Tres partituras se pueden ver en el piano de Francisco Sagasti: Contigo en la distancia, de César Portillo, Noches de boda, de Joaquín Sabina, y Confesión, una composición propia. La música ha capturado buena parte de su despacho, ese que construyó, como una muestra de su matemática obsesión por el orden, antes que su propia casa, en 1978, en La Molina, al este de Lima.
(Le puede interesar: El aspirante a la presidencia de Colombia y ex rector de la Universidad de Los Andes Alejandro Gaviria habló en BOCAS )

La edición 112 de BOCAS empezó a circular a partir del 28 de noviembre de 2021.
Revista Bocas
En América Latina todavía no hay una conciencia lo suficientemente establecida, fuerte y arraigada de la importancia que tiene la consejería de ciencia y tecnología para ejercer el poder.
Su estudio está separado de su residencia por un patio de cuarenta metros de largo o “10 segundos a pie”, como dice el propio Sagasti. En uno de los ambientes de ese lugar están su guitarra, el piano, fotos de un espectáculo de danza, el póster del concierto que hizo para presentar su único disco y cuatro parlantes Pionner en los que escucha música criolla. Es curioso que, en esta oficina, donde hoy trabaja en un libro postergado por años, tomara algunas decisiones durante los ocho meses que presidió el Perú. Era de los que prefería despachar desde casa, aunque a veces el protocolo lo obligara a permanecer en Palacio de Gobierno.
No llegó al poder por el voto popular. Su arribo al sillón presidencial fue lo más parecido al momento en el que un hombre desesperado, rodeado por el fuego, rompe el vidrio del gabinete contra incendios en el último piso de un rascacielos. Ante la conmoción política y social que en siete días acabó con los gobiernos de los expresidentes Martín Vizcarra y Manuel Merino de Lama, un grupo de legisladores lo vio como un personaje de consenso que podía poner fin al estallido en las calles. Con ese motivo, recurrieron a una figura constitucional: votaron para elegir a un nuevo presidente del Congreso, el que, por ley, y ante el vacío de poder, debía asumir la conducción del país.
En los datos duros, la candidatura de Sagasti en el Parlamento obtuvo 97 votos a favor y 26 en contra. En lo menos obvio, un congresista al que todos consideraban un consejero, un experimentado consultor internacional con antiguos cargos en la ONU y el Banco Mundial, pero al que nadie veía como un líder, tuvo que asumir un complicado mandato cuando recién cesaban los choques entre policías y manifestantes.
El 14 de noviembre de 2020, dos días antes de que se pusiera la banda presidencial, murieron 54 peruanos en salas UCI, luchando contra el Covid, y otros dos muchachos en las calles de Lima, mientras protestaban contra Manuel Merino de Lama, al que consideraban un usurpador. La primera vez que se dirigió a la población, Sagasti prometió elecciones limpias para julio de 2021, conseguir cuanto antes la vacuna contra el virus y pidió perdón por las muertes de Bryan Pintado e Inti Sotelo, los muchachos que cayeron en las manifestaciones que antecedieron a su juramentación. Luego citó a César Vallejo, el poeta más querido del país, y lloró.
(Le recomendamos: La diplomática colombiana Maria Emma Mejía publica el libro que recoge sus memorias y dialoga en BOCAS sobre su carrera)
Su futuro político es hoy una incógnita. El partido con el que llegó al Congreso a los 76 años, el centrista Partido Morado, está muy debilitado. Estuvo a punto de perder su inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones y solo tiene tres asientos de 130 en el Parlamento. Por ahora -por ponerlo en términos futboleros-, Sagasti es un agente libre. Sus últimas actividades públicas están relacionadas con la presentación de su último libro: Imaginemos un Perú mejor y hagámoslo realidad, publicado bajo el sello Planeta. Ese texto apareció en paralelo a una reedición de Habla una mujer, el libro de su madre, Elsa de Sagasti, una periodista que en sus columnas retrató a la Lima tradicional de 1950.
