Han sido muchas las fechas que han marcado la vida de Nilson Bustillo, pero el 5 de mayo del 2019 se lleva el primer lugar: ese día, este hombre, nacido hace 38 años en Valledupar y quien perdió su pierna izquierda hace casi 15, ganó su primera carrera atlética para discapacitados.
El triunfo fue un descanso, un respiro. Fue el premio a tantos años de entrenamiento, a tantas luchas internas contra sus dos principales rivales: el alcoholismo y la depresión.
La mina me levantó, caí, no sabía que había pasado… Intenté ponerme de pie y ahí me di cuenta que me faltaba una pierna.
“Los vencí, gracias al deporte, los derroté. Me siento vivo, con ganas de crecer y ser mejor”, aseguró Nilson, quien se desempaña como vigilante en la sede del Icetex, en Bogotá.
El infiernoEn el 2001, teniendo apenas 19 años, ingresó al Ejército Nacional. Siempre le llamó la atención, quería ser soldado. “Es una vaina muy familiar tengo tíos en la institución y tres de mis hermanos también son soldados profesionales”.
Tres años después, ocurrió la tragedia. Sucedió a las 10:45 del 16 de diciembre del 2004. Nilson había sido trasladado a Arauca y se encontraba haciendo control de área en una vereda del municipio de Tame, “una zona muy violenta”, cuando pisó una mina.
El estallido alertó a los guerrilleros de las Farc que estaban por ahí y se armó un combate.
“En el momento no caí en cuenta de lo que pasó: la mina me levantó, caí, no sabía que había pasado. Intenté ponerme de pie y ahí me di cuenta de que me faltaba una pierna”.
En medio de las balas sus compañeros intentaron auxiliarlo. Él nada entendía de lo que le decían, pues también se había quedado sin audición.
Un helicóptero arpía, que llegó a apoyar a los soldados durante el combate, lo trasladó a un hospital de Arauca (capital), donde le hicieron los primeros tratamientos.
Al día siguiente, el Hospital Militar, en Bogotá, se convirtió en su nueva casa. “Me demoré tres meses en el proceso de recuperación, porque las heridas estaban muy infectadas. Después, empezaron las terapias… Y las cosas se me complicaron”.

Nilson, durante su participación en la Carrera de los Héroes.
Archivo particular
Mientras estuvo en el Hospital Militar Nilson no sintió la pérdida de su pierna: todo se lo hacían. Lo duro vino cuando fue trasladado al Batallón de Sanidad, también en la capital, en abril del 2005.
“Ahí empezó mi calvario: lloraba todos los días, no lo asimilaba, me daba miedo y vergüenza que la gente me viera así”..
Dejó de asistir a las terapias y se empezó a alejar de todo el mundo, a retraerse. Cuando sus compañeros salían, él se quedaba. No era capaz de dejar la ‘seguridad’ del batallón.
Meses después se atrevió, salió. Lo hizo en bastones y el resultado fue malo: se sintió observado, que las personas hablaban de su condición. La situación lo afectó tanto que cayó en el alcohol, lo que se convirtió en su motivación para dejar las instalaciones militares.
Me quité los prejuicios de mi condición. Ver a otras personas me ayudó bastante, pues comprendí que podía ser dependiente de mí mismo y volví a las terapias.
Cada vez que salía, se emborrachaba. A su regreso al batallón lloraba, se criticaba. No se sentía bien con él mismo.
Un día que se preparaba para su rutina de consumo fue interceptado por el sargento Mellizo, quien lo invitó a unirse a un club deportivo del Ejército para discapacitados. Un poco escéptico ante la propuesta, lo pensó por unos minutos y aceptó. “A esas alturas, nada perdía”
Y no perdió: jugó baloncesto sobre ruedas y fútbol, y conoció a otras personas en su misma condición.. “Descubrí que todo eran ideas mías. Estaba en una burbuja de tristeza”.
“Me quité los prejuicios de mi condición -agrega-. Ver a otras personas me ayudó bastante, pues comprendí que podía ser dependiente de mí mismo y volví a las terapias”.

Nilson se desempeña como celador en el Icetex.
Archivo particular
En el 2006, una junta médica del Ejército evaluó la condición de Nilson y lo dieron de baja, convirtiéndolo en pensionado de las Fuerzas Militares.
Él se fue a vivir a Santa Marta, donde unos familiares. Allá, se vinculó a la Liga del Magdalena y se dedicó al atletismo de campo: lanzamiento de jabalina y bala.
No se sintió a gusto en la bahía y se movió a su ciudad natal. En la Liga del Cesar, donde lo acogieron, ganó medallas en varios torneos paralímpicos nacionales.
Hace un par de años decidió volver a Bogotá. Su intención era estudiar, pero todo se dio para que se vinculara a la Liga del Ejército, dando el salto al atletismo de fondo.
“Hace un año la Liga de Bogotá me buscó y me motivaron. Yo decidí irme, para fortalecer mis entrenamientos y mi condición”.
Las cosas se pusieron complejas hace cinco meses, cuando consiguió el trabajo en el Icetex. “Por los horarios, solo me quedaban los domingos para entrenar y llegué a pensar en renunciar”.

Nilson y su esposa, Ángela Pulido.
Archivo particular
Como plazo para ver qué hacía con su vida deportiva y laboral se puso el 5 de mayo, el día en el que se realizó la Carrera de los Héroes, un evento de la Corporación Matamoros para apoyar a soldados y policías heridos en combate.
Aunque ya había participado en años anteriores, en este 2019 lo hizo con un aliciente: antes de la competencia, se inscribió en la fundación Challenged Athletes, de Estados Unidos, y se vio favorecido con una prótesis flex run, que es especial para correr. Otros cuatro competidores también la recibieron.
Disputó la categoría 3k, para amputados con prótesis y ganó. ¡Se convirtió en campeón! El título, el premio y el reconocimiento se unieron a un homenaje que le hicieron en su trabajo, además de la ayuda que le brindaron para poder tener dos días a la semana para entrenar.
“El director del Icetex habló y ahora tengo los miércoles y los viernes para entrenar. Este es mi primer triunfo en una carrera de fondo y ahora quiero prepararme mejor para poder participar en torneos internacionales”..
Eso sí, cree que en el país se necesita más apoyo para el deporte paralímpico: “Es importante para quienes estamos dentro de él, pero muchos no tienen ni idea de lo que hacemos. Necesitamos más atención para poder cosechar más triunfos”.

La prótesis que usa Nilson para correr.
Archivo particular
Nilson vive con su esposa, Ángela Pulido, con quien lleva 2 años de casado. Tiene dos hijos, uno de 11 y otro 4, quienes viven con su expareja.
Ya que tiene una prótesis especial para correr, las que recibe del Ejército cada 3 años las usa para su diario vivir. Las que deja de usar las guarda, las pule y las dona a quienes las necesitan.
“Tener una buena prótesis es muy costoso y las que da el Ejército son muy buenas, por eso las cuido, para poder ayudar a otras personas”.
Su vida, actualmente, es muy tranquila. y se siente feliz y agradecido con el deporte. "Me abrió los ojos cuando más necesitaba la luz".
Camilo Hernández Meneses
REDACCIÓN APP