La toalla mojada sobre el sofá, el jabón en el piso del baño, la ropa sobre la cama o los ronquidos a medianoche son algunos de los detalles de la convivencia que los creadores de los cuentos de hadas jamás se atreven a contar. Sus historias terminan en el matrimonio feliz entre el príncipe y la princesa porque de puertas para adentro la vida en pareja, además del amor y del placer, también está hecha de una cotidianidad no siempre glamurosa y que muchas parejas de hoy no están dispuestas a compartir.
Hoy en día son más frecuentes las relaciones amorosas estables en las que los miembros de la pareja deciden no convivir, sin que por ello se pierdan el compromiso o el amor. Esta es una tendencia que comenzó a crecer hace unos cuatro años en países europeos y en Estados Unidos y que se ha llamado LAT, por su nombre en inglés: ‘Living Apart Together’. Según cifras publicadas por medios de comunicación en el 2013, se estimaba que en Estados Unidos había 1,7 millones de parejas LAT y 2,2 millones en Inglaterra. Y estadísticas oficiales de Canadá de 2011 mostraban que el 17 por ciento de las parejas de 25 a 29 años y el 5 por ciento entre 30 a 59 años eran LAT.
Carlota Rodríguez, psiquiatra especializada en sexo y pareja, explica que este tipo de relaciones se presenta en esos países porque son culturas más dadas al individualismo y menos gregarias que las latinas.
Aun así, Colombia no es ajeno a esta tendencia. Según Marcela Valle Cuéllar, psicóloga logoterapeuta y directora del Centro de Atención Familiar Sanar Psicoterapia, estos casos son cada vez más frecuentes en el país, sobre todo en relaciones donde cada quien tiene sus propios hijos. Claudia Rueda es un ejemplo. Tiene una relación hace 8 años. Al principio, su compañero le propuso vivir juntos con los hijos, pero ella consideró que era mejor quedarse en su casa. Y no se arrepiente.
Le gusta su relación de novios. Dice que aprovechan más los momentos que comparten y ella tiene tiempo para sus hijos. Además, cree que es importante respetarles a ellos su espacio. Ella duerme en la casa de su pareja un sábado cada 15 días y el domingo al mediodía regresa a su casa. “No es que me haya traumatizado en mi primer matrimonio, es que soy práctica”, afirma.
La psiquiatra Rodríguez explica que de 30 parejas que atiende una tiene una relación estable sin compartir techo y que, por lo general, son personas de más de 50 años que han tenido matrimonios e hijos. Es frecuente que en este momento de la vida lo importante sea gozarse la relación sin necesidad de compartir gastos, educar hijos o adaptarse, como dicen, a las “chocheras” del otro.
De hecho, Rodríguez explica que unas de las razones para adoptar este estilo de relación es definirlo como antídoto contra el aburrimiento, una forma de mantener el interés y que no se rompa la magia. También, dice, que el miedo a otro fracaso puede influir a la hora de decidir. Este tipo de relaciones –dice– son ideales para aquellas personas que aman su soledad o tienen hábitos que no quieren cambiar.
Cada quien en lo suyoMaría Elena López, psicóloga de familia, autora del libro 'Inteligencia en pareja', coincide en que esta tendencia va en aumento en Colombia y es más frecuente en personas mayores de 40.
Según ella, son varias las razones por la cuales cada vez hay más relaciones LAT. Una, porque las personas valoran cada vez más su bienestar personal y su felicidad. También, porque hay nuevas transacciones afectivas que son válidas en contraste con la tradicionales, que son muy restrictivas. En tercer lugar, porque las personas quieren ser felices en pareja y pasarla mejor sin tanto esfuerzo. Otra razón es porque quieren estar en igualdad de condiciones, cada uno en lo suyo. Además, cada miembro de la pareja tiene su propio proyecto que desea sacar adelante y hay un sentido de confort egocéntrico en el que nadie quiere ceder, y estar separados es una buena fórmula.
Lo es también para María Mercedes Rozo, quien decidió no convivir. Está casada con Jaime, pero cada uno vive en su propia casa. Este noviembre cumplen 18 años. Hace 7 se casaron, más por necesidades legales. Ella dice amar su soledad, no tiene hijos, no tiene un matrimonio previo y nunca estuvo de acuerdo con la convivencia. Dice que ella y Jaime se quieren, se respetan, ninguno está interesado en alguien más, todos los días almuerzan, pasan la tarde y a las 8 p. m. cada quien se va a su casa. Viajan y comparten la cama en esos viajes, pero al llegar regresar vuelve cada quien a su espacio.
María Mercedes afirma que “el matrimonio es un atentado a la individualidad” y que no sabe a quién se le ocurrió que las personas debían dormir en la misma casa, en el mismo cuarto y en la misma cama.
Uno de los principales temores que enfrentan estas parejas es la infidelidad. “Lo más difícil es acordar reglas y mantenerlas”, dice Rodríguez. Pero personas como Claudia y María Mercedes no desconfían, dicen sentirse seguras con el vínculo a la vez que tienen vida propia y conservan su independencia.
López explica que quienes más se inclinan por este tipo de relaciones suelen ser más independientes, con visión más amplia de la vida y con menos convencionalismos sociales.
El éxito de un buen ‘living apart’Para que estas relaciones sean exitosas, expertos y quienes comparten su vida sin vivir bajo el mismo techo consideran que el amor y la madurez son fundamentales. Como dice la psicóloga de familia María Elena López, “creo que si se da como opción madura y comprometida, que no solo atiende a la conveniencia individual, estas relaciones pueden ser duraderas”. Es importante que cada quien esté muy seguro de sí mismo, de lo que quiere en la vida para no hacerse daño y de llevar este estilo de vida. También es fundamental ser claro con la pareja y entre los dos definir las reglas del juego. En este tipo de relaciones la confianza y la honestidad son claves.
Parte de las ventajas de no compartir la misma casa es que cada uno tiene su propio espacio, por lo tanto, ninguno se debe entrometer en la casa del otro o en su forma de llevarla.
CATALINA GALLO
Para EL TIEMPO