En octubre hizo noticia cuando un grupo de manifestantes de extrema derecha quiso boicotear la presentación de su libro. El evento se desarrolló de manera accidentada, pero la publicación se convirtió en éxito de ventas, por unos días, debido a la inesperada exposición que le dieron sus enemigos.
Todos los colaboradores con los que conversé antes de esta entrevista describen a Sagasti como un hombre emotivo. Aunque eso de cantar una polca en televisión nacional lo ha acercado a los más jóvenes, quienes han celebrado su sentido del humor y le han dedicado el meme de los lentes oscuros y el Turn Down for What. Sus amigos dicen que no quería llegar a Palacio, que hubiera preferido otra salida. Como fuera, por unos meses, el hombre al que sus excolegas congresistas llaman Don Quijote o Dumbledore le dio un respiro a un país que se asfixiaba y pedía tregua.
(Lea también esta entrevista BOCAS: La peruana Pía León, la mejor cocinera del mundo según The World's 50 best restaurants, habló en la edición 110)

Francisco Sagasti asumió la presidencia desde noviembre de 2020 hasta julio de 2021.
Musuk Nolte
Asumió la presidencia del país en un momento político muy complicado. ¿Hubiera preferido que otro asumiera ese cargo?
Mire, no es que hubiera preferido, las cosas se dan como se dan. Se propuso a otra persona, a la congresista Rocío Silva Santisteban, pero no se aprobó eso y no había ningún otro candidato, entonces me tocó a mí ser Presidente.
¿No tuvo ninguna duda?
Uno tiene que hacer lo que le toca. Me eligieron para desempeñar el cargo de presidente del Congreso y, como tal, para presidente de la República, entonces uno se aboca a la tarea. Medio en broma, medio en serio, yo decía que esta es una chamba como cualquier otra que tiene términos de referencia muy definidos. Uno ya se sabe lo que tiene que hacer el presidente; está claramente establecido en la Constitución.
Su amigo Max Hernández cuenta que tuvieron una conversación telefónica y que ante sus dudas él le repitió la vieja frase de Hipó- crates: “El arte es largo, la vida breve, la ocasión fugitiva”.
Bueno, Max es uno de mis amigos más antiguos y, como digo en mi último libro, me ayuda a seguir el camino correcto.
Así que la frase sirvió de algo.
La frase reafirmó lo que sentía. Uno puede tener alguna que otra duda, pero yo estaba convencido de que tenía que asumir esa tarea. Y siempre es bueno tener un refuerzo de personas que se preocupan por uno.
(Le sugerimos: La lideresa medioambiental y aspirante Francia Márquez habló en BOCAS sobre sus batallas personales y su camino a la presidencia)
Hace unos días conversamos por teléfono y me soltó una frase que me llamó la atención: “Tener cuatro hijas lo prepara a cualquiera para ser presidente”.
No, tener seis hijas.
De acuerdo.
Seis hijas y un hijo. Es que, con ellas, uno tiene que aprender a negociar, a dialogar, a ser equitativo. Y, además, son tres generaciones distintas. Ya tengo hijas en los 50 y 60, hijas de 40 y otra hija de veintitantos. Uno puede ver cómo el mundo va cambiando y ha cambiado a través de sus ojos.
Usted adoptó a cuatro hijas justo cuando caía el régimen de Salvador Allende en Chile.
Hay una entrevista de una de mis hijas, allí están todos los datos sobre eso.
Pero, cuénteme un poco, porque igual era una audacia, era muy arriesgado hacer este traslado cuando el pinochetismo asumía el poder.
No se trataba de arriesgarse, se trataba de hacer las cosas que uno considera que son las correctas, nada más. Y en ese momento estaba muy enamorado, la mamá tenía cuatro hijas y no se podían quedar allá. El papá biológico había sido exiliado. Y, en fin, me tocó ir a sacarlas y traerlas, y que vengan a vivir con nosotros en Lima, nada más.
¿Fue una cosa inmediata? ¿Un día estuvo en Santiago y luego volvió rápidamente a Lima?
