Superar la primera fase del enamoramiento: una vez ha pasado la euforia emocional, que muchos ubican entre 13 y 18 meses, es clave no quedarse añorando.

Tener en cuenta las necesidades del otro: cuando cada uno es capaz de salir de sí mismo para ponerse en los zapatos del otro, la capacidad de amar podrá expandirse y hacer crecer la relación.

Generar confianza: la capacidad para adherirse a la empresa del otro está en sentir, expresar y actuar de tal manera que la pareja sepa que puede contar con su apoyo en todo momento.

Ver en perspectiva los problemas y las dificultades: aceptar creativamente los cambios de cada etapa, las crisis que van apareciendo o los acontecimientos difíciles.

Disfrutar la cercanía física: el amor se alimenta también con la cercanía física, que implica la sexualidad, pero también, mil expresiones para mostrar la preferencia por el otro.

Aumentar la satisfacción: hacer algo diferente rompe la rutina, amplía las posibilidades de disfrute, distrae de las preocupaciones cotidianas y refuerza la idea de placer.

Poner en práctica habilidades de interacción: es importante cooperar con la pareja en lugar de competir, expresar sentimientos amables y considerados, escuchar para entender y respetar diferencias.

Alinear expectativas: sincronizar lo que esperamos cuando decidimos vivir juntos, con lo que va ocurriendo en el camino, lleva a encontrar afinidades.

Crear y mantener la fuerza de los rituales: las prácticas habituales que se realizan para recordar o recrear situaciones amables, afectuosos y entrañables fortalecen los lazos en la pareja.

Cuidar el espacio personal: dejar tiempo y espacio para que cada uno pueda seguir teniendo satisfacción personal en aquellas áreas que no comparte con su pareja.