“Yo vivía alimentándome del cine y entendiendo que realmente el cine es una vuelta que lo vive a uno sacudiendo”. Nicolai Fella recuerda sus charlas de café con el profesor Diego Sosa, quien marcó su afición por el séptimo arte. Estudiando en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, el hoy líder de la banda Los Petit Fellas acogía las recomendaciones del catedrático y corría a hundirse en los pequeños locales de la calle 15, abajo de la carrera séptima, en busca de películas en DVD que engordaron su colección y enriquecieron su cerebro.
(Otra cantante en El cine y yo: 'Yo soy un parlante, pero no soy la voz de nadie': La Muchacha).
“Cuando en la universidad decía que tenía que ir a ver una película porque era tarea, no me creían en la casa. Pero sí era bastante en serio”, dice este creador cuya banda acaba de regresar de una gira en México y cuyos videos tienen decenas de miles de seguidores en YouTube.
Ese universo audiovisual que se creó es hoy compartido por los fanáticos de la banda, que agotaron todas las boletas para su charla de ‘El cine y yo’ en cuestión de minutos. Interrumpido por los aplausos y las risas, el músico compartió su filmografía personal remontándose a la impresión que le causó el día que conoció una pantalla gigante:
“La primera vez que entré a un cinema fue para ver 'Ana y el rey'. Era un matiné que había los sábados en Chapinero. Yo estudiaba en una escuelita pública en Fontibón y por alguna razón nos dieron boletas. Tenía 8 o 9 años y pensé: ¿qué es esto? ¿Por qué los humanos se inventaron un lugar donde se reúnen y ven una película juntos? Yo no sabía que eso pasaba. Fui al cine con mi vieja y ahora que lo pienso no era la mejor compañera, porque siempre se dormía. Pero recuerdo su compañía. Hermoso. Apenas, estaba sorprendiéndome de un mundo maravilloso”.
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La voz líder de la banda estudió Comunicación Social y Periodismo, y luego Medios Audiovisuales.
Juan David Cuevas. El Tiempo
¿En dónde vivía en esa época?
El barrio de mi niñez es Compartir Soacha. Había una esquinita donde alquilaban películas para betamax. La noche en que mi hermana iba a nacer, mis papás se fueron al hospital y a mí me tocó quedarme en la casa. Fueron allá y alquilaron tres películas. Me enseñaron a usar el betamax y me quedé solo toda la noche. Yo era inocente, no entendía si el barrio era peligroso o no. Las mamás sí se azaraban, se decían cosas de la cuadra de al lado, se hablaba de una pandilla que luego se hizo muy famosa. Pero uno no era consciente. Yo estaba lidiando con otros niños en un barrio y no entendíamos nada. Apenas sabía que los viernes mi vieja ponía tangos. A las 6 de la tarde golpeaba la pared para llamar a los vecinos. Y los vecinos se cruzaban, traían aguardiente y ponían tangos y boleros.
¿Qué hacía su mamá?
Mi vieja estaba en casa, pendiente de mí. Y cuando nació mi hermana (yo tenía como 5 años), le tocó volver a trabajar porque ya había otra cabeza para mantener en la casa. Ella había trabajado cuando yo era muy niño, me llevaba donde mi tía, a quien yo le digo mi mamá Flor. Se venía desde Soacha, pasábamos por Kennedy y me entregaba sin bajarse del bus. Mi tía me recibía y mi mamá seguía para el trabajo.
¿Y su padre?
Para mí es lo más alto. Mi viejo era vendedor de máquinas de coser. Trabajaba para una empresa que se llamaba Singer. Cuando pasamos por Silvania, dice: ‘Yo me paraba acá y sacaba las máquinas. Les decía a las señoras: esta es máquina de coser, pero escribe. Y hacía el ruido de una máquina de escribir’. Era un tramador: un capo. Él me hablaba de todo, de la vida, del fútbol, del amor. Como el papá de 'Big Fish', la película de Tim Burton.
¿Le gustaba estar en el escenario desde que era niño?
Cuando estaba chiquitico, canté Pedro Navaja en el colegio. Por ahí de 6 o 7 años. Yo estaba muy ‘empeliculado’ con mi canción, y la profesora me miraba con mala cara: pero este chino, ¿qué escucha? Y esa canción me vuela la cabeza porque en Juanito Alimaña dice: “Vengo de un velorio, brother, el de Pedrito Navaja”. ¡Ahhhh, yo puedo estar en este tema y mencionar al man del otro tema! El multiverso se creó ahí...
