Durante la premiación de los Latin America’s 50 Best Restaurants en Bogotá, Leonor Espinosa –galardonada como la mejor cocinera mujer de la región– tocó un tema del que poco se habla dentro del mundo de la alta gastronomía: el de la necesidad de una mayor igualdad de género en un sector en el que la brecha parece cada vez más amplia.
Lo hizo de forma elegante, pero muy elocuente. “¿Podrían ponerse de pie las mujeres cocineras?”, pidió al público. Y se levantaron unas pocas. Y luego dijo: “¿Podrían ponerse de pie los hombres cocineros?”. Y, obviamente, se levantaron muchos.
El mensaje estaba entregado y el público lo premió con una entrañable ovación.
Y es que pareciera ser que el catastro de las chefs es tan escaso y limitado que de cara a galardones, congresos, medios de comunicación o eventos casi no existen. Y algo raro pasa aquí si el recuerdo gustativo más sabroso y emocionante de casi todos proviene de abuelas o madres, que no de abuelos y padres.
Ejemplos de desequilibrio entre la presencia femenina y masculina en el gastromundo, abundan. Veamos solo cuatro.
Algo raro pasa aquí si el recuerdo gustativo más sabroso y emocionante de casi todos proviene de abuelas o madres, que no de abuelos y padres
En The World 50 Best Restaurants 2017, la primera mujer que aparece, al menos en la foto, está en el puesto 30, y es Elena Arzak, la hija y mano derecha del hombre que creó, en una colina de San Sebastián, uno de los restaurantes más afamados de España. La otra mujer que figura está en el puesto 40, y es Daniela Soto-Innes, jefe de cocina del restaurante Cosme, la apuesta neoyorquina del dueño del famoso Pujol de Ciudad de México, Enrique Olvera, y quien aparece en la imagen junto a Daniela. Lo pueden comprobar en www.theworlds50best.com. Esto, mientras que en la versión latinoamericana solo cinco cocineras ocupan un lugar.
Otro dato ilustrativo. En abril, en Marbella, 19 cocineros se reunieron a homenajear al chef del siglo, el francés Jöel Robuchon. No había ninguna mujer.
Por último, un interesante artículo del periodista Diego Salazar planteaba el interrogante de forma abierta: “¿Dónde están las mujeres de la gastronomía latinoamericana?”, en clara alusión a la invisibilidad que sufren las chefs en la región.
Es curioso, sin embargo, que la mayoría de las chefs con las que he conversado sobre el tema, tanto en Colombia, Chile o España, declararon no haberse sentido nunca menos valoradas. Aunque todas coinciden en que les resulta más difícil abrirse paso en un medio dominado por hombres.
La chef estadounidense Nancy Silverston (Osteria Mozza) me comentó en su reciente paso por Colombia que el haber crecido en una familia que nunca hizo diferencias de género, y el hecho de ejercer un oficio en una ciudad tan plural como Los Ángeles, le han simplificado el camino. Aunque es consciente de la realidad de otras colegas y declaró estar en total desacuerdo con categorizaciones de género, como los reconocimientos a ‘la mejor mujer chef’.
Para Carolina Bazán, chef del restaurante Ambrosía en Chile, número 33 de Latinoamérica, es triste que haya pocas mujeres en el rubro, aunque cree que es una realidad que va ir cambiando. “En las escuelas cada día se ven más mujeres y somos muchas las que hemos conseguido demostrar que lo podemos hacer bien y, al mismo tiempo, tener vida propia”.
Lo planteado por Bazán tiene relación con las problemáticas de la conciliación familiar en las sociedades actuales, algo que dificulta la presencia femenina en un oficio con horarios difíciles y jornadas extenuantes.
Coincide con esto la colombiana Antonuela Ariza, chef y copropietaria del restaurante Minimal, una cocina en la cual hay seis mujeres y solo dos hombres. Para Ariza ser mujer es difícil siempre. Y pone en evidencia también el factor multitarea de la mujer, que es chef, madre, esposa, todo en simultáneo, una realidad que genera diferencias en el grado de ‘expertise’ al que puede aspirar un hombre que solo se dedica a cocinar.
Leonor Espinosa recibió el premio a la mejor chef mujer de la región como un reconocimiento a “aquellas mujeres verdaderamente defensoras de la igualdad o que logran ser inspiradoras para el cambio” con emprendimientos y estilos femeninos que, al final, contribuyen a reducir la brecha de género en el mundo gastronómico.
“Todos sabemos que, a lo largo de la historia, tanto en la cocina como otras actividades económicas, la mujer ha sido poco reconocida, pero hoy en día, sin tratarse de intercambio de roles, estamos rompiendo paradigmas”, subrayó.
Un final positivo para su pública y global reflexión (por la importancia de los 50 Best), pero no hay duda de que en este tema aún falta mucho por hacer. Mujeres y hombres también pueden cambiar el mundo desde los fogones, de eso no hay duda.
PAMELA VILLAGRA
Cronista gastronómica@Villagrita21