No, no, no, fue un proceso de unas cuantas semanas o meses. No era una cosa tan sencilla. Teníamos que organizar cómo iban a vivir aquí, cuándo llegaban, en fin. No es una cosa que uno trae y viene. Hay que organizar.

El expresidente hizo su maestría en ingeniería industrial en la Pennsylvania State University, y su doctorado en investigación operacional y ciencias de sistemas sociales en la U. de Pennsylvania.
Musuk Nolte
Ha contado que uno de los pocos libros que pudo releer durante su presidencia fue Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. ¿Por qué revisar las memorias de un emperador que siente nostalgia por el pasado?
No es tanto que sienta nostalgia por el pasado. Yo recordaba vagamente el libro, lo leí por primera vez hace más de 30 años, poco después que salió, y me impresionó mucho la vivencia de alguien que ha estado en el poder y reflexiona sobre su periodo. Hay muchas lecciones que da ese libro y además está escrito de una manera bellísima. Yo no lo leí en francés, lo leí en una traducción al inglés. Luego he tenido la oportunidad de leer fragmentos de la traducción al castellano que hizo Cortázar. Y realmente es un texto no solo emotivo, sino muy aleccionador.
¿Y cómo se le arranca tiempo a la agenda del presidente para leer?
Yo siempre tengo tiempo para leer. Antes de dormir, en la noche, hay dos cosas que trato de hacer. Primero, leer algo. Y, en segundo lugar, si lo tengo a la mano, hacer un Geniograma. Lo bueno del Geniograma es que mezcla desde un futbolista, hasta un cantante, una novela, un político, uno tiene que saber de todo un poco. Y siempre hay tiempo para eso.
Durante los primeros meses de la pandemia, en el mundo se hizo muy visible la figura del consejero científico que acompaña al jefe de Estado; sobre todo en Estados Unidos y en Europa. ¿Por qué esa figura no se usó en países de América Latina?
En América Latina todavía no hay una conciencia lo suficientemente establecida, fuerte y arraigada de la importancia que tiene la consejería de ciencia y tecnología para ejercer el poder, y la importancia que tiene la ciencia y tecnología como sustento de un proceso de innovación primero y desarrollo después. En el caso nuestro, en el Perú, creamos el Consejo Consultivo de la Presidencia del Consejo de ministros. Y, bueno, no había un puesto de consejero científico, ya lo dejamos en la ley, y está totalmente planteado.
¿Es cierto que tuvo que hacer una especie de curso acelerado sobre biología y pandemias?
Sí, bueno, algo sabía ya, porque los temas que uno estudia en política científica y tecnológica cubren eso. Pero tuve que profundizar mucho más en las primeras semanas de mi presidencia. Y tuve la suerte de contar con gente como la doctora Lisa Danzig, una antigua amiga, que me ayudó en ese tema.
Digamos que los contactos que sembró durante su trayectoria ayudaron muchísimo.
Muchísimo. Por ejemplo, la jefa de científicos de la Organización Mundial de la Salud, la doctora Soumya Swaminathan, es la hija de un antiguo colega en Naciones Unidas. La fui a ver cuando estuve en la India hace unos cuantos años. Y pude conversar con ella.
El 31 de mayo de este año, un grupo de especialistas determinó que las cifras que el ministerio de Salud reportaba sobre fallecidos estaban equivocadas. En un día pasamos de tener 68 mil muertes por Covid a 180 mil. Usted fue una de las primeras personas en enterarse de ese dato. ¿Qué se siente cuando se ve esa cifra tan atroz?
