Pakistán, 2017: Niñas que son obligadas a casarse. Niñas que son mutiladas y asesinadas por sus familias en crímenes de honor. Niñas que sufren de convulsiones, parálisis o ataques fruto del estrés psicológico que les producen los matrimonios arreglados.
El realizador belga Stephan Streker lleva al cine su mirada de este drama desde la perspectiva occidental. La película se titula ‘La boda’ y ya está en los teatros.
“Me interesaba saber cómo experimentaba cada uno de los participantes esa tragedia; ellos eran un escenario de poderosas luchas morales”, dice Streker.
El tercer largometraje del realizador se estrenó durante el Festival de Toronto el año pasado. Su protagonista, Zahira, de 18 años, ha crecido como una inmigrante paquistaní en Bélgica. Sin embargo, es forzada a un matrimonio concertado por la tradición de su país. Streker explica, en una entrevista a la que tuvo acceso EL TIEMPO*, cómo se acercó a la historia de una adolescente, a sus delirios de libertad y a la devoción por su familia.
El guion está escrito desde la mirada de Zahira, ¿por qué?
La película es sobre ella y sus sentimientos. Y si Zahira no estaba en la escena, el punto de vista era el de Amir. Y si ninguno de los dos aparecía, quitaba la escena. Todo en el cine es cuestión de perspectiva. Cuando escribo, los diálogos siempre son lo primero, y algunos de ellos se inspiran en mis encuentros con miembros de la comunidad paquistaní en Bélgica.
Cuéntenos más sobre esa perspectiva. ¿Cómo logró engranar los intereses de cada personaje?
Fue importante entenderlos a todos: a Zahira, por supuesto; pero también a su padre, su madre y su hermana mayor. El cineasta Jean Renoir dijo que nunca hubo personajes malos en sus películas porque cada uno tenía sus razones para obrar de cierta manera.
¿Qué tan profundas fueron sus aproximaciones con el tema del filme?
Debía ser impecable al retratar la cultura paquistaní. Tuvimos una consultora paquistaní en el set que me permitió ser preciso hasta en el más mínimo detalle: el vestuario, los peinados, la forma de expresarse de los personajes.
Hay una anécdota que siempre cuento porque me enorgullece: solo el último día de filmación, el imán (que no era un actor y quien encabeza la ceremonia religiosa musulmana) se dio cuenta de que los intérpretes de la película no eran todos paquistaníes. Eso comprueba que hicimos un buen trabajo.
¿Sintió alguna responsabilidad al abordar el matrimonio forzado en una sociedad sensible a los cuestionamientos de sus tradiciones?
Uno siempre debe sentirse responsable cuando hace un gesto crítico, ya sea artístico o de cualquier otro tipo. Creo que hay automáticamente una dimensión política. Es inevitable, aunque mi intención nunca fue hacer una película política; me interesaba más la tragedia intrafamiliar y la comprensión de sus problemas reales.
Comprender no significa perdonar, justificar o minimizar cualquier responsabilidad.
Es importante recordar que todavía había matrimonios arreglados en Francia a principios del siglo XX y que las cosas han evolucionado desde entonces. Tengo la esperanza de que las cosas sigan cambiando. Zahira es una heroína para el 2017, una Antígona de su tiempo. Ella es un personaje enriquecido por dos culturas que, en lugar de anularse, se complementan. Vive en una familia amorosa en la que, sin embargo, surgen problemas que desbordan el amor.
El tema de ‘La boda’ no está ligado a la religión, sino a la tradición, el honor y, sobre todo, los valores. Es la tradición que Zahira rechaza, y ciertamente no es un asunto religioso. La prueba: la vemos orando durante la película en un momento en que ella ha roto relación con su familia. Rechaza la tradición, pero su fe sigue intacta.
¿Qué lo llevó a embarcarse en esta película?
Estaba tratando de contar esta historia desde mi punto de vista personal, pero sin manipular al espectador acerca de lo que debe pensar. Mi punto de vista es la preocupación del cineasta. Pero el juicio es el del espectador, es su trabajo.
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO*
@culturaet
* Entrevista cedida por Cine Colombia
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