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Gastronomía

Alimentación de etiqueta / El Condimentario

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Foto:Foto / Cortesía

El mundo ha cambiado y el consumidor quiere estar mejor informado y entender lo que está comiendo.

¿Nos interesa saber si los alimentos industriales y procesados que consumimos son ricos en sal, azúcar o grasas? Obvio que sí. El tema es que no tenemos la costumbre ni el conocimiento para leer y comprender las etiquetas nutricionales. Pero además, la mayoría no son claras ni fáciles de entender. Sé, por ejemplo, que hay más de 50 nombres para el azúcar, que se camuflan entre los ingredientes enunciados y ni nos enteramos.
El mundo ha cambiado y ante la revolución de los hábitos alimenticios saludables, el consumidor quiere estar mucho más y mejor informado, entender lo que está comiendo. Y las empresas de alimentos procesados se ven cada vez más forzadas a adaptarse a esta profunda transformación, reduciendo, por ejemplo, algunos ingredientes como los sabores artificiales, preservativos y químicos que usan para que sus productos sean más gustosos, pero que amenazan la salud de millones de personas en el mundo.
Pero este es un camino largo de recorrer, porque muchas compañías se niegan aún a aceptar este cambio irreversible y continúan con etiquetas poco claras sobre lo que realmente tiene ese alimento que ofrecen.
Mucho bien le harían a la salud pública que asumieran la responsabilidad social de adoptar prácticas más transparentes. Tenemos el derecho a saber con claridad qué es lo que nos venden y promocionan para tomar decisiones a conciencia sobre lo que queremos comer. Finalmente es lo que estamos metiendo en nuestro cuerpo y en el de nuestros hijos y familia.
Lamentablemente, en días pasados fue hundido el proyecto de ley que incluía normas más frontales sobre el etiquetado de alimentos. Y con esto se pierde la posibilidad legal y obligatoria de tener la información veraz de lo que ingerimos. Ecuador y Chile nos llevan una gran delantera en este tema. En estos países es obligatorio destacar si un alimento es rico en azúcar, grasa, sodio, etc. Pero nosotros seguimos con la maliciosa idea de esconder y hasta de engañar al comensal, tirándonoslas de vivos. Nos siguen metiendo gato por liebre.
A propósito, leí en este diario que la Superintendencia de Industria y Comercio formuló cargos contra una empresa de refrescos y jugos por publicidad engañosa por anunciar uno de sus productos como saludable y con fruta de verdad. ¿Cuántos consumidores incautos habrán caído, creyéndole al anunciante con sus seductores comerciales? Y pensar que lo que estaban haciendo era repletando su organismo de químicos y quien sabe de cuanto azúcar.
¿No deberíamos entonces tener la posibilidad de elegir?
Grandes y respetados serán aquellos industriales de la comida que decidan por voluntad propia contar con honestidad a sus clientes qué es lo que ellos fabrican y lo que nosotros vamos a comer. No tengo duda de que incrementarán sus ventas y su prestigio y reputación en una industria cada vez más cuestionada.
Los alimentos son fuente de vida y de muerte. Buen provecho.
MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO
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