Chiara Ferragni ha sufrido en primera persona el odio en internet. Mientras construía su imperio de moda y redes sociales llegó a sentirse herida por las críticas más dañinas, aunque ahora lo ve como “parte del juego”.
“Siempre he tenido muchísimos ‘haters’ ”, confiesa esta italiana de 32 años, quien se encuentra inmersa en la promoción del documental sobre su vida ‘Chiara Ferragni-Unposted’, que podrá verse desde el 29 de noviembre en Amazon Prime Video.
La joven habla en la habitación de un lujoso hotel romano, acompañada por una decena de colaboradores que controlan hasta el más mínimo detalle al tiempo que la peinan y maquillan.
Ferragni (Cremona, 1987) cuenta con una legión de seguidores en las redes sociales, casi dieciocho millones solo en Instagram, por lo que las grandes marcas de moda se la rifan al ver en ella una conexión ideal con el público.
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Su reinado comenzó en 2009 con su blog de moda ‘The Blonde Salad’ y en 2015 ya era toda una estrella, y su éxito era un caso de estudio en Harvard. Poco tiempo después, la revista 'Forbes' la nombró como la ‘influencer’ de moda más poderosa del planeta.
En la actualidad tiene dos compañías: ‘The Blonde Salad’, un portal de internet con artículos escritos y tienda que usa para su promoción, y Chiara Ferragni Collection, su propia marca de ropa, accesorios y maquillaje que le genera beneficios millonarios.
Un imperio que observa atenta desde su celular y en el que no faltaron los temidos ‘haters’ de internet. “Sí, muchísimas veces”, confiesa al preguntarle por si se había sentido herida en alguna ocasión. Al principio les contestaba, pero luego llegó a la conclusión de que era “tiempo perdido”.
“Ahora de vez en cuando respondo, pero lo hago de forma diferente, de manera irónica, para hacer ver que sus comentarios –que tratan de herirme– en realidad solo me hacen reír”, dice.
En todo caso, ella, que creció con la aceptación de sus seguidores, lleva por bandera la lucha contra el matoneo en internet.
“Estos comentarios no deben afectar tu día a día porque los ‘haters’ estarán siempre, aunque se intente limitar”, asegura, en un momento en que Italia debate sobre la posibilidad de pedir una identificación para la apertura de un perfil en redes sociales.
El documental aborda este aspecto, pero también muestra su faceta más personal, en lo poco que queda por saberse de su día a día, y recoge algunos de sus momentos más dulces, como su matrimonio con el rapero Fedez o el nacimiento de su hijo, Leone.
Ferragni afirma sin medias tintas que adora exponer su vida: “En general, no siento mucha necesidad de tener partes totalmente privadas”, explica, para asegurar después que decide qué muestra y qué se reserva siguiendo su “instinto”. Hace lo que le place.
El caso es que Ferragni irrumpió en el mundo de la moda para cambiarlo para siempre: pasó de ser una guapa chica rubia italiana de ojos azules que se mostraba en internet, a sentarse en desfiles en primera fila con la poderosa editora de 'Vogue', Anna Wintour.
Estos comentarios no deben afectar tu día a día porque los ‘haters’ estarán siempre, aunque se intente limitar
Ahora sonríe y dice que desde su “consagración internacional”, en 2015, muchos “empezaron a pensar que lo que estaba haciendo, y que antes no se entendía, podría convertirse en algo serio”.
“Ahora todos o casi todos respetan y comprenden al menos en parte lo que hago”, celebra. Es más, promete que ha llegado para quedarse, que los influenciadores seguirán siendo los niños mimados de las marcas, para beneficio de ambas partes, a pesar de que haya quienes se oponen.
“Yo y muchas personas que hacen lo mismo que yo, aunque sea de un modo diferente, somos en parte el futuro y es justo que estas personas puedan abrazar este cambio. Que no lo contradigan, porque no hay motivo”, asegura.
En su camino hacia la cumbre tuvo que pelear, y no esconde que en ocasiones tuvo que afrontar más altibajos por el hecho de ser mujer: “En muchos momentos probablemente debes esforzarte el doble” que un hombre para alcanzar el éxito, subraya.
Sin embargo, reconoce que es “una privilegiada” porque nunca se ha sentido inferior a nadie: “Nunca he permitido que alguien me imponga límites”, dice.
EL TIEMPO