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Murió ‘un torero colombiano’

La afición lo recuerda en momentos como este, de entrega frente a los toros, ante los que siempre se jugó la vida.

La afición lo recuerda en momentos como este, de entrega frente a los toros, ante los que siempre se jugó la vida.

Foto:Archivo histórico EL TIEMPO

No solo se va una leyenda, un español de Linares, de donde partió Manolete, sino un colombiano.

Andrea Morante
Se puede decir, ante la muerte de Palomo Linares, que murió un torero colombiano. Le faltaron dos días al extraordinario torero, quien partió ayer para siempre, para cumplir 70 abriles.
Los cumplirá en el ruedo celestial, en donde don Hernando Santos, ‘Rehilete’, exdirector de EL TIEMPO, su amigo entrañable, lo saldrá a recibir. Otro 20 de abril de luto, en 1999, cuando murió ‘Rehilete’, Palomo tomó un avión y vino a hacer el último brindis ante su gran amigo. No solo se va una leyenda, un español de Linares, de donde partió Manolete, sino un colombiano. Se sentía hermano nuestro, de estas plazas y de estas tierras, de las que se había llevado a Marina Danko, la bella barranquillera, con quien fueron pareja de moda por más de tres décadas.
Cuando muere un torero, que son artistas –y Palomo lo era en todo el sentido de la palabra, pues fue gran pintor y actor de cine–, los vivos, entre orgullo y pesar, dicen “yo lo vi”. Yo lo vi y lo recuerdo en la Santamaría, cuando su abundante cabellera empezaba a hacer juego con su traje blanco de torero.
Era atracción, era un maestro triunfador de todos los ruedos, pero sencillo como un novillero que empieza, y saludaba aquí y allí, y sonreía y se fumaba un puro y salía y cortaba orejas. Otros lo vieron, en 1972, la tarde memorable en que con el Viti y Enrique Calvo ‘el Cali’ indultaron tres toros aquí. Un hecho histórico de la plaza bogotana. Hacía cosas así.
En Madrid había cortado un rabo, después de 37 años que esto no pasaba.
Y lo vieron en Manizales, en Cali y en Medellín, donde se hizo querer y admirar, en toda América, toreando con valor, arrimándose mucho, haciendo desplantes que ponían grifa la piel. Y devolviendo claveles besados. Los mismos que hoy tienen que sobrar.
LUIS NOÉ OCHOA
Andrea Morante
icono el tiempo

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