedido con tantas otras disputas territoriales que se han dado a sangre y fuego, sin que el resto del país reaccione”.
Petrit Baquero fue concebido en la antigua Yugoslavia y su nombre proviene de un amigo de sus padres o de un monte que separaba a Kosovo de Albania. No lo sabe bien, pero no le cabe la menor duda de que ese nombre y su figura lo hacen muy recordable.
Después de graduarse de historiador y politólogo de la Universidad de los Andes, trabajó en el Cinep, en la Secretaría de Educación del Distrito y en la Presidencia, siempre con comunidades en proyectos de convivencia pacífica, en donde ha puesto la música como elemento primordial y con excelentes resultados. Es también colaborador habitual del Boletín Bibliográfico del Banco de la República y hoy trabaja con la Gobernación del Meta en una investigación sobre las guerrillas del Llano, que aspira a terminar en unos meses.
Sin embargo, no deja su afición principal que es la música. Es guitarrista aficionado y cantante profesional. Alienta un grupo musical, con el que se ha presentado en Perú y distintos escenarios de Colombia.
En el lanzamiento de sus libros, su grupo siempre está acompañándolo, como sucedió en la presentación en el Café Libro de la calle 93. Ahí les pusieron nombre porque no tenían. “Los Moya Stars”, los bautizaron medio en broma.
“No vivo de la música, pero es lo que me mueve el corazón. La literatura me da un placer estético. El cine, el teatro, me gustan, pero la música fluye. Soy también compositor. He progresado bastante desde que estoy con estos amigos, todos músicos profesionales. Para hacer talleres soy muy bueno y aunque no lo crean jugaba bien fútbol y seguro que si rebajo de peso vuelvo a ser el ágil y rápido volante que fui. En YouTube aparece un video en el que hablo de la mafia del fútbol, porque, estando en la Sub- 15 y como futbolero, investigué el tema”.
Su primer libro, también con Planeta, que ya va para la quinta edición, fue El ABC de la mafia, que nació de su trabajo de pregrado para titularse como historiador y politólogo. Sus directores de tesis fueron dos profesores emblemáticos: Iván Orozco Abad, en Ciencia Política, y Álvaro Camacho Guizado, en Historia.
Para el libro tuvo la posibilidad de entrevistarse con ‘Popeye’, el jefe de sicarios de Pablo Escobar, quien le dio la visión “desde adentro”, de la que carecía. El libro se publicó en septiembre del 2012. Germán Castro Caycedo le escribió: “Libro fundamental para entender nuestro presente”. De esta cintilla está muy orgulloso porque admira el trabajo del cronista, escritor y periodista.
Su padre ha sido su gran referente. Un economista de la Universidad Nacional que tiene trece libros escritos. Un soñador que no ha tenido reparo en autopublicarse, en ediciones sin distribución, que terminan en un baúl o circulan entre amigos y familiares. Su madre es filósofa especialista en Derechos Humanos, el polo a tierra en ese hogar.
“Agradezco, valoro y aprecio a la gente que me lee, a quienes compran mis libros, a los que van a mis presentaciones. Tanto como agradezco a mis autores de cabecera: Giovanni Papani, Umberto Eco, Truman Capote, Alfredo Molano, Manuel Zapata Olivella... Y no sigo porque no acabo. Son muchos los autores que me entusiasman”.
MYRIAM BAUTISTA G.
Especial para EL TIEMPO
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