Los líderes como Trump se explican mejor desde la farándula que desde las teorías políticas, desde lo pop que desde lo ilustrado.
Se dan cuenta que el pueblo lee la política desde sus referentes populares de sentido, como son la telenovela, la comedia, el ‘reality’, el deporte.
Su capital político está en saber seducir, entretener, entusiasmar y manipular sentimientos.
Trump es un exitoso conductor de ‘realities’. Por eso es agresivo y juega con el suspenso, nunca busca lo correcto sino exacerbar los sentimientos; sabe que la regla del ‘reality’ está en que no triunfa el talento, sino el que logre “conmover” más corazones, lágrimas y sonrisas. (Vea: Donald Trump: el ascenso del populismo en Estados Unidos)
Él conoce que el ‘reality’ es la revancha de los excluidos del poder, allí no ganan los de siempre, sino los sin oportunidades en la vida. En un país donde el 50 por ciento de la televisión es ‘reality’, Trump es un ganador.
Trump es un exitoso personaje de series. Él es Underwood en ‘House of Cards’, Walter White en ‘Breaking Bad’, ‘Dr. House’, ‘Dexter’, Carrie en ‘Homeland’ o Don Draper en ‘Mad Men’.
Sabe que todo se vale para ganar y que no hay escrúpulos en la política y la sociedad, solo una pasión: el poder. Y como la mayoría de protagonistas de series, él es un ser oscuro-agresivo-compulsivo con el mundo y víctima de una conspiración cósmico-democrática. Y en un país donde las series son el modo actual de la opinión pública, Trump es un ganador. (Lea también: Estados Unidos, la victoria de la ira)
Trump es un exitoso comediante. La risa es la clave de la comunicación pop y popular: si hay risas, hay empatía, hay conexión, hay identificación.
Más que hacer discursos políticos, hace chistes; apuntes provocadores e incorrectos que buscan la risa. La única forma de resistir y subvertir la moral de una época es el chiste y por eso Trump escogió el ‘stand up comedy’ como táctica discursiva.
Y en los Estados Unidos los ‘comedy clubs’ abundan: allí el ciudadano va a hacer catarsis de las opresiones correctas de cada día. Y por eso Trump es un ganador.
Trump es todo por la plata. Somos la sociedad donde billete mata cabeza, hombre hecho a pulso derrota a aristócrata, chiste raja al intelectual; el abuso, el acoso y la agresividad se premian, y el éxito se mide no en valores o democracia sino en acciones en la bolsa. En la tierra del capitalismo, Trump es un ganador. (Lea también: El problema no es Trump, sino la gente que lo sigue: José Mujica)
Trump gana por ‘reality’, por serial, por comediante y por capitalista. Y gana en la tierra del capital, el humor, las series y los ‘realities’.
Trump ya no necesita pistolas para matar al otro al estilo de los ‘western’, solo requiere de la televisión y las redes sociales para convertir a la democracia en una farsándula de discriminación y chistes.
Trump es un exitoso formato televisivo y sería un placer verlo en las pantallas de la ficción. Paradójicamente es el presidente del país del poder.
Y lo mismo pasa por estas tierras donde nuestros políticos hacen más sentido como formatos de TV que como actores de la democracia.
ÓMAR RINCÓN
Crítico de televisión
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