No es tan cierto que no se supiera la cifra. Lo que decidimos en el gobierno de transición y emergencia fue entrar un poco más a fondo. Lo que encontramos era que dentro del propio ministerio había varias cifras distintas. Unas eran las cifras que se reportaban, que eran los 60 y tantos mil fallecidos, basados en pruebas moleculares o pruebas antígenas o pruebas rápidas. Y otros informes ponían los que habían sido declarados muertos por COVID por los médicos, porque habían estado en contacto o tenían los síntomas de esta infección, aunque no tuvieran la prueba. Lo que decidimos nosotros fue armar un grupo de trabajo con expertos de fuera del ministerio y funcionarios del gobierno para examinar todas esas fuentes de datos. Haciendo toda esta ampliación se llegó a la cifra, que ya se conocía y estaba dentro del ministerio como dato, pero no se había hecho pública en los informes periódicos que se reportaban. Ahora, lo que uno siente es la confirmación de una tragedia, porque realmente, cuando llegó esta pandemia, no estábamos preparados, nuestro servicio de salud no estaba a la altura, hubo que correr y tratar de conseguir las vacunas.
(Le sugerimos leer: El candidato del Centro Democrático Óscar Iván Zuluaga habló en un picante diálogo con las veteranas Tola y Maruja para BOCAS)
Disfruté de estadías en Villa de Leyva, del ajiaco bogotano, de sesiones con guitarra y tiple, y de los vallenatos de Escalona, sin dejar de lado el buen café de Oma y los bares de La Candelaria
Estaba leyendo su último libro. En el prólogo, su gran amigo Enrique Zileri se pregunta: “Total, ¿quién es Francisco Sagasti? ¿Ingeniero o economista? ¿Científico o sociólogo? ¿Leonardo da Vinci o mago de Oz?” ¿Tiene una respuesta?
Extraño tanto a Enrique. Esas preguntas las hacía así, se las hacía todo el tiempo. Yo creo que hay que ser un poco de todo. Y no, nunca me gustó encasillarme en un solo tema, sino realmente variar y explorar cosas diferentes o distintas.
Su profesión real es la de ingeniero industrial.
Ingeniero industrial, correcto.
¿Cómo sale un ingeniero industrial de la unión de dos periodistas?
En primer lugar, me gustaba algo que sea operativo, que sea práctico. Nunca me gustó medicina. El derecho lo encontraba un poco enredado. Las ciencias sociales, más o menos. Pero recuerdo que conversaba con mis padres y en algún momento me dijeron: “Mira, uno nunca sabe dónde va a parar. Si tú estudias derecho, es una profesión que tienes que practicar solo en el Perú, porque el derecho es distinto en cada país; pero si estudias ingeniería, las carreteras, las fábricas son las mismas en todo lugar. Eso te da más flexibilidad”. Esa fue una consideración inicial. Y, segundo, a mí me gustaban la química, la física, las matemáticas y también algo de estadística. Poco a poco me fui encaminando. Empezamos en la UNI, en esa época era más ingeniería química que industrial, luego pasó a ser más industrial y de sistemas. En los años que estuve allí se dio esa transición.
Sus amigos que recuerdan su paso por la UNI dicen que usted estaba más interesado en los sistemas que en...
...la parte puramente química, es verdad. Empecé en lo químico y físico, pero de ahí a pase a la parte de sistemas.
¿Se podría decir que usted le interesó la programación cuando aún las computadoras no llegaban al Perú?
No. Ya había llegado la primera computadora a la UNI, una IBM 1620, que llegó en 1963. Y tuvimos la suerte, con algunos amigos y colegas inquietos, de estar entre los primeros 10 o 15 estudiantes que aprendieron a programar con Miguel Colina Marie, un profesor que había estado en el MIT. Era un tipo muy sofisticado que había traído todas las técnicas de modelos matemáticos aplicados a la gestión, lo que se llama investigación operacional. Y, en el penúltimo año de la universidad, tomamos un curso de verano con él sobre todos los temas de programación; o sea que empezamos prácticamente cuando llegaron las computadoras.
¿Fue usted uno de los primeros programadores en el país?
Yo no tengo tanto talento para programar. Soy un poquito más impaciente, menos ordenado en los detallitos que hay que poner, pero sí sabía lo que se debía hacer.
¿Fue un buen alumno?
