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Gastronomía

El premio a Leonor Espinosa: otro nivel de respeto

Leonor Espinosa trabaja en equipo con FunLeo, fundación dirigida por su hija Laura Hernández, con quien comparte el premio.

Leonor Espinosa trabaja en equipo con FunLeo, fundación dirigida por su hija Laura Hernández, con quien comparte el premio.

Foto:Renata Bolívar

Ganó el Basque Culinary World Prize por su búsqueda por mejorar la vida de la gente desde la cocina.

Ser el mejor restaurante de Colombia, según los 50 Best de América Latina, le puede dar a Leo más vitrina, pero el prestigio del Basque Culinary World Prize, otorgado a la chef Leonor Espinosa, le da otro nivel de respeto.
El premio se otorga al trabajo de chefs que asumen la cocina no solo como una actividad glamorosa sino que se preocupan por generar transformaciones sociales a partir de la cocina.
La trayectoria de Leonor estaba hecha para el premio. Por segunda vez, clasificaba entre los 10 finalistas, seleccionados entre 110 postulados por autoridades gastronómicas del mundo.
Es el reconocimiento a un trabajo que nació, hace más de una década, de una búsqueda de raíces culinarias con miras a traducirlas en la propuesta de nueva cocina colombiana que, contra viento y marea, predicó desde Leo. El objetivo se transformó en un compromiso con comunidades afro, indígenas y campesinas en diferentes regiones.
Por eso, el martes, un día después del anuncio del premio –que le otorga 100.000 euros para alguno de los frentes de FunLeo, su fundación–, la chef dice que aún tiene que evaluar a dónde irán los recursos.

Seamos honestos: En Colombia no se tiene en cuenta a la gastronomía como motor de desarrollo.

Mientras tanto, muchos proyectos merecedores rondan su cabeza: el trabajo con la Fundación Chillangua, con la que busca comercializar una salsa que condense la sazón del Pacífico. “Es una mezcla de hierbas de azotea y aceite de coco, con la que se apoya a dos asociaciones de mujeres, las que siembran y las del aceite”, cuenta.
Pero están, también, el fermentado de jumbalee, cereza de Providencia y los ingas del Putumayo y el proyecto del Centro Integral de la Gastronomía, en Coquí, Chocó, o la comunidad de mujeres desplazadas que en Villeta (Cundinamarca) registraron la Quamba, bebida carbonatada a base de panela y limón en la que pusieron sus ilusiones.
Del premio, la chef cuenta que una vez entró en el grupo finalista, tuvo que enviar información. “Había que mostrar el trabajo hecho, con cifras y estadísticas de a cuántas personas habíamos llegado”.
¿Qué representa el premio?
Joan Roca presidió el jurado. Dijo que premiarme era premiar a todos los que trabajan por que el campo y la ciudad se abracen gracias a la gastronomía. Seamos honestos: en Colombia no se tiene en cuenta a la gastronomía como motor de desarrollo, entonces visibilizarlo creo que fue inspirador para ellos.
¿Sigue teniendo más eco fuera del país?
A veces, en nuestro país, se necesita que las cosas se reconozcan primero por fuera para darles valor adentro. Sirve de mucho en este momento de reconciliación, no solo para ser más conscientes de la gastronomía para generar desarrollo, sino para entender su importancia como estrategia de turismo que puede posicionarnos como un país donde se viven experiencias únicas a partir de su patrimonio.
¿Cómo nace este trabajo en FunLeo?
Nace paralela con Leo. En el momento en que decido crear una propuesta culinaria basada en tradiciones ancestrales y populares empiezan los viajes de investigación. En ellos vi que faltaba un sentido de pertenencia. Llegaba y me ofrecían platos foráneos. Sentían vergüenza de lo suyo. Dije: Hay que hacer un trabajo para que la gente sienta que lo suyo tiene valor. Esto se fue transformando en un valor económico. Sabía que sería un proceso largo: ¿cómo hacer sentir orgullo, hacerles entender que no son pobres, que tienen una gran riqueza?
¿Y cómo evolucionó?
Cuando mi hija Laura regresó de viajes de estudios, empezamos a trabajar en la fundación. El año pasado dijimos: tenemos que ver cómo transformamos; conseguir que a través de la gastronomía y la diversidad biológica de esta gran despensa oculta las comunidades puedan mejorar sus condiciones.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
Cultura y Entretenimiento
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