"Los colombianos somos de buen humor”, nos decimos; pero parece mentira porque el hecho de que riamos mucho no significa que sepamos reír. A Colombia le hace falta el humor como estrategia política del pensar y táctica humana para desestimular los odios y las venganzas.
Por eso, seguimos extrañando a Garzón, esa inteligencia hecha risa.
Garzón se reía de los poderosos y sus arrogancias con ironías, juegos de lenguaje y narrativa de personajes. Y eso es buen humor.
Buen humor es eso de criticar a los poderosos a través de situaciones; buen humor es eso de poner en evidencia las pobrezas de espíritu de los solemnes que nos mantienen en la miseria; buen humor es eso de criticarse a sí mismo, ese reírse de uno y no de los otros.
En un país de mal humor, a Garzón lo mataron los solemnes, poderosos y guerreros.
Y es que los matones no tienen sentido… del humor. Por eso, lo que vemos en los medios de comunicación es mucho mal humor de cuentachistes racistas, clasistas, homofóbicos y machistas; peor aún, vemos reinando a políticos y empresarios llenos de solemnidad, arrogancia y sin sentido del humor. Triunfa el 'bullying' del terrorista del Twitter. Cuando no hay ideas, se mata, y punto.
Garzón fue un creador de formatos y personajes televisivos. Cada uno para pensar y criticar desde miradas distintas.
Dioselina Tibaná o la verdad de adentro, desde la mirada de lo popular, esa sabiduría del que ve el derroche de miserias de los poderosos.
Néstor Elí o ese vigilante moralista que todo colombiano llevamos dentro.
Heriberto de la Calle o la crítica risueña del ciudadano común que desde su atrevimiento es capaz de decir las verdades que los poderosos callan.
Inti de la Hoz o ese retrato fiel de la banalidad de las qué ricas de la tele.
John Lenin o ese anuncio del Petro que habita en nuestro corazón, ese que promueve que hay que caotizar para gobernar y mamertear como jugarreta al pensar.
Godofredo Cínico Caspa o esa representación fascista del primer macho del país, ese que nos ha secuestrado en su mala leche y miserias.
Y obvio, El Que Mando Central y su máquina oficial de matar y desaparecer con series como ‘falsos positivos‘.
A Colombia le hace falta el humor como estrategia política del pensar y táctica humana para desestimular los odios y las venganzas.
A Garzón lo mataron por pensar con su propia cabeza, tener criterio propio, hacer humor para develar nuestras miserias. Su ausencia ha permitido que el patrón del mal domine a medios, periodistas, fieles y opinión pública. Y nos hayamos convertido en una democracia cínica.
Garzón fue un luchador de la paz cuando no se vislumbraba que estuviese en nuestro destino. “Yo creo en un país en paz, creo en la democracia…” afirmaba.
Y por creer en la paz, lo mataron. Llevamos 20 años sin Garzón. Cuando más necesitábamos su humor, no está. El primer macho del país demuestra todos los días que somos un país de mal humor. Y sin buen humor no hay paz. Por eso, extrañamos a Garzón.
OMAR RINCÓN
Crítico de televisión
orincon61@hotmail.com