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'Invité a mi novio a un motel; era la primera vez y el deseo apremiaba'

La señora entró a la habitación y nos encontró a ambos desnudos en la cama.

La señora entró a la habitación y nos encontró a ambos desnudos en la cama.

Foto:iStock

En #MensajeDirecto, la historia de una joven que decidió explorar su sexualidad.

anónimo
Regresó #MensajeDirecto, un formato con el que EL TIEMPO busca darle un espacio a sus lectores para contar aquellas historias de amor o vivencias personales que se consideran poco comunes. Aunque usted no lo crea, alguien se identificará con su relato. No olvide que, en medio de las diferencias, todos reímos y sufrimos en el mismo idioma. Conozca esta nueva historia.
Miré al techo y vi mi reflejo en el espejo, cubierta con sábanas blancas, despeinada, el maquillaje corrido y un olor peculiar en el cuerpo. Estaba anonadada de lo que había sido mi primera vez en un motel. Yo solo tenía 18 años y una curiosidad enorme por conocer esos lugares a donde la mayoría de personas intentan entrar y salir con discreción.
Desde hacía varios meses que el sexo era un tema de interés para mí y mi mejor amiga, Andrea. Sentía que ya estaba lista para empezar mi vida sexual y juntas pensábamos en cosas como la cantidad de juguetes eróticos que podíamos utilizar en la intimidad y la idea nos emocionaba. El satisfayer era el que más nos llamaba la atención. Un succionador de clítoris con 11 modos de vibración le eriza la piel a cualquiera.

Estaba muy nerviosa, me temblaban y me sudaban las manos porque ese era el inicio del plan que llevaba días imaginando en mi cabeza

En medio de mi curiosidad por este mundo, indagué en Google sobre los mejores moteles de Colombia. En ese proceso llegué a la conclusión de que la ciudad con los mejores lugares donde los besos aumentan y la ropa disminuye era Cali, ‘la sucursal del cielo’. Sin embargo, vivo en Bogotá y orienté la búsqueda hacia mi ciudad. Me di cuenta de que los mejores lugares estaban en los barrios Restrepo y Chapinero, pero nada me pareció muy prometedor.
Días más tarde, mientras comía una empanada con mucho ají en la universidad, le dije a Andrea que quería experimentar, que estaba lista para hacerlo y quería que fuera en un motel y con lencería linda. Pero tenía que proponérselo a Daniel, la persona con quien estaba saliendo. Mi amiga, muerta de risa y con una mirada pícara, me apoyó y prometió acompañarme a comprar la lencería ese mismo día después de clase.
Tan pronto llegué a mi casa me encerré en mi habitación y me desnudé frente al espejo para medirme la lencería que acababa de comprar. Me vi hermosa. La ropa interior era perfecta: resaltaba mis piernas gruesas y mi cola; incluso mis senos, que son pequeños, se veían atractivos. No podía dejar de mirarme con una sonrisa de picardía.
Un viernes en la noche tomé impulso para escribirle a Daniel y le pregunté si quería salir a tomar unos tragos conmigo al día siguiente. Estaba muy nerviosa, me temblaban y me sudaban las manos porque ese era el inicio del plan que llevaba días imaginando en mi cabeza.
'En una sola noche me entregó todo lo que una mujer me puede 'dar'

'En una sola noche me entregó todo lo que una mujer me puede 'dar'

Foto:iStock

El corazón me latía a mil y tenía miedo por la respuesta de él, pues era la primera vez para mí en todo lo que estaba haciendo. Los segundos se me hicieron eternos hasta que recibí un audio de dos segundos donde él decía que sí y yo podía notar que lo había dicho con una sonrisa en el rostro.
No dormí bien esa noche. Estaba ansiosa. Me desperté temprano y preparé mi desayuno favorito: arepa, huevos y chocolatico con queso. Arreglé mi habitación y me sumergí en el closet para decidir qué ropa me pondría esa noche. Elegí una blusa roja que resaltaba bien mi piel blanca, un jean azul claro y unos botines.
Cuando entré a la ducha fue como un ritual. Las mujeres entendemos todo lo que hacemos y nos preparamos para una noche especial. Usé jabón de avena para lavar mi cuerpo, shampoo con olor a flores que bajaba por mi espalda y, una vez salí del baño, apliqué crema para hidratar las zonas recién depiladas y me puse la lencería debajo de la ropa que había elegido ese mañana. Por último me maquillé sutilmente, arreglé mi pelo y me apliqué mi perfume favorito.
A las seis de la tarde ya estaba lista y con una bola de nervios en el estómago. Sentía que mis manos y piernas temblaban, pero emprendí el camino con determinación. Cuando me bajé del taxi en el lugar acordado con Daniel, lo vi de pie esperándome con un ramo de rosas en las manos. Lo abracé y fuimos a un bar en el Restrepo.
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Foto:iStock