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¿Es cierto que usted terminó en la música porque fracasó en el fútbol?
Sí, señor. A mí me criaron con una pelota de fútbol. Por muchos años, yo pedía bicicletas, computadores, patines... ¡pero siempre había un balón! A mí me atraviesa el fútbol profundamente, yo voy a ver todas las semanas a mi equipo a la cancha, juego un par de veces a la semana, colecciono camisetas de fútbol...
¿Qué aprendió del fútbol, por ejemplo?
Recuerdo que el primer partido que yo fui a la cancha con mi viejo fue un clásico que perdimos. Y ese día, yo lloraba como un niño. Entonces, mi viejo se me arrastra, se pone a la misma altura y me dice: “Te voy a explicar una cosa: así es el fútbol. Unas veces ganas y otras veces pierdes. No está mal. Y cuando uno pierde, vuelve y sigue. Como en la vida”.
A los 5 años, me dijo: “Si aprendes a leer, te llevo a jugar fútbol”. ¡Yo creo que aprendí a leer como en un par de semanas! O “si los guayos no están embolados, no vamos a jugar fútbol”: estaba hablándome de disciplina, de otras cosas.
El ejercicio de ser una banda es muy similar a la vuelta del fútbol. De hecho, cuando estamos buscando parche en el equipo que va a trabajar con la banda y hacemos entrevistas, yo les digo: Este es el Barça, y en el Bar-ça tienes que entregarlo todo. Y no estamos buscando a Iniesta ni a Xavi, porque ya están ahí. Buscamos un lateral derecho, necesito un Puyol bien estricto, un Busquets... y somos un equipo.
(Fútbol en 'El cine y yo': Willington Ortiz habla de fútbol y películas en 'El cine y yo').
¿Por qué no estudió una carrera creativa al terminar el colegio?
Yo entré a estudiar Contaduría Pública porque yo vengo de una familia conservadora. De una familia que le ha costado tener las cosas que tiene. Yo soy el primer Barragán que va a una universidad. Mi papá estaba haciendo un esfuerzo grande para que su hijo fuera a la universidad. Y me dijo: “¿Ahora este chino quiere estudiar arte?”. La conversación fue larga y fue profunda, y al final cedí. Dije: ‘Pues hay que estudiar’. El primer semestre de Contaduría Pública me fue muy bien. Porque era como filosofía, humanidades. Ya el segundo semestre: patrimonio, activos, pasivos, devengar... No, papá: me abro.
¿Y entonces qué pasó?
Recuerdo que estaba leyendo 'Crónica de una muerte anunciada' y pensé: desde chiquito siempre mi relación ha sido con las palabras. Y me acerqué a donde estaban las palabras, pensando escribir para un periódico. Ya después, las necesidades de mi música me obligaron a ir hacia otros lugares y empecé a volverme audiovisual, aprendí a diseñar para poder hacer más cosas con la música.
¿Aceptó el llamado de las palabras?
Cuando vi la película 'El lado oscuro del corazón', por primera vez pensé que yo podría vivir de mis palabras. Me encontré con ese poeta que atraviesa una conversación constante con la muerte. Y que tenía unos diálogos que me hicieron sentir representado. De hecho, hay una conversación que tiene con otro personaje y yo la tomo para una de mis canciones. Hay un momento en el que este personaje está pidiendo monedas mientras recita poemas en los semáforos. Y es tan surreal, pero tan diciente (...). Es la palabra la que me invita a acercarme a la Comunicación Social.
Entonces, ¿cuándo se dedicó a la música?
Yo salgo de la universidad, lo logro bien, no pierdo materias, comunicador social y periodista... Ya tenía mi primer álbum, Historias mínimas, a mitad de proceso y mi cucho me dice: ‘Hay que buscarse una chamba. Le pagamos una carrera para que trabaje’. Pero yo pensaba: ‘Tengo que encontrar una forma de poder acabar el disco’. Así que decido seguir estudiando...
¿Para no trabajar?
Para no trabajar. Y ya mi cucho me dice: ‘Listo, pero ya no hay plata para pagar eso, ya viene su hermana’. Así que pedí un préstamo y me embalé con el Icetex. Y empecé a estudiar Medios Audiovisuales en la Tadeo (...). Cuando acabé el primer disco de Los Petit Fellas, me tocó dejar de estudiar para que la música funcionara. Tengo tremenda deuda, no he acabado la carrera, pero he decidido que voy a entregarle todo mi tiempo a la música. Nos echamos al frente... aunque luego me tocó conseguir un trabajo.
