Una película inspirada en el Quijote de la Mancha es en su realización un proyecto quijotesco: años de maduración de la idea; un equipo de producción joven, entusiasta pero inexperto, y la fatídica muerte de su protagonista son solo algunos detalles que hacen de 'Un tal Alonso Quijano' una historia con un halo de imposibilidad.
Pero su directora, Libia Stella Gómez, no está acostumbrada a aceptar los ‘no se puede’ como respuesta. Así sacó adelante sus proyectos 'La historia del baúl rosado', un relato sobre detectives en la década de 1940, y 'Ell'a, un filme intimista acerca de dos ancianos en un deprimido sector de la capital. Contra todas las adversidades, también ve la luz Un tal Alonso Quijano, disponible a partir de este miércoles primero de julio, de forma gratuita, en la página de la Universidad Nacional, que auspició la producción.
A Gómez la idea la acompaña desde su época de estudiante, cuando tuvo un profesor que dictaba una clase sobre Cervantes y el Quijote y se lo sabía de memoria. “Eso siempre me pareció muy loco. Incluso empecé a fantasear que un día iba a llegar vestido como el personaje”, recuerda la realizadora.
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Su más reciente aventura cinematográfica, es una tragicomedia que pone el clásico de Miguel de Cervantes Saavedra en un contexto universitario, punk, ochentero y alejado de la intelectualidad que lo caracteriza. En el filme, el personaje central es un profesor, experto en el Quijote y a quien un drama personal lo lleva a aislarse del mundo al punto que su mente termina perdida entre molinos de viento y transmilenios.
“La estrategia que utiliza Libia para traer el Quijote a este mundo contemporáneo es ingeniosa: a partir de un profesor, al que se le corre el coco y sus terapias consisten en interpretar al personaje; yo, como soy su amigo, tengo que hacer de Sancho Panza. Me parece que los conecta muy bien con el público: Sancho está lleno de filosofía popular, y el Quijote es la representación de los sueños, las utopías”, cuenta el actor Álvaro Rodríguez, que interpreta al fiel escudero del protagonista.
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El apoyo de los estudiantes de cine de la Nacional, alumnos de la directora y guionista, fue fundamental. “Ese cuento de los sueños del Quijote es como la metáfora de los chicos con la película, como si fuera su Dulcinea. Ese combo me sorprendió, sin ellos esta película, la número 40 que hago en el cine nacional, no hubiera sido. Fue impresionante como asumieron todo con ese ímpetu y energía”, dice.Ese amor por el proyecto del que habla Rodríguez fue el que lo salvó de acabar en un cajón, cuando su protagonista, el director de teatro Manuel José Sierra, falleció víctima de una caída.

El fallecido director de teatro Manuel José Sierra, protagonista del filme.
Cortesía de la producción
“Desde que empecé a pensar en la película, consideré a Manolo –recuerda Libia Stella–; pero, él siempre me dijo: ‘¡Cómo se le ocurre! Yo no soy actor, soy director de teatro’. No sé cuántas veces me dijo que no. Hasta que me llamó una tarde: ‘¿Sabe qué? Ya me quedan tan poquitas cartas por jugar en la vida y si a usted no le importa que me tiemblen las manos, lo hago’ ”.
A Sierra le habían diagnosticado Párkinson y acababa de sufrir un accidente vascular. Pero su figura lánguida era la que encajaba en la película: “Hice casting con otros actores, que tenían unos tremendos desempeños, pero Manolo era el único que frente a la cámara inspiraba ternura. Una indefensión única, una persona a punto de quebrarse, desvalida”.
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Cuando Sierra falleció, el metraje iba por la mitad. Con el corazón destrozado, Gómez aceptó la propuesta de sus estudiantes de reemplazarlo por el actor Iván Álvarez, de la Libélula Dorada, y resolver con máscaras buena parte de sus apariciones. Entre las líneas de la locura, Un tal Alonso Quijano expone un drama que justifica la desconexión del maestro con su realidad: “Siempre había querido resaltar a esas víctimas de las que nadie habla, las familias de las víctimas principales. Casi nunca tienen voz ni rostro, no tienen una visibilidad y este fue el momento adecuado para darles su espacio”, comenta Gómez.
“Pienso que nuestra cultura es tragicómica –acota Rodríguez acerca del humor que hay en esta historia de crestas ‘punketas’ y armaduras medievales–. Aquí se le mama gallo hasta a la muerte, es una expresión popular, inherente a nuestra cultura. El humor ayuda a sacarle la yema al huevo y de ahí que el Quijote adquiera una importancia en este momento”.
La película estará disponible, de forma gratuita, hasta el 15 de julio.
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