Los nervios se apoderaron de ambos y ninguno dijo una sola palabra. Por fortuna, él lo notó y rompió el hielo con un beso apasionado en mis labios

A medida que los tragos nos subían a la cabeza, nos besamos varias veces y con las miradas éramos completamente sinceros sobre nuestras intenciones. Ambos sabíamos que queríamos continuar lo que habíamos empezado esa noche. Tomé la iniciativa y por fin le propuse que fuéramos a un motel. Él no lo dudó ni un segundo.
Decidimos ir a un motel que estaba a la vuelta del bar, por cercanía y facilidad, pues el deseo apremiaba. Sentía, en parte, adrenalina de estar haciendo algo secreto, pues la sexualidad en muchas ocasiones sigue siendo un tabú. Le expresé mi incomodidad por entrar a pie al ‘templo del amor’, entonces paramos un taxi que nos llevara hasta el lugar.
Una vez en la recepción del hotel me relajé un poco y empecé a asombrarme con todo lo que veía y escuchaba. Había habitaciones de todo tipo: la suite a 98.000, semi-suite a 88.000 y la sencilla a 48.000. Incluso se podía pagar por la amanecida. Nosotros decidimos tomar la semi-suite porque tenía todo lo que nos gustaba: jacuzzi con tina de última generación, cama king size, televisor, teatro en casa, Wi-Fi, baño con ducha cristal, silla erótica y comedor.
Me quedé pensando en la ‘silla del amor’ después de escuchar las palabras. Fue una de las cosas que más me llamó la atención y quería conocer. Había leído en internet que es ideal para revolucionar la experiencia en pareja e incrementar el placer.
Durante seis meses, de lunes a viernes, no perdonábamos la tarde de pasión.

Durante seis meses, de lunes a viernes, no perdonábamos la tarde de pasión.

Foto:iStock

Cuando entré al ascensor me miré al espejo para asegurarme de que lucía como había imaginado horas más temprano en mi casa. Estaba perfecta. Sabía que él estaba derretido. Pero los nervios se apoderaron de ambos y ninguno dijo una sola palabra. Por fortuna, él lo notó y rompió el hielo con un beso apasionado en mis labios.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor nos recibió una mujer adulta y ropa formal que nos llevó hasta nuestra habitación y recibió el dinero. Daniel, con las cervezas haciendo estragos en su cabeza, sacó torpemente los billetes de su billetera y se los entregó a la señora.
Entramos a la pieza y me temblaba todo el cuerpo. Estaba segura de lo que estaba haciendo, pero los nervios de la primera vez me jugaban en contra. Todo en ese lugar era desconocido y sentía pena. Pero me sorprendió la habitación. Todo era muy organizado y limpio.
Tras recorrer todo el lugar, volví mi atención a él: Daniel. Nos sentamos en la cama, pusimos reguetón clásico, nos besamos y la ropa voló rápidamente como pájaros liberados de una jaula. Bajo las sábanas de ese motel tuvimos una noche de buenos besos y besos de buenas noches. Lo demás no llegará a contarse con tinta negra.
Una tarde, finalizada la hora laboral, hicimos el amor en la oficina. Desde entonces estamos juntos.

Una tarde, finalizada la hora laboral, hicimos el amor en la oficina. Desde entonces estamos juntos.

Foto:Istock

Al día siguiente, todavía con mariposas en el estómago, lo primero que hice fue llamar a Andrea para contarle con detalle. Mientras hablábamos me paré de la cama y sentí dolor en todo mi cuerpo. La espalda se me partía en tres pedazos, las piernas aún me temblaban, el vientre me sacudía y la garganta se sentía como una lija, pero al recordar cada detalle en el motel sonreí y pensé: “Ojalá se repita”.
¿Tiene una historia de amor curiosa o poco común? Nos interesa conocerla y publicarla en #MensajeDirecto. Escríbala y envíela a los correos mararb@eltiempo.com y niccor@eltiempo.com y lo contactaremos. Debe tener un mínimo de extensión de dos hojas y un máximo de cuatro hojas.

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