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'Felipe le fue fiel a la reina, pero no a su esposa'

"Entonces, ¿no te han comido?", preguntó a un estudiante que regresaba de una travesía en Papúa, Nueva Guinea, en 1998.

"Entonces, ¿no te han comido?", preguntó a un estudiante que regresaba de una travesía en Papúa, Nueva Guinea, en 1998.

Foto:AFP

Tras la muerte del duque, surgen muchas versiones sobre su vida privada.

Mucha tinta rosa provocó el fallecimiento del príncipe Felipe de Edimburgo, uno de los últimos aristócratas y quizá el marido que mejor representó aquello de lealtad vs fidelidad, dos valores parecidos pero esencialmente distintos y que marcaron a toda una generación de matrimonios.
Entre los titulares publicados en los medios internacionales a propósito de sus funerales hay uno que mejor describe el tipo de relación conyugal que mantuvieron durante 73 años con Isabel: “Felipe fue fiel a la reina, pero no a su esposa”, publicaba el diario 'ABC'. Tan simple, tan polémico a las luces de un siglo XXI tan “empoderado”.
Rubio, joven, atlético, inteligente y varonil, la mejor percha que pudo encontrar la sastrería inglesa para mostrar su flema, era imposible pensar que le daría la exclusiva a una mujer con la libido destinada a sostener la corona, argumentaba Lady Colin Campbell, autora del libro The Queen’s Marriage, uno de los tantos que intentó develar su relación sentimental.
“Él emanaba masculinidad por cada uno de sus poros y era una promesa fuera y dentro de la cama” escribía. Un galán que no dejaba títere con cabeza pero que mantuvo su lealtad a la corona por encima de cualquier canita al aire.
Del mismo modo lo recordaría el historiador y escritor Jean des Cars, especializado en familias de la nobleza europea quien relataba en sus crónicas que durante una fiesta y haciendo alarde de sus bromas, el duque se lamentaba con el príncipe Bernardo de Holanda el no poder hacer de las suyas tranquilo.
“Tú sí tienes suerte, nadie te reconoce. Puedes tener tantas amiguitas como quieras. Pero yo tengo seis guardaespaldas a mi alrededor” dicen que le dijo a su colega. Así, en modo potencial, pues ninguna de las decenas de amantes que se le atribuyeron durante su larga existencia admitió jamás algún tipo de contacto con el apuesto consorte, algo que él hubiera negado, seguro del férreo cordón que protegía sus movimientos fuera del palacio. De hecho nunca trascendieron testimonios incriminatorios, y si había los desaparecieron. Por estos días solo vimos emotivas postales de su tiempo en familia, rodeado de hijos y nietos.

Su paso por Argentina

Dos de sus más resonantes (supuestas) aventuras lo relacionan con la Argentina. Durante su primera visita al país en 1962 fue “muy bien recibido” en la estancia de Malena Nelson de Blaquier, una de las mujeres más bellas y con la que habría tenido un romance casual; más tarde, en la década de 1970 habría posado sus ojos en Susan Ferguson, madre de Sarah, la duquesa de York, mucho antes de que ésta se radicara en la provincia de Buenos Aires para criar caballos junto a su segundo marido, el polista Héctor Barrantes.
Según algunas crónicas fue su primer esposo, Ronald Ferguson, quien ventiló el affaire ante algunos allegados: mientras él perdía el tiempo jugando al polo, su mujer y el príncipe practicaban “otro tipo de juegos”. Años más tarde la propia duquesa de York, ya casada con el polémico Andrés, admitiría el vínculo en su círculo íntimo.
Kitty Kelley, biógrafa y autora de Los Windsor, radiografía de una familia real británica, edición prohibida en territorio inglés, afirma que el príncipe comenzó sus escapadas apenas comprometido.
En esos tiempos le adjudicaron amoríos con la actriz Cobina Wright Jr, con la escritora Daphne du Maurier, con la duquesa de Abercorn (prima de la monarca) y con Pat Kirkwood, una bailarina también retratada en la serie The Crown. Sarah Bradford, en una de las últimas biografías de Isabel II, afirma que para la década de 1950 Felipe se volvió más discreto, limitándose a cazar dentro del ambiente hermético de la aristocracia europea y volcándose por mujeres más jóvenes, entre ellas una princesa, una duquesa, dos condesas y plebeyas varias vinculadas al mundo ecuestre, su pasión.
Todo siempre bajo la mirada de la reina, que seguramente habrá sufrido en silencio cada cuerno, porque más allá de su estatus pertenece a esa generación de mujeres que no esperaba un marido fiel sino leal, algo que Felipe le profesó con devoción. Y eso también es amor...
LA NACIÓN (ARGENTINA)
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