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Gente

‘Durante mi primera cita de Tinder se murió el papá del joven con quien salí’

Mensaje directo - ilustraciones

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Foto:iStock

En #MensajeDirecto, la historia de una joven que no volvió a aceptar encuentros en ‘apps’ de citas.

ANÓNIMO
Regresó #MensajeDirecto, un formato con el que EL TIEMPO busca darle un espacio a sus lectores para contar aquellas historias de amor o vivencias personales que se consideran poco comunes. Aunque usted no lo crea, alguien se identificará con su relato. No olvide que, en medio de las diferencias, todos reímos y sufrimos en el mismo idioma. Conozca esta nueva historia.
Desde pequeña fui tremendamente cuidadosa con mi vida sentimental, nunca he tenido pareja y tampoco he estado interesada en tenerla. En el colegio sentía que era muy niña para esas cosas, en la universidad tenía una beca y pensaba que mi vida personal intervendría con mis estudios, y llegue a mi primer trabajo considerando que nada podía desenfocarme del camino que me venía trazando. Pero sucedió algo que, aunque no cambió por completo mi perspectiva, sí me enseñó que debía arriesgarme un poco más.
En esos meses comencé a utilizar una ‘app’ de citas. No era con el fin de conseguir pareja o gente con quien salir, solo tenía curiosidad y un amigo me había creado una cuenta por un reto hacía meses. Conocí personas interesantes y también hombres que enviaban imágenes obscenas sin siquiera decir un ‘hola’. Como en la vida, había de todo en esa plataforma.
La pandemia del covid-19 trajo consigo cambios sociales importantes. Fue más de un año el que pasamos sin darnos la mano, sin acercarnos unos a otros y sin tener encuentros sin tapabocas. Fue una época en la que me di cuenta de que la vida podía cambiar de un momento a otro con gran facilidad. Un día hablaban en las noticias de una gripa que había sido hallada en China al otro terminamos confinados sin poder salir durante meses. Así se sintió para mí, por lo que decidí que debía replantear la manera en la que estaba llevando ciertas cosas.
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Foto:iStock

Hablé con varios jóvenes afines a mis gustos y cada vez me acercaba más a un posible encuentro, teniendo en cuenta que las normas de confinamiento estaban cediendo cada vez más. Al final, el día llegó de la manera más inesperada. Una mañana de diciembre de 2020, un man de la aplicación me dijo que vivía cerca, que si nos tomábamos ‘alguito’ en un centro comercial cercano a nuestros hogares. Obviamente, me dio miedo porque una nunca sabe con qué se puede encontrar, pero accedí. Era un lugar público, así que por lo menos algo grave no podría pasar. No me arreglé casi, pensé que era preferible que me conociera como era. Además, no tenía muchas expectativas, nunca las he tenido con respecto a los temas del romance, las citas y esa cosas.
Cuando llegué, le escribí y me indicó que estaba en la entrada oriental del lugar. Me dirigí hasta allá y, después de unos segundos incómodos en que lo busqué disimuladamente, me reconoció. No sé cómo lo hizo porque, al estar aún en plena pandemia, teníamos puesto el tapabocas de rigor. Yo no lo reconocí por una simple razón, en las fotografías se veía alto y en persona me sorprendió su baja estatura. Era, incluso, más bajito que yo, que tengo la altura promedio de una mujer colombiana.
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Foto:iStock

Caminamos un rato y hablamos de los temas de siempre: “Cómo estás”, “Bien, ¿y tú?”, Bien, ¿y qué has hecho?, “Nada raro, ¿y tú?”... Siempre son las mismas conversaciones, tanto por WhatsApp, como en las ‘apps’ de citas, como en persona; como en la vida. Luego, nos dirigimos a un café ubicado cerca a la plazoleta de comidas del centro comercial.
Allí, él pidió un café y yo ordené una galleta con una malteada. Hablamos de nuestros trabajos, de la ‘app’ en la que nos conocimos, la verdad, hablamos de todo en general. Me contó que su papá estaba en el hospital, precisamente, enfermo de covid-19. Me mostró un audio del doctor en el que le decía que su estado de salud era grave. Me pareció triste, pero no lo tomé como un dato importante.