Bueno, el primer año en la universidad teníamos una frase: “No hay buen ingeniero que no repite primero”. En esa época, y ahora también, la distancia que hay entre el último año de secundaria y el primer año de universidad, sobre todo en una universidad tan exigente como la UNI, era muy grande. Entonces, el primer año yo seguía con los hábitos de estudiante de colegio, enfrentándome a la universidad, y perdí el primer semestre. Ya en el segundo año empecé normal. Y de allí en adelante me mantuve siempre en el segundo puesto de la universidad. El primero era imposible, porque era, como decíamos en esa época, para un chancón, para un hombre dedicado exclusivamente a los estudios. Pero a mí me interesaban muchas otras cosas más, incluyendo ser dirigente estudiantil.

Ha recibido el premio Robert K. Merton de la Asociación Sociológica Internacional por su trayectoria académica y profesional.
Musuk Nolte
Entre 1988 y 1989 fue presidente del Comité Consultor de Ciencia para el Desarrollo en Naciones Unidas.
Correcto.
¿Cómo era conectarse con una serie de científicos de todo el planeta sin la facilidad de internet?
Antes de eso armamos un proyecto muy grande en los años 70. Yo llegué a la presidencia del Consejo de Ciencia y Tecnología de Naciones Unidas después de un largo período de trabajar esos temas. En el 73 armamos un proyecto en 10 países del tercer mundo: Argentina, Brasil, Colombia, México, Venezuela, Perú, Egipto, Yugoslavia y Corea del Sur. Y no había internet, no había nada, teníamos que comunicarnos por télex y enviar cartas. Una ventaja, a pesar de no tener buena comunicación, era viajar mucho. Entonces, yo viajé a todos los países miembros de este proyecto durante 4 o 5 años. Estuve en Corea del sur, por ejemplo, varias veces, a partir del 73 hasta el 80.
Estuvo en Colombia, entonces. ¿Qué recuerdos tiene de este país?
Viví en Bogotá durante tres años, a fines de los 70s. Tengo una hija nacida en Colombia, e hice muy buenos amigos, entre otros a Pedro León Díaz, Guillermo Perry, Margarita Marino de Botero, Ramiro Cardona, José Antonio Ocampo, Daniel Samper Pizano, además de excelentes compañeros de trabajo, como mi compadre Fernando Cha- parro, Hernán Jaramillo, Blanca Stella Herrera, Henrique Tono y Joan Redfern. Algunos de ellos han fallecido, pero están siempre en mi memoria. Disfruté de estadías en Villa de Leyva, del ajiaco bogotano, de sesiones con guitarra y tiple, y de los vallenatos de Escalona (en especial el que le dedicó a Jaime Molina), sin dejar de lado el buen café de Oma y los bares del barrio La Candelaria. Tengo muy gratos recuerdos de Colombia.
Algunos de sus colaboradores dicen que es una persona muy emotiva.
Bueno, yo creo que sí. Yo creo que toda persona tiene que ser íntegra, tiene que ser racional, tiene que ser emotiva, tiene que tener una determinación. Uno trata en la vida de ser lo más completo posible como persona, ni exclusivamente emocional, ni exclusivamente racional. Uno tiene que poder mezclar las dos cosas. Como alguna gente prefiere ser uno u otro, entonces me dicen que soy emotivo. Sí, claro. Eso es parte de lo que es el ser humano.
¿Cómo llamaba a su madre? ¿Elsa o mamá?
Al principio, cuando estaba muy chico la llamada en alemán, mutter. Ya, al nivel de adolescente, la llamaba “vieja”, y a mi padre “viejo”. Eran mi vieja y mi viejo. Ellos se mataban de risa.
Y así quedó.
Así quedó, nos quedamos con ello.
Ella recuerda, en su libro de artículos, que uno de sus hijos le contó una anécdota y que en base a esa charla escribió una columna, pero que lue- go los amigos identificaron al chico que había contado el dato y le hicieron un problema.
