Jhon B. Watson es uno de los padres del conductismo, corriente de la psicología que estudia y examina, por medio de experimentos, el comportamiento del ser humano o cualquier otro fenómeno que se presente en el mundo.
El científico realizó una serie de pruebas a un niño, de tan solo 8 meses, sin pensar en las consecuencias que acarrearía a futuro en el infante.
Watson fue influenciado por Ivan Pavlov, un fisiólogo ruso conocido por haber sentado las bases del condicionamiento clásico, una vertiente del conductismo, quien argumentó que los seres vivos están condicionados por una relación ‘Estímulo - respuesta’.
Pavlov realizó un experimento con sus perros para dar a entender su teoría.
Lo que hizo el ruso con sus mascotas lo replicó Watson en el pequeño bebé para demostrar su tesis.
Los resultados aún causan polémica debido a los procedimientos que utilizó y a las secuelas.
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La ‘semilla’ de Watson empezó con las pruebas de Pavlov y la ‘eficacia’ de sus resultados.
El ruso se percató de que los perros empezaban a salivar al ver el alimento que se les estaba preparando. El científico descubrió que sus mascotas ya ‘sabían’ cuál era la hora de comer cuando un sujeto determinado realizaba alguna acción que les recordase el momento de la comida.
De ahí partió para introducir diferentes estímulos antes de servirles el alimento como una forma de alerta.

Experimento de Ivan Pavlov (hombre de barba blanca a la derecha) con sus perros.
Archivo Particular
El que más se adaptó a las necesidades de sus mascotas fue una campana, la cual fue el instrumento necesario para condicionar a los animales antes de comer. La campana de por sí no creó ninguna reacción en los canes, por lo que se considera, según los términos de Pavlov, como un ‘estímulo neutro’. La comida, en cambio, provoca una reacción innata o irracional en el perro, es decir, la salivación.
Siendo así, la campana (estímulo neutro), cuando se asocia con la comida (estímulo innato), crea en el perro un proceso de ‘acondicionamiento psicológico’. El sonido del instrumento se convierte en el potencializador de la salivación en el perro a la hora de comer.
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Jhon B. Watson
Archivo Particular
John B. Watson quiso replicar el experimento de Pavlov en seres humanos.
Desde un principio sus pretensiones eran exageradas dado que, junto con su ayudante Rosalie Ryner, se enfrascaron en la búsqueda de un niño con las características necesarias para llevar a cabo el procedimiento.
Entonces decidieron visitar un orfanato.
Allí encontraron a un niño de tan solo 8 meses de edad llamado Albert.
Era el hijo de una de las mucamas del sitio y parecía pasar desapercibido por el ajetreo laboral de su madre.
Se mostraba tranquilo y, según comentan algunos medios especializados, no expresaba lloriqueos ni rabietas, por lo que Watson lo consideró el candidato perfecto.
Su madre, aún sin identificar, accedió a ‘prestar’ a su hijo para el análisis científico.
Watson puso al pequeño Albert a socializar con diferentes animales. La idea era observar qué estímulos eran los que le creaban mayor miedo. Por lo general, los ruidos fuertes activaban los sentidos del infante y lo hacían llorar. Los animales, por su parte, no tuvieron reacción negativa en Albert.
El proceso de condicionamiento empezó con un ratón blanco: la idea era que el pequeño jugara con él mientras, al mismo tiempo, sonaba algún ruido estruendoso para crear miedo en el niño.
Después de varias repeticiones el infante creó un profundo miedo contra el roedor dado que cuando ‘estaba con él’ empezaba el ruido aturdidor.
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Al experimento se le añadieron otros animales y objetos. En todos los escenarios Albert empezaba a llorar tan solo con verlos. Lo macabro del experimento consta en la temporalidad de las pruebas: el niño estuvo un año completo bajo el estricto régimen del analista.
Pasó de ser un niño tranquilo a estar en constante estado de ansiedad por los diferentes objetos que, combinados con los sonidos, le producían miedo.
Watson fue expulsado de la Universidad John Hopkins y no se le permitió acercarse al campus, sin embargo, no recibió una sanción judicial.
No se sabe que pasó con el bebé.
Algunos medios especializados afirman que Albert murió producto de una hidrocefalia congénita, presuntamente por las consecuencias de los experimentos, pero es algo que no se ha comprobado.
Si bien los ensayos despertaron muchas críticas, se convirtieron en una de las investigaciones más famosas de la psicología.
Vale decir que, de todas formas, es un procedimiento que en la actualidad violaría ciertas normas éticas establecidas por las autoridades científicas.
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