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El niño responde: 'Es que ya no quiero ser futbolista. Quiero ser músico como usted'. Y el man se para y le dice: '¡No, por nada del mundo! ¡Los músicos venimos a este mundo a sufrir!'
¿Ahí entra la película colombiana 'Te busco'?
Es una de mis películas favoritas. Al lado de Michel Gondry, Alfonso Cuarón, lo que quieran (...). Encuentro en 'Te busco' otra forma de ser representado. Es un man haciendo de todo para tener su orquesta. Y eso incluye endeudarse y decir mentiras. Es la misma vuelta de Los Petit Fellas. Es uno queriendo montar una banda y vivir de ella. En una escena, Robinson Díaz dice: “Me va a tocar vender hasta las revistas de 'El Gráfico', con esto no alcanzo a pagarle a la cantante”. Y viene el hijo y le entrega su balón: “Casi no lo he usado”, para aportar a ‘la vaca’. Pero el papá le dice: “No, chino, si fue el regalo que yo le di en Navidad”. El niño responde: “Es que ya no quiero ser futbolista. Quiero ser músico como usted”. Y el man se para y le dice: “¡No, por nada del mundo! ¡Los músicos venimos a este mundo a sufrir!”.
Y así lleva ya diez años con los Petit Fellas...
Diez años de puro tropezar. Si hoy miro para atrás, digo: ‘Ya sé cómo es la cosa’, y siento que apenas empiezo. Pero son años de trabajar y construir mucho.
Construir colaboraciones con estrellas de la música, por ejemplo. ¿Cuál es la que más recuerda?
La de la canción 'Los otros', con Roberto Musso, de El Cuarteto de Nos. Por la forma en que Roberto asume su ser frente a una invitación así. Con honestidad, pero también en su lugar. Con sabiduría pero con profesionalismo. A tiempo. En disposición. Nunca había sido tan fácil trabajar con alguien, con todo y que es una estrella del rocanrol latinoamericano. Y habría que recordar 'Oro', con Diamante Eléctrico, otra de mis colaboraciones más bacanas.
En una de sus películas favoritas, 'Fish Story', una canción puede salvar el mundo. ¿Con su música, quiere salvar el mundo?
Alguna vez quise salvar el mundo, pero luego me di cuenta de que no soy Jesucristo ni Superman ni esta niña Greta (Thunberg). Decidí que me iba a quitar de encima ese peso. Leyendo a Mario Mendoza, él dice que a la medianoche alguien afuera gritará pidiendo auxilio. Y que podemos quedarnos tumbados en la cama, haciéndonos los locos, o salir a amparar. Pero no hablaba de la guerra, sino del arte: hay días en los que sí podría intentar salvar, si no el mundo, al menos cuatro minutos de alguien que se despertó ‘embalado’ y no se siente bien. Y al menos salvaré un mundo (...). La mejor manera de cambiar el mundo es dando un buen ejemplo.
JULIO CÉSAR GUZMÁN
En Twitter: @julguz
Editor de la Mesa Visual de EL TIEMPO
(Una última charla recomendada: Alejandro Riaño planea el final de Juanpis González).

Los aficionados a la banda Los Petit Fellas llenaron la Sala Capital de la Cinemateca de Bogotá para escuchar la charla El cine y yo con Nicolai Fella.
Juan David Cuevas. EL TIEMPO
- Big Fish, de Tim Burton.
- El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela.
- Mic Macs, de Jean-Pierre Jeunet.
- Rudo y cursi, de Carlos Cuarón.
- La ciencia de los sueños, de Michel Gondry.
- Coffee and Cigarettes, de Jim Jarmusch.
- Harry Potter y el prisionero de Azkaban, de Alfonso Cuarón.
- Te busco, de Ricardo Coral Dorado.
- Irreversible, de Gaspar Noé.
- Amores perros, de Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga.
- Nueve reinas, de Fabián Bielinsky.
- Fish Story, de Yoshihiro Nakamura.
-El director de ‘Encanto’ estará en el evento Colombia 4.0
-'El buen Patrón' y 'Memoria' fueron protagonistas en los Premios Platino