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Cine y Tv

Humberto Dorado: ‘Querían que mi Maqroll el Gaviero fuera un Indiana Jones’

Humberto Dorado, en una de las casas del centro de Bogotá que fue locación de la película ‘La estrategia del caracol’.

Humberto Dorado, en una de las casas del centro de Bogotá que fue locación de la película ‘La estrategia del caracol’.

Foto:Foto: Lina Hernández

Dice que las leyes de cine, aunque buenas, no permiten estar en las grandes ligas del género.

cultura
Humberto Dorado, director, productor, guionista y dramaturgo, tiene la capacidad de poner a su interlocutor en el lugar exacto de sus recuerdos. Lo lleva a caminar por la selva del Putumayo y sentir el ruido de esa naturaleza, muy propio, y hasta verlo como cazador, un oficio en el que no le fue muy bien.
O llevarlo a la clínica Marly, de Bogotá, donde le dio el último adiós a su amigo Frank Ramírez, también actor.