Castellanos, además, es asesor de políticas y proyectos culturales en países latinoamericanos, productor cinematográfico y columnista de EL TIEMPO. Respondió algunas preguntas sobre la cartera cultural que celebra dos décadas de funcionamiento.
¿Cómo está Colombia en la producción cultural?
Colombia es el quinto territorio más grande y el tercero más poblado de América Latina. Expresa inmensa variedad cultural, idiomática, artística (música, carnavales, festividades, tradiciones, entre otras); es protagonista en las industrias culturales y de entretenimiento, con aporte de varios puntos a su PIB. En Latinoamérica, por ejemplo, es uno de los mayores exportadores de bienes y servicios culturales; está entre las cuatro industrias editoriales más fuertes, entre las tres de pujante desarrollo cinematográfico. Creció exponencialmente el número de academias de artes y gestión cultural; este es proporcionalmente uno de los sectores mayor generador de empleo formal, un campo clave en el emprendimiento; ya no es un lío familiar que el hijo estudie artes.
¿Se le pueden atribuir a los 20 años del Ministerio de Cultura esos resultados?
Por supuesto. En estos años ha existido una política de estímulo sostenida, se crearon bases legislativas sólidas en el cine, las bibliotecas, espectáculos artísticos; se comprueba un uso de recursos públicos que no pasa por ninguno de los escándalos de corrupción que carcomen al país en otros campos. Puede haber críticas, otras visiones de política, reclamos de más atención por algunos sectores artísticos, pero lo cierto es que la vida cultural, el trabajo de creadores, gestores, agremiaciones, junto con una política pública cultural coherente en el nivel nacional y en algunas entidades territoriales, han dado resultados.
En ese escenario, ¿cómo suena el recorte de presupuesto al Ministerio de Cultura?
Es lamentable que si la cultura es la apuesta en un escenario de ilusiones de paz, se afecte presupuestalmente a la cabeza del sistema, como es el Ministerio. Esperábamos que bajara el presupuesto de la guerra y proporcionalmente se incrementara el del diálogo cultural en el país. Que se cerraran cárceles y se abrieran más teatros, más centros de memoria, más espacios para la lectura y las artes.
¿Es culpa del Gobierno?
Quienes trabajamos en campos culturales estamos muy acostumbrados a echarle la culpa a otro: al gobierno, al artista vecino, al que más vende, al que habla, al que no habla, y así sucesivamente. Creo que estamos a tiempo, el problema del presupuesto afecta a todos los sectores y ministerios, así como Nairo se paró al frente al Presidente, necesitamos que los ‘Nairos’ de la cultura se pronuncien, que expresen lo que hacemos y aportamos: Botero, Vives, Ciro Guerra, Abad, pueden actuar de ‘Nairos’ en esta urgencia, es necesario que vayan a Palacio.
¿Hay alternativas de plata?
Más allá del presupuesto nacional y de las entidades territoriales, hay alternativas: impuesto al consumo de teléfonos celulares; incentivos tributarios a la producción y circulación cultural (cine, patrimonio, bibliotecas públicas, espectáculos); facilidades aduaneras. Pero hay muchos otros y más amplios quizá, como los de regalías, ciencia y tecnología, reparación de víctimas, múltiples programas vinculados al Acuerdo con las Farc, que deben ser priorizados en la reconfiguración territorial y cultural que se plantea.
¿Qué plantea el acuerdo con las Farc sobre cultura?
Garantías para desarrollar derechos sociales y culturales; reparación simbólica e integral de las victimas (lo central, y lo más difícil hasta ahora). Atención de pueblos étnicamente diferenciados. Nuevas radios comunitarias. Un enfoque de desarrollo territorial basado en particularidades culturales.
La participación ciudadana es eje del Acuerdo en la formulación de políticas públicas sociales, incluidas educación y cultura. El reconocimiento de histórica injusticia respecto de los pueblos étnicos. La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad debe dilucidar cómo se afectó a pueblos indígenas, comunidades campesinas, a personas en razón de sus creencias u opiniones, a poblaciones afrocolombianas, negras, palanqueras, raizales y Rom; a defensores de derechos humanos. Las estrategias de reparación de las víctimas deben promover la recuperación y generación de prácticas culturales y artísticas.
Hay incentivos para la producción cultural, pero es tiempo de generar unos nuevos para que la población marginada en el país tenga mayor acceso
Tras el acuerdo de paz con las Farc, ¿cuál debe ser el rol de la cultura?
La producción y la creación cultural tienen el atributo de contribuir al desarrollo humano, al corriente de que este no es una estadística de crecimiento económico, sino alternativas contra la exclusión. Las iniciativas personales, comunitarias empresariales de las artes y la cultura generan convivencia, memoria, trabajo organizado, respeto al medio ambiente, desarrollo del capital humano. La vida cultural ha proporcionado cohesión, ha dejado respirar, contar, resistir. Ha evitado que la locura cope todo. En poblaciones lejanas a la capital (que son la mayoría por la violencia) se construyeron trincheras desde la lectura, las fiestas, el canto, el teatro, lo que evitó una confrontación más profunda, de peor aislamiento social.
¿Contribuye la reciente Ley Naranja a eso?
En las recientes dos décadas se ha consolidado la visión de la cultura respecto del desarrollo humano y económico. Hay una política intersectorial que involucra a ministerios y agencias, así como a comunidades e individuos que producen vida cultural. La Ley Naranja lo reitera; retoma el CONPES de industrias culturales de 2010 pero no crea herramientas precisas.
Usted ha dicho que tiene riesgos o sesgos: ¿cuáles?
Opino que la denominación de “economía naranja” que incorpora la ley para referirse a la cultura, implica el riesgo de asociarla a un parlamentario y su proyecto político legítimo pero particular, el dr. Iván Duque. Esto podría afectar elementos de diversidad, pues los estímulos a estas actividades culturales deberían pasar por un “consejo naranja” que además crearía un sello “hecho en Colombia”.
Es trascendental que la cultura se ponga en la agenda de los planes de gobierno, de las campañas presidenciales, en prioridad para todos los que aspiren a gobernar. Pero esto no puede confundirse con el horror de que las prácticas o la producción cultural tuvieran que afiliarse a un sello partidista. Ojalá esto no suceda.
¿Qué debería fortalecerse para que el sector cultural asuma el reto y el Acuerdo de la paz?
La participación ciudadana en el Sistema Nacional de Cultura, la capacidad de los sectores culturales para representarse, para actuar en la decisión y control de planes y recursos en este campo, hay que oírlos juiciosamente (ciudadanía cultural): Robustecer el Sistema, revisar el diálogo de políticas, recursos y competencias entre nación y entidades territoriales.
Profundizar en las relaciones de la cultura con la educación, la memoria, la ciencia ya la tecnología. Hay que reconocer la existencia de brechas de la población en materia de acceso cultural (a la lectura, a la formación artística, entre otras). Hay incentivos para la producción cultural, pero es tiempo de generar unos nuevos para que la población marginada en el país tenga mayor acceso (precios, hábitos, facilidades) a esa riqueza cultural que tanto destacamos.
¿Y con el Eln hay algo que hablar?
Pues tendremos que estar representados los actores culturales con propuestas concretas y sustanciales en la fase pública de mesas sociales de paz. Esto se espera ya, sin aplazamientos.
Cultura y Entretenimiento
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