Lo que me dijo me sobrepasó: su papá había muerto a causa de la covid y me mostró el mensaje del doctor que lo estaba tratando

No recuerdo cómo, pero terminamos hablando de su expareja. Resulta que él había terminado hacía poco una relación de años con una mujer que tenía un hijo. Él ya consideraba al niño como suyo y tenían una vida feliz, o eso pensaba él. Por temas de trabajo, lo enviaron a otra ciudad durante meses. Grosso modo, ella dejó de responder sus llamadas de un día para otro y él decidió volver porque pensó que algo malo le había pasado. Resultó que se había ido a vivir a otra región del país y le había desocupado la casa que habían construido juntos: lo dejó sin nevera, sin carro y, lo más doloroso, sin el niño que no llevaba su sangre, pero sí se había llevado su corazón.
Yo estaba impactada con la historia, había sido una cita interesante y me había llevado una anécdota curiosa. Eso era todo. Pero, cuando ya quería que terminara y comencé a mirar el celular para dárselo a entender, pasó algo de película. Escuché pequeños gemidos, así que dirigí la vista hacia él para ver qué sucedía. Estábamos a más de tres metros, por obvias razones, y tenía puesto el tapabocas; lo único que pude captar fueron pequeñas lágrimas saliendo de sus ojos. Yo me quedé pasmada, nunca he sido buena para lidiar con las emociones de los demás y lo que me dijo me sobrepasó: su papá había muerto a causa de la covid y me mostró el mensaje del doctor que lo estaba tratando. Yo llegué a pensar que era una excusa muy bien planeada para escapar de la cita. No hubiese sido necesario, yo ya me quería ir.
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Foto:iStock

En el momento en que las palabras salieron de su boca, las lágrimas se volvieron ríos y se desbordó en llanto. Lloró a gritos y era entendible, su padre estaba muerto. Yo tuve que aguantar la risa. Juro que no fue de maldad, era terrible lo que estaba presenciando, pero fue un impulso nervioso. Menos mal no lo notó, o no creo que lo hiciera, yo tenía puesta la mascarilla y él estaba muy acongojado como para ponerme atención.
Después de algunos segundos, en los que yo solo me quedé sentada mirándolo -creo que fui la peor persona para pasar ese momento con él-, me dijo que no sabía qué hacer. Le respondí que yo no sabía de esas cosas, pero que creía que debía ir al hospital a organizarlo todo. Nos levantamos y fuimos a cancelar la cuenta. Obviamente, lo hice yo, no lo iba a poner a pagar la mitad de lo gastado con todo ese lío por el que estaba pasando. Caminamos hacia la salida y le desee suerte. No lo vi irse, salí de ahí lo más rápido que pude, entre risas nerviosas y conmoción.
Días después, me escribió y me preguntó si volvíamos a salir. No le pregunté cómo le había ido ni nada, solo le dije: “Si yo fuera tú, no querría volver a verme”. Yo había sido el primer rostro que sus ojos vieron tras enterarse de la muerte de su padre. No accedí y me dijo que entendía. Lo bloqueé y no volví a saber de él. Espero que tenga una buena vida porque me dio una historia que, aunque triste, por lo menos es una anécdota increíble por contar. Por supuesto, no he vuelto a salir con hombres que conozca por aplicaciones de citas. Es una situación que no tengo ganas de repetir, incómoda hasta el cansancio, y no sabía que una se podía llevar tan tenaces sorpresas.
¿Tiene una historia de amor curiosa o poco común? Nos interesa conocerla y publicarla en #MensajeDirecto. Escríbala y envíela a los correos mararb@eltiempo.com y niccor@eltiempo.com y lo contactaremos. Debe tener un mínimo de extensión de dos hojas y un máximo de cuatro hojas.

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