Lo que pasa es lo siguiente: mi madre primero escribía con un seudónimo y luego mi padre la convenció. Le dijo: “Déjate de escribir con el seudónimo de Doña Cándida o Don Mirón. Tienes que escribir con tu nombre”. Entonces, ella empezó a escribir con su nombre. Y como ella misma dice, como estaba acostumbrada a escribir y decir las cosas que salían de la familia, no reparaba que había un montón de gente que leía eso y que nos conocía. Entonces publicó eso. No era un problema serio, pero ya era, digamos, no tener privacidad. En una reunión de familia, con mi hermano y con mi padre, le dijimos: “Mira, vieja, por favor, ya no pongas nada. Si quieres escribir algo, ponlo en tercera persona. Si quieres escribir algo que se refiera a nosotros, no nos menciones”.
Su madre fue muy crítica del régimen militar de Juan Velasco Alvarado.
No tanto de Velasco. Fue crítica, muy políticamente, de lo que veía y de las metidas de pata, sobre todo de los ataques que hizo innecesariamente el régimen a personas como Lucila Belaunde de Cruchaga, que esa fue la gota que rebasó el vaso.
A donde yo quería llegar es que ella tuvo una mirada crítica y usted en cambio tuvo simpatía por el régimen de Velasco. ¿No hubo una tensión entre ustedes por eso?
Sí. Igual con mi padre. Hay un artículo de mi madre que habla sobre mirarse en el espejo. Y lo que ella decía es que el espejo es un amigo un poco cruel porque le dice las cosas a uno. Y, luego, en otro momento habla de que uno tiene que ser fiel a sus principios para poder mirarse en el espejo todos los días. ¿Y qué significa eso en la práctica? Lo discutí con ella. Mira –me dijo– tú sigue tus convicciones. Y en el momento que veas que tus convicciones no apoyan esto, entonces hay que tomar una decisión. Y eso fue lo que hice. Durante años, en el gobierno militar, yo fui asesor de Alberto Jiménez de Lucio, el ministro de Industria, Comercio y Turismo. Era un caballero, un hombre brillante, un hombre decente, honesto, con una visión muy clara. Y tuve el privilegio de trabajar con él durante mucho tiempo. Cuando él salió del ministerio, la situación empezó a cambiar. Llegó el momento en que vi que las cosas no estaban yendo en la dirección correcta, que había problemas de arbitrariedad, de corrupción, y me fui.
(Puede leer también: Alirio Barrera, el vaquero del Partido Centro Democrático habló en BOCAS 112)
En 1996, usted fue parte, por tres días, del grupo de personas secuestradas por el MRTA, en la residencia del embajador japonés. ¿Cuál fue el momento de mayor tensión en esas horas?
No es que hubo un momento más complicado, todo el proceso fue muy complicado. Era cuestión de adaptarse a esa nueva situación y de ver qué es lo que se podía hacer. Pero yo, al contrario de lo que dice la gente, nunca, en ningún momento, me acerqué a los terroristas. Yo me acuerdo que Néstor Cerpa Cartolini, el líder de los emerretistas, organizaba reuniones y conferencias con todos, en el segundo piso de la residencia. Entonces, la gente y los rehenes querían escuchar lo que él tenía que decir, sobre todo aquellos que eran o políticos o periodistas. Yo nunca fui a una sola de las charlas que dio Cerpa. Y un día me acuerdo que estaba con Rolly Rojas, el Árabe, y me pregunta: “¿Y por qué no va usted a escuchar al camarada Néstor? Y le dije: “Bueno, porque no quiero discutir. Yo no discuto de política con nadie que me apunta con un fusil. Si quiere conversar de política, cualquier cosa, encantado, nos vamos en otro momento a tomar un café en el Haití y discutimos, pero yo no voy a estar discutiendo con nadie que tiene un fusil en la mano”. Y cuando salí les dije: “Oigan, ustedes nos han tenido acá tres o cuatro días. Cuando yo voy a un seminario me dan un certificado de asistencia, de haber participado. Ustedes deberían darnos unos”. Y el Árabe me dice: “Bueno, sí, le puedo dar un certificado”. Entonces miro alrededor y veo una caja de agua mineral Fuji. Y en ese cartón me firmaron un reconocimiento.
Y escribieron mal su apellido.
Me pusieron Sagástegui. Pero ya le digo, lo primero que hice fue marcar una diferencia muy clara, marcar una distancia con el Árabe, que era el único que hablaba, porque estaba en la puerta del cuarto en que estábamos como cuarenta o cincuenta rehenes, todos apiñados.
Estaba leyendo la letra de una canción. Dice así: “Caballero de antaño que has sabido como ser. Lima y tú están siempre unidos, en lo que añoro de ayer”. ¿Sabe quién la escribió?
Yo, por supuesto [se ríe]. Ese fue el regalo que le di a mi padre por sus 88 años.
No lo sabía.
Le dije: “Mira, viejo, de cumpleaños te voy a regalar algo que refleje lo que era la Lima en los años cincuenta, cuando tú jironeabas, tú ibas acá y allá. Por eso la canción dice: “Qué pasó con el Raimondi, ya no hay donde almorzar”. Esa es su parte de la canción; cuando hablo de El Cordano, el chifita, la turronería San Martín, que eran los lugares por los que él caminaba. Y yo iba con él a esos lugares, de chico. Él se quejaba de que las cosas no eran como antes, pero Lima sigue siendo la misma. Ha cambiado, pero sigue siendo igual.
¿Cuántas canciones ha escrito?
Bueno, las que están grabadas son seis. Tengo un montón más que no he tenido tiempo de terminar. Siempre me gustó la música. Lo que sucede es que aprendí piano hasta los 12 años y de ahí lo dejé, de puro tonto. Y luego, a los 14 o 15, tomé la guitarra de oído, porque en Chaclacayo, si usted no cantaba o tocaba guitarra de adolescente, ya era un poco difícil estar enamorando a las chicas. Allí fue donde empecé a componer algunas canciones.
Debe ser el único presidente que tiene un disco con composiciones propias que, además, han sido llevadas a un concierto.
Bueno, ese es mérito de Mónica Gastelumendi, que es una gran cantante, directora de Música en la Universidad Católica. Bueno, ella grabó esos temas. Los tocó el grupo que dirigía Carolina Araoz. Y ya estaba listo. Y luego me dijeron: “Oye, ¿por qué no cantas tú?”. Yo dije: “Ah, bueno, como es para mi padre, sí, yo le voy a cantar una versión”. ¿Usted tiene el CD?
Lo he escuchado.
Bueno, tomándole el pelo a la gente dije que lo mío era un “bonus track”, porque está la canción formal, bien hecha, y estoy yo, con esta voz (se ríe).

En 1996, en el marco de la toma de la residencia del embajador de Perú, Sagasti fue secuestrado por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.
Musuk Nolte
Retomó clases de piano a los setenta años.
Setenta y tantos.
Entró a la política activa a los 71 años.
Sí.
¿Empezará clases de quechua este año?
Estoy tratando de buscar los tiempos porque es un poco difícil desplazarme con facilidad, tengo que andar con seguridad y todo eso.
Lo que le quería decir es que, de alguna manera, está descubriendo una energía inesperada a los setenta.
No, no es energía. Uno tiene que aprender todo el tiempo. Lo más aburrido es no aprender nada. Yo siempre estoy aprendiendo. Y he aprendido de los jóvenes. Por eso me encanta, y lo he hecho toda mi vida profesional, trabajar con gente más joven que yo, y gente mayor que yo, y poder servir como puente entre generaciones.
Sus amigos dicen que probablemente sea recordado como el presidente que citaba a Vallejo y a Freud.
(Se ríe) Y también a Marguerite Yourcenar. No sé, bueno, yo creo que debe haber muchos otros presidentes que han hecho eso también.

La portada de la edición 112 de BOCAS es Germán Tellez, uno de los grandes sabios y maestros de la arquitectura colombiana.
REVISTA BOCAS
Gracias por leernos.
Nos gustaría recomendarle una de nuestras entrevistas: Germán Tellez, uno de los grandes maestros de la arquitectura colombiana, habló en BOCAS 112.
POR: Emilio Camacho.
TW @CamachoEmilio
FOTOS: Musuk Nolte.
EDICIÓN 112. NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2021