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Cine y Tv

Guerra fría: ‘Misión imposible’ vs. James Bond

Tom Cruise (en primer plano) con parte de su equipo: Rebecca Ferguson (atrás), Ving Rhames (d), Simon Pegg (i).

Tom Cruise (en primer plano) con parte de su equipo: Rebecca Ferguson (atrás), Ving Rhames (d), Simon Pegg (i).

Foto:Paramount Pictures

La sexta película de la exitosa saga que protagoniza Tom Cruise ya está en cines.

Hay algo que sobresale entre los casi unánimes elogios elegidos por la mayoría de críticos norteamericanos y británicos para saludar el regreso de Misión imposible. “Es la hora de empezar a preguntarnos si las películas de Misión imposible lograron eclipsar a las de James Bond. No se trata de una idea tan herética como parece”, acaba de escribir Chris Nashawaty en Entertainment Weekly, uno de los medios que recibieron con entusiasmo esta vuelta. Para el crítico, Misión imposible: repercusión (Mission Impossible: Fallout), que ya se encuentra en los cines del país, funciona como la equivalencia perfecta de 007: Operación Skyfall (2012), uno de los títulos más ambiciosos de la historia del (todavía) agente secreto más famoso del mundo.
Como le ocurría a Bond (Daniel Craig), en la sexta entrega de Misión imposible su protagonista, Ethan Hunt (Tom Cruise), debe combatir al mismo tiempo contra dos adversarios: algún villano delirante resuelto a destruir el mundo con métodos terroristas y su propia historia personal, cargada de conflictos, culpas, sospechas y fantasmas. Esos problemas se extienden al vínculo entre el agente y la organización que lo cobija y le ordena ejecutar misiones de altísimo riesgo. En este juego de historias paralelas nos acostumbramos a ver cómo repercute en la evolución de personajes como Bond y Hunt el daño que ese cumplimiento del deber ocasiona entre los seres queridos de ambos héroes. Bond jamás deja de mostrar en cada nueva aparición después de Casino Royale (2006) cómo le duele sin remedio el recuerdo de Vesper Lynd (Eva Green), el amor que perdió trágicamente en esa historia. Para Hunt, en tanto, la eterna búsqueda de su esposa, Julia Mead (Michelle Monaghan), parece funcionar todo el tiempo como el motor que lo lleva a ejecutar cada nueva misión con un impulso casi suicida.
En la nueva aventura, Hunt y su equipo de confianza recorren frenéticamente varias capitales europeas para impedir que Solomon Lane (Sean Harris), un villano heredado de la aventura anterior (Nación secreta, de 2015), produzca un atentado nuclear con el respaldo de una organización criminal oscura y secreta llamada Los Apóstoles. También en 2015 llegó a los cines Spectre, la película número 24 de la historia de Bond (y la última hasta ahora). Allí, 007 se enfrenta a otra corporación del mismo tipo (presente en El satánico Dr. No, allá por 1962) y se expone a peligros parecidos.
Las semejanzas entre las aventuras de 007 y las misiones imposibles del cine se extienden. En las últimas películas de ambas series, las organizaciones que cobijan a nuestros héroes se ven envueltas en situaciones complejas y hasta equívocas respecto del lugar que ocupan y las responsabilidades que ejercen. De un lado, el MI6, el servicio secreto británico (cuyas encrucijadas internas quedaron a la vista en Operación Skyfall), y del otro las pugnas entre IMF (Impossible Mission Forces), organización que tiene como agente estrella a Hunt, y la CIA. Algo que volverá en la sexta Misión imposible.
Uno tras otro van surgiendo unos cuantos puntos de comparación más, en un continuo que va desde los aspectos más lúdicos hasta los más serios. En la primera categoría podemos incluir las secuencias de títulos, siempre fieles a sí mismas. En Misión imposible, esas secuencias suelen moverse a un ritmo de vértigo, con un velocísimo montaje que parece correr una carrera contra el tiempo para ganarle al recorrido de una mecha a punto de estallar, siempre a partir de alguna variación instrumental del tema musical que le abrió al talentoso Lalo Schifrin para siempre la puerta más grande de Hollywood. En las películas de Bond, en cambio, las canciones responden a una impronta única y perdurable por más distancias de género y estilo que haya entre las voces que las interpretan. Con ellas se puede armar un extraordinario listado que habla de la evolución consciente de nuestro héroe a lo largo del tiempo.
En la segunda categoría aparecen temas muy graves y serios de política internacional, mezclados con cuestiones de pura ingeniería cinematográfica. Bond y Hunt inician sus respectivas carreras bajo el paraguas de la Guerra Fría. La creación de Ian Fleming comenzó su larga vida cinematográfica en 1962, mientras el grupo especial encabezado por Hunt lo hizo cuatro años después en la pantalla chica como producto de una idea original del productor televisivo Bruce Geller. En aquellos tiempos veíamos a 007 y el equipo encabezado por Hunt, si es que aceptaba las misiones que llegaban a través de cintas capaces de autodestruirse en pocos instantes, se desplazaba en misiones suicidas a países reales o ficticios ubicados detrás de la Cortina de Hierro o como títeres del poder comunista. Lo mismo hacía Bond, pero con un viraje paulatino hacia el enfrentamiento con locos megalómanos con ansiedades de dominio mundial.

Más cerca de la realidad

En los últimos tiempos, tanto Bond como Hunt les dieron a sus aventuras una impronta más cercana al mundo actual, expuesto a amenazas terroristas de variados fundamentalismos, junto al retorno de ciertos códigos propios de una guerra fría rediviva. Por si faltaba algo, The Guardian develó hace unas semanas uno de los borradores del guion que Danny Boyle y su guionista John Hodge preparan para el regreso de James Bond. Su película número 25 verá la luz en octubre de 2019. Al parecer, el equipo de casting de la película está a la búsqueda de dos personajes protagónicos, uno masculino y otro femenino, que deben ser rusos.
Se espera que el Bond 25 tenga a su primer villano ruso en dos décadas. El último, Valentin Zukovsky (Robbie Coltrane), apareció en El mundo no basta (1999), cuando 007 todavía era Pierce Brosnan.
Antes y después de Brosnan vimos cómo Bond se jugaba la vida en las situaciones más inverosímiles y peligrosas, ejecutadas por los más experimentados dobles de riesgo profesionales. El Ethan Hunt de Tom Cruise, en cambio, no hace distinciones entre personaje y actor en ese aspecto. Cruise siempre quiso protagonizar sus propias escenas de riesgo y lo sigue haciendo en esta sexta entrega, a los 56 años. Ahora aparecerá subido a un helicóptero (dice que estuvo un año y medio entrenándose para esa secuencia) y manejando una moto en contramano y sin casco por las calles de París.
Todo esto tiene un costo: por un mal movimiento en un salto temerario se fracturó un tobillo y el rodaje entero tuvo que reprogramarse. Cruise vio una y mil veces ese episodio mientras promocionaba la película en Estados Unidos con una sonrisa en los labios. Tal vez esté imaginando que alguna vez Ethan Hunt superará a James Bond como el agente secreto más famoso del cine. Y del mundo entero.
MARCELO STILETANO
LA NACIÓN (ARGENTINA) / GDA
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