Cineasta o poeta. Bernardo Bertolucci tenía contundentes influencias artísticas: la de su padre, el notable pero olvidado poeta y guionista Attilio Bertolucci, y la del realizador Pier Paolo Pasolini, también poeta, a quien asistió en la dirección de su primer largometraje, Accattone. Fueron sus pasos iniciales en la literatura y el cine a la sombra de dos gigantes.
Bajo la tutela de su papá, que llenaba la sala de su casa con la cruda realidad de la posguerra, y las charlas con Pasolini, apasionado por las desgracias de la periferia, la pobreza y los actores no profesionales, Bertolucci se acercó al psicoanálisis de Freud y el marxismo, que permearían toda su obra cinematográfica.
Ya para esa época había bebido sorbos de la dirección con la complicidad de su hermano Giuseppe y gracias al regalo de su papá, una cámara de 16 milímetros con la que hizo varios cortometrajes rodados con más pasión que técnica.
A sus 21 años, Bernardo Bertolucci (nacido en Parma el 16 de marzo de 1941) caminaba por su cuenta. La commare seca, en 1962, era su primer filme que vislumbraba lo que este jovencito nacido en la Emilia Romagna partisana le brindaría a la industria.
Hoy, Italia lamenta la muerte de uno de sus directores más insignes, autor de una quincena de largometrajes con los que cosechó las más altas mieles del éxito, así como duras controversias.
Lo suyo eran los personajes desvencijados, enmarcados en el desaliento político de las épocas que vivían; su idea del amor, la sexualidad, la humillación y la rabia se cruzaban sin pudor en los guiones de sus películas, y las escenas eran el resultado poético de su sagaz visión de la historia. Así lo dejó ver en El conformista (1970), la polémica El último tango en París (1972), Novecento (1976), La Luna (1979), Tragedia de un hombre ridículo (1981), El último emperador (1987), El cielo protector (1990), Pequeño buda (1993), Belleza robada (1996), Asediada (1998) y Soñadores (2003).
Atraído por la investigación, pero también por las relaciones de los individuos con sus contextos, es uno de los pocos cineastas italianos en haber desarrollado parte de su carrera en el extranjero. Rodó en China, África, Bután y París.
Incluso, pasó por Colombia, cuando vino a Cartagena para el festival de cine de 1981.
“Yo me crucé con Bernardo en tres ocasiones en la vida: una en ese festival; otra, cuando fui el asistente de dirección y actor en Érase una vez en el oeste (un guion escrito por Bertolucci), y la última, en una fiesta en su casa –recuerda Salvo Basile–.
Lo lindo de ese encuentro fue que estaba Michelangelo Antonioni (el fallecido realizador), quien quería hacer una película y me hacía mil preguntas sobre Colombia, Gabo, la violencia, la guerrilla… Y yo no sabía, la verdad, cómo explicarle a ese monstruo las contradicciones de este país. En eso llegó Bernardo y nos dijo: ‘¿Te acuerdas, en Cartagena, de una mujer bellísima que vimos en las afueras del teatro?’ Estaba hablando de Amparo Grisales”.
El realizador, que estuvo en la Heroica para acompañar su cinta Tragedia de un hombre ridículo, falleció en Roma y por causas que no se han precisado. Los medios italianos señalan que el ganador de dos premios Óscar padecía un cáncer y tenía problemas de salud que lo habían confinado a una silla de ruedas desde inicios del 2000.
Declarado ateo y abierto opositor del fascismo, en sus 77 años de vida Bertolucci casó más de una pelea.
Hace dos años causó revuelo su reacción ante el escándalo del actor Kevin Spacey, quien fue acusado de abuso sexual y terminó eliminado del metraje de Todo el dinero del mundo. “Tengo unas ganas de hacer una película con él”, dijo, en un momento en que toda la industria del cine le cerraba las puertas al exprotagonista de la serie House of Cards.
Además, cuando Bertolucci se dio cuenta de que Spacey iba a ser reemplazado por Christopher Plummer dijo: “Cuando me enteré de que había aceptado borrar todas las escenas de Spacey, le envié un mensaje al editor Pietro Scalia para que le dijese a Ridley Scott (el director) que debería avergonzarse”.
En la industria era conocido por su terquedad y los conflictos durante los rodajes, sobre todo en lo relacionado con tiempos de filmación y presupuesto. La producción de Novecento fue considerada por el propio director como una “pesadilla”, pues excedió los costos y las semanas previstas para su realización.
Su espíritu comunista lo llevó a criticar el sistema democrático y el establecimiento religioso, incluido el papa Francisco, del que dijo en una entrevista con El País Semanal que su elección fue “una jugada astuta del Vaticano”.
Sin embargo, la controversia que generó El último tango en París no tiene comparación. La película que protagonizaron Marlon Brando (en uno de sus últimos grandes papeles, como un profesor viudo) y la francesa Maria Schneider fue censurada hasta en su natal Italia.
Una década después de haberse estrenado (en 1972), la protagonista relató que ni el director ni su compañero de reparto le explicaron lo que sucedería en la escena más violenta del filme: ella es sometida sexualmente mientras el personaje de Brando usa mantequilla como lubricante.
“Me sentí humillada y, para ser honesta, me sentí un poco violada por ambos, tanto Marlon como Bertolucci”, le dijo al Daily Mail en 2007.
La polémica atormentó al realizador italiano durante años, quien siempre se empeñó en aclarar que las cosas no sucedieron de esa manera. Bertolucci aseguró que la actriz estaba informada respecto a la secuencia de sexo anal, pero que desconocía lo de la mantequilla.
“Pobre Maria. Murió, creo que hace dos años (falleció de cáncer en 2011). Después de la película no nos volvimos a ver porque ella me odiaba. La escena de la mantequilla la pensamos Marlon Brando y yo esa mañana, antes de rodar. Creo que me porté horriblemente con Maria, porque no le conté lo que iba a pasar. Quería que su reacción fuera la de una chica, no la de una actriz. Quería que se sintiera la humillación, que gritara ¡no, no!... Creo que nos odió a Marlon y a mí porque no le contamos el detalle de la mantequilla como lubricante. Aún me siento muy culpable”, explicó Bertolucci en una entrevista con la Cinémathèque Française, en 2013, que salió a la luz tres años después, junto con un comunicado del director al respecto de la misma polémica.
Bernardo Bertolucci estaba casado con la realizadora británica Clare Peploe (luego de cinco años de matrimonio con Maria Paola Maino). Ella desarrolló su propia carrera a la par de su marido con películas como Rough Magic o The Triumph of Love. Al italiano lo conoció durante el rodaje de Novecento, donde fue su asistente.
Para el director parmesano fue fundamental la relación con Peploe. Por ejemplo, cuando Maria Schneider denunció que había sido violada durante el rodaje de El último tango en París, apoyó la defensa de su marido.
Así mismo, fue el soporte para la depresión que experimentó Bertolucci cuando, por culpa de una intervención quirúrgica que no salió bien, terminó en una silla de ruedas. Fueron años de frustración y tristeza que luego pudo conjurar gracias a Peploe.
El realizador no tuvo hijos y prefirió dedicar ese espíritu paternal a sus películas. En una entrevista, el propio Bertolucci afirmó que fue en Soñadores (2003) donde se sintió “más paternal que nunca”.
Esta producción y Tú y yo (2012) despertaron de nuevo la pasión de Bertolucci por dirigir y se convirtieron en sus últimas películas.
El cuerpo de Bertolucci permanece en capilla ardiente en la Sala de la Protomoteca del Campidoglio, sede del Ayuntamiento romano, donde sus seguidores le rinden un homenaje de despedida.
“Siento un inmenso dolor (...). Se va un pedazo de nuestra familia, un amigo fraterno, amoroso, inteligente, genial, impredecible, riguroso e implacable al decirnos siempre la verdad. Su cine forma parte de las maravillas del siglo XX”, escribió Roberto Benigni (La vida es bella) en una nota firmada también por su esposa, la actriz Nicoletta Braschi.
El Festival de Cannes, donde Bertolucci recibió la Palma de Oro honorífica en 2011 y del que presidió el jurado en 1990, también lamentó la muerte del director. “Bernardo Bertolucci era un inmenso artista que encarnó el cine italiano convirtiéndose en una figura mayor de su identidad. Tenía con Cannes un vínculo inquebrantable”, declararon las directivas en su cuenta de Twitter.
AFP / EFE / REUTERS