Beatrice (Valeria Bruni Tedeschi) y Donatella (Micaela Ramazzotti) son dos pacientes psiquiátricas recluidas en una clínica de reposo en la Toscana. Son las protagonistas de ‘Locas de alegría’ (‘La pazza gioia’, 2016), del director italiano Paolo Virzi, que con este filme obtuvo los más altos honores en los premios David di Donatello 2017, al ganar cinco, incluyendo mejor película y mejor director.
Estos galardones están plenamente justificados por la manera en que Virzi aborda un tema difícil, que ha dado para comedias absurdas o para relatos bochornosamente inhumanos que se lucran del estado mental de esos pacientes haciéndolos participes de las situaciones más patéticas. Partamos por aclarar que ‘Locas de alegría’ no es una comedia. Si esa es la expectativa del espectador, temo que saldrá defraudado de la sala de cine. Sus situaciones cómicas –que las tiene– derivan del contraste de las personalidades de sus protagonistas, pues Beatrice es extrovertida y dicharachera, mientras Donatella es tímida y apocada. Tiene circunstancias atenuantes que la hacen sentirse y verse así.
Aunque parece que este es un show para el lucimiento histriónico de la bella Valeria Bruni Tedeschi (que ganó el David a mejor actriz), en realidad ella sirve de catapulta narrativa de Donatella. Es la historia de esta última la que tiene peso, la que vamos a ir descubriendo a través de ‘flash-backs’, hallazgos y revelaciones. La suya es una existencia trágica, cercenada casi por una obligada distancia que la ha dejado sin espíritu, sin aliento vital. Beatrice se relaciona inicialmente con ella por curiosidad, para terminar conmoviéndose sinceramente y tratando, con los poco ortodoxos medios a los que recurre, de ayudarla a cumplir un pequeño anhelo que tiene, pero que para ella es todo.
Paolo Virzi viene dirigiendo y escribiendo largometrajes desde 1994 y su oficio –demostrado con éxitos como ‘La primera cosa bella’ (2010) y ‘El capital humano’ (2013)– se refrenda con el exquisito equilibrio de una película como ‘Locas de alegría’, que nunca se desborda ni se burla de sus personajes, que siempre está atenta a la expresión sincera de sus sentimientos. Cuando, en la secuencia final, Gino Paoli interpreta esa bella balada llamada ‘Senza fine’ y canta “sin final arrastras nuestras vidas sin un segundo de respiro / para soñar, para poder recordar eso que habíamos vivido”, sabemos que nos habla de Beatrice, de lo orgullosa que tiene que sentirse de haber sido un ángel para Donatella. Entonces nuestras lágrimas conmovidas se lo agradecen también.
JUAN CARLOS GONZÁLEZ A.
Para EL TIEMPO
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