El voluminoso Fusi, maletero en el aeropuerto de Reikiavik, anda por la mitad de los cuarenta y debido a su extrema candidez suele ser matoneado por sus compañeros de trabajo. Vive sobreprotegido por una madre casquivana y se enamora de una sociable recolectora de basuras, quien le sirve como única compañía para sobrellevar sus ratos de ocio consistentes en armar maquetas de operaciones bélicas en el desierto egipcio.
Además del transparente retrato de las cotidianidades de un individuo con discapacidades cognitivas y sobrepeso, esta sencilla película de corte hiperrealista se destaca por su nacionalidad de origen: la escandinava Islandia, en medio de un frío abrumador y de nieves eternas que sobrellevan sus habitantes nórdicos. Tuvimos un antecedente en las carteleras de cine-arte: 'El valle de los carneros' (Rams), con las rivalidades de dos hermanos campesinos.
‘Virgin Mountain’, su título en versión internacional, alude al estado de gracia que acompaña al buenazo e inocente protagonista. No presenta demasiados giros dramáticos; el aire rutinario se conserva sin mayores perturbaciones, y durante toda su proyección se repiten los mismos movimientos y las mismas acciones, tan simples como el colorido cereal del desayuno o el plato principal de su comida.
Aborda los rasgos del aislamiento ensimismado, el infantilismo y la discriminación a personas diferentes. Igualmente plantea la incomunicación, aquella falta de oportunidades sentimentales, cierta dependencia maternal y una incapacidad de socializar o de hablar con sus semejantes.
También expone algunas formas de liberación, buscándole un ritmo diferente a su vida mediante clases de baile y la canción ‘country’ ‘Islands in the Streams’, de Dolly Parton.
Pero Fusi no es ajeno a los problemas de prevención y rechazo frente a su naturaleza ingenua… Cuando traba amistad con una niñita vecina, quien le muestra sus muñecas y comenta no gustarle jugar con carritos, levanta sospecha de acoso sexual y el espectador cree que podría repetirse la persecución parroquiana de una reciente obra maestra danesa titulada ‘La cacería’.
Esta fábula islandesa sobre el aislacionismo y la imperiosa necesidad de emigrar o conocer el extranjero nos lleva a pensar en aquella isla lejana del continente europeo no lejos del Polo Norte. Emerge el anhelo de salir del país y conocer las ruinas o monumentos de otras culturas, con una inteligente reflexión sobre lo cerrado e insular que contrasta con la globalización y la voluntad de abandonar momentáneamente tales entornos.
Su autor, el director y guionista Dagur Kári Petursson. Nacido en París de padres islandeses hace 43 años; criado en Reikiavik, estudió cine en Dinamarca y ha realizado cuatro largometrajes hasta el momento.
MAURICIO LAURENS
Especial para EL TIEMPO
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