Uno de los primeras indígenas de Colombia que se graduó en uno de los más altos grados universitarios, el doctorado, rechazó la escuela en su infancia. “Tiraba cuadernos, rompía lápices, me fugaba... Fue muy difícil entrar a la escuela porque no se reconocían los saberes ancestrales, solo me gustó cuando aprendí tan rápido las cosas", recuerda Abadio Green Stocel, quien terminaría siendo el mejor amigo de sus maestros.
“Me formaron como un niño viejo”, dice a sus ya casi 60 años; los primeros siete estuvo encerrado, rodeado de plantas y agua, sus “juguetes”. Su abuelo paterno le enseñó que un canto cura; el materno, que compartir humaniza. El “niño viejo” es uno de los primeros doctores en educación del país.
El teólogo, filósofo y magíster en Etnolingüística nació en una isla de la frontera colombo-panameña. “No tenemos nacionalidad. Todos somos gunadule (su etnia)”.
Un sacerdote, que había fundado un hospital y combinaba la medicina ancestral y la de Occidente, fue su primera inspiración. “Ese cura fue, para mí, un amor grande grande”. “Me preguntó qué quería ser. Le dije: ‘Quiero ser como tú’. No le decía que quería ser cura, pero él entendió que quería ser cura’”. El inocente diálogo que Abadio sostuvo en tercero de primaria sería trascendental…
Ante sus buenas calificaciones, el gobierno de Panamá financió su primaria y su bachillerato; y la Iglesia católica, su pregrado.
El silencio del seminaristaAl terminar el colegio, los misioneros claretianos, que querían que Abadio fuera sacerdote, le preguntaron en cuál país quería estudiar. “Hay formas de que puedas ir a México, Costa Rica, España”, le dijeron; pero el joven eligió Colombia. “Ahí están mis hermanos”, pensó. Buscaba conocer “Necoclí, Turbo, el Chocó, el golfo de Urabá, el río Atrato, la selva del Darién”… todo lo que es su territorio ancestral.
El Seminario Conciliar de Medellín y la Universidad Pontificia Bolivariana le abrieron sus puertas.
“En aquella época, estamos hablando del 77, en Antioquia había una discriminación racial impresionante. Nadie creía que era indígena porque estaba en la universidad. Se tenía la idea de que el indígena no podía llegar a la universidad, de que el indígena era bruto, salvaje. ‘No seas indio’, le decían al ladrón. La discriminación fue de las cosas más duras. Había una ventajita, como estaba con los curas y Medellín tiene una cultura religiosa, decía que estaba en el seminario y ahí sí me respetaban. No me veían como indígena, era seminarista. Otra de las cosas más duras era ver que niños de color blanco sufrían en los barrios populares, turbios, de Medellín. Estaban peores que nosotros –los indígenas tenemos naturaleza, comida–, pero ahí la gente pasaba hambre, había pobreza”.

Abadio Green. Foto: Archivo EL TIEMPO.
Continúan los recuerdos. “La gente se burlaba de que no hablaba bien el castellano. La opción era no hablar, escuchar más al profesor”. Pero pensando en los maestros, recuerda que algunos le permitieron recrear la teología y la filosofía desde su pueblo.
Cuando le faltaban tres años para graduarse como teólogo y filósofo de la Universidad Bolivariana, decidió salir del seminario. “Eso no era vida para mí”, dice. Comenzó a trabajar en una asociación de campesinos, hizo amistad con profesores de la Universidad de Antioquia, dictó clases de lengua gunadule y realizó colectas… Todo lo necesario para recibir su título sin la intervención de la Iglesia católica. “Años bonitos, pero difíciles para mi vida”, afirma.
Más allá del doctoradoA su grado le siguió una experiencia soñada, la razón por la que dejó su isla natal: conoció la comunidad Gunadule de Necoclí, un municipio antioqueño, y también el amor de su vida, la mamá de sus tres hijos.
En 1986 surgieron otras oportunidades, pero en Bogotá. Como era común en su vida, estudió becado una maestría en Etnolingüística en la Universidad de los Andes; un amigo obispo también le ayudó económicamente.

En esta fotografía, tomada el 7 de junio de 1996, Abadio Green toma la palabra como presidente de la ONIC. Foto: Luis Ibarra.
En 1993, el ‘niño viejo’ se convirtió en presidente de la Organización Indígena de Antioquia y de la Organización Nacional Indígena de Colombia; en el 2005, fue coordinador del Programa de Educación Indígena de la Universidad de Antioquia, y en el 2010, docente de la Licenciatura en Pedagogía de la Madre Tierra, en el mismo centro educativo.
En esos mismos años, entre el 2004 y el 2011, y en la misma academia, la Universidad de Antioquia, Abadio estudió su doctorado en Educación, con énfasis en Estudios interculturales.
“Ser doctor es importante dentro de la academia, sí lo he sentido; pero cuando llego a mi pueblo, eso no es importante. Cuando llego a mi pueblo, cojo un hacha y siembro la tierra. He pensado que las generaciones que vienen, mis hijos, no pueden sufrir ante la agresividad intelectual de Occidente. Fuera del conocimiento que traen de Europa, los pueblos originarios tenemos un pensamiento, una manera de pensar, pedagogías que también vale la pena aprender”.
Abadio ha compartido su conocimiento en Europa y otros países de América Latina, pero algún día hará un viaje sin retorno… con destino al pueblo Gunadule.
***
Esta historia hace parte de la serie periodística 'El éxito fuera del resguardo', que cuenta las decisiones que tomaron cinco indígenas colombianos para triunfar en el cine, la academia, el fútbol, los negocios y el arte.
Lo invitamos a leer las demás historias:
'La cámara es nuestro fusil': primera indígena cineasta del país
Daniel Bolívar, el James de la Selección Colombia Indígena
El indígena colombiano que creó empresa y exporta quinua a EE. UU.
La vida de Carlos Jacanamijoy antes de vender su primer cuadro
N. de la R. Tras la publicación de este artículo, un lector comentó que la indígena colombiana Antonia Agreda obtuvo un doctorado antes de que el profesor Abadio Green consiguiera el suyo. EL TIEMPO verificó esa información en sus respectivas hojas de vida (disponibles en la página de Colciencias). La doctora Agreda comenzó a estudiar su doctorado en Ciencias de la Educación en el 2005 y se graduó en el 2009, mientras que el doctor Green comenzó sus estudios doctorales en Educación en el 2004 y se graduó en el 2011. No hay una fuente oficial que informe sobre cuántos doctorados han realizado los indígenas en el país y en qué orden se han graduado. El periódico destacó la historia del doctor Abadio porque algunas fuentes lo reconocen como el primer indígena que obtuvo el mencionado título en Colombia.
EL TIEMPO quiso indagar cuántos indígenas colombianos se han graduado como profesionales en el país, pero el Ministerio de Educación aclaró que esa información no está disponible debido a que el Sistema Nacional de Información de Educación Superior no exige a los estudiantes reconocerse como indígenas. Por su parte, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y el Ministerio de Cultura remitieron la solicitud a la cartera de Educación.
MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ
Periodista de Especiales Multimedia de EL TIEMPO
pilcam@eltiempo.com
En Twitter: @PilarCCruz