“Creo que hemos llegado un poco al límite de lo que podemos hacer”. Ciro Guerra hace un ejercicio de reflexión acerca de su trabajo. Su filmografía es breve: cuatro largometrajes y un documental, suficientes para obtener el reconocimiento dentro y fuera de Colombia.
“Uno aprende a tener más ojo y a tomar decisiones más calculadas... Ahora, las ideas que tenemos hacia el futuro no son más chiquitas”, acota Cristina Gallego, productora habitual de Guerra y codirectora de su más reciente película.
Después de 'La sombra del caminante', 'Los viajes del viento' y la nominada al Óscar en 2016 'El abrazo de la serpiente', Guerra y Gallego se montaron, hace casi una década, en el que es, hasta el momento, el proyecto más ambicioso de sus carreras en términos creativos y de producción. La idea fue de ella, pero él apoyó su desarrollo (en el guion también trabajaron María Camila Arias y Jacques Toulemonde). El miércoles primero de agosto es la premiere en Bogotá de 'Pájaros de verano' y desde el jueves 2 se medirá con el público colombiano en las salas de cine.
“Yo no sé si estamos siendo muy convencidos, pero nosotros estamos felices con el resultado”, dice Gallego. El camino de la producción fue rutilante, antes de su llegada a Colombia, pues fue seleccionada como filme inaugural de la 50.ª Quincena de Realizadores, sección paralela del Festival de Cannes: fueron 15 minutos de ovación y excelentes comentarios de la crítica especializada.
Jordan Mintzer, de The Hollywood Reporter, señaló que “la nueva epopeya del crimen de Guerra y Gallego es como una versión indígena de 'El Padrino', que revela la destrucción lenta y sistemática de una familia que se involucra en el tráfico de drogas en los años 70”.
Es una descripción acertada para un relato de ambición, venganza y honor, que se mueve en los terrenos del drama, el wéstern y las historias de mafiosos. Todo enmarcado en la espiritualidad y las rígidas tradiciones ancestrales de los wayús, en La Guajira, donde transcurrió gran parte de la filmación.
“El tema de las energías fue complejo porque allá hay un miedo muy grande respecto a quienes no somos de La Guajira. Ese departamento es de los wayús, un lugar árido e inhóspito donde ellos mismos se han encargado de rechazar a los alijunas (quienes no son de su etnia). Entonces, las inundaciones sucedían porque teníamos a los espíritus en contra, y tuvimos una tormenta de arena durante dos semanas porque ellos nos querían echar. Lidiar con eso es muy fuerte”, comenta Gallego.
El clima ha sido de los más grandes obstáculos en la carrera de los realizadores: en Pájaros... debieron construir varios diques porque “la locación escogida, que parecía un pedazo de desierto más, resultó ser una zona inundable. Y ya teníamos listo el set. No tuvimos opción”, cuenta la directora.
El rodaje de El abrazo... también sorteó todo tipo de dificultades: chubascos interminables, chalupas inestables, intoxicaciones alimentarias masivas, carencia de electricidad, bichos y fobias del equipo de producción. Para desplazarse hasta el sitio exacto, se debió volar a Mitú, en Vaupés, y desde allí tomar una avioneta que aterrizaba en condiciones extremas en medio de los árboles, o recorrer 15 horas por el río, haciendo varios transbordos.
El calor fue el mal amigo en Los viajes del viento, y la congestión de las atiborradas y céntricas calles bogotanas, el de La sombra del caminante.
La Guajira es de los wayús, un lugar árido e inhóspito donde ellos mismos se han encargado de rechazar a los alijunas (quienes no son de su etnia)
Pero nada ha frustrado la relación que surgió a partir del amor por contar historias desde que estaban en la escuela de cine de la Universidad Nacional. “Conocí a Ciro cuando ya había empezado a hacer La sombra... Después nos enfocamos en proyectos que nos retaran y nos llevaran a lo desconocido”, recuerda Cristina.
Aunque el romance en la vida personal terminó, pues se divorciaron hace un año, el profesional se mantiene. La dupla Guerra-Gallego seguirá haciendo cine: “Hay historias que son adecuadas para los dos, otras que le gustan más a ella, otras a mí”, dice Guerra.
“Codirigir Pájaros... fue profundizar lo que habíamos hecho. Reafirmamos que nos complementamos, porque tenemos formas muy distintas de ver y de hacer las cosas”, acota Gallego.
SOFÍA GÓMEZ G.
Cultura
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