Once años después de ‘Sumas y restas’, el cineasta y poeta paisa Víctor Gaviria recrea el rapto y la retención prolongada de una colegiala de las comunas de Medellín por un vulgar delincuente que raya en la brutalidad. Con ese peculiar núcleo social explorado por el autor de raíces neorrealistas, desde las comunas y lomas deprimidas de su natal Medellín, Gaviria dirige a cientos de actores naturales provenientes de aquellos sitios: moradores y desplazados que guardan memoria de las luchas pasadas entre milicianos, paramilitares, bandas criminales organizadas y delincuentes comunes.
El panorama es desolador, no pocas veces amarillista y despiadado, sin darle un respiro al espectador que no soporta semejante deterioro cotidiano. “Una cadena de infamias”, en palabras de Víctor, con agresiones e irrespetos contra la condición humana y, particularmente, femenina azotada por miedos a represalias, golpizas y manoseos de toda índole. Predominan, entonces, el silencio y la falta de solidaridad, con niñas abusadas y golpeadas en sus ranchos y barrancos por tipos ciertamente inescrupulosos. (Lea: En las garras de la bestia)
Tales representaciones pecan de inhumanas y atropelladoras por cuanto sus recurrentes conductas degradantes alternan con bajezas instintivas, o manifestaciones descarnadas, en lo alto de sus cerros periféricos. Aquí la violencia de género resulta abrumadora, pero también se presenta una persistente agresividad y continuo maltrato entre vecinas, jóvenes y viejos, madres e hijos; sin mencionar las constantes palabrotas o provocaciones verbales en donde la menos fuerte es… “perra malparida”.
Tamaño desgaste emocional puede dejar estigmas o prejuicios hacia gentes de baja extracción social en cualquier lugar del país asociadas con vicios, temeridades e incontenible violencia. No hay que ser moralistas para expresar ciertas reservas ante la minuciosa puesta en escena de llagas o rencores acumulados que chocan y fatigan en su concepción abiertamente lumpen, sin ofrecer salidas viables en el plano sociológico. (Lea también: 'La mujer del animal' es el mal que no tiene redención)
Pero hay varios aspectos técnicos para rescatar: la creación paso a paso del repudiado protagonista masculino que jadea y se asemeja a un cuadrúpedo furioso, el esmerado diseño luminoso y fotográfico del caleño Rodrigo Lalinde, la música experimental compuesta por el antioqueño Luis Fernando Franco y una rigurosa producción con extras o participantes que suman más de un millar de nombres.
‘Buscando al Animal’, un exhaustivo reportaje detrás de cámaras dirigido por su productora, Daniela Göggel, contiene testimonios vivos de víctimas mujeres que se atrevieron a contar sus desgracias y humillaciones anteriores. Por cuanto más allá de revivir tales infamias, Gaviria se explaya en las torturas hacia ellas y sus relaciones con victimarios, comunidades cómplices y niños que sufren los abusos incalificables de los mayores.
MAURICIO LAURENS
Para EL TIEMPOmaulaurens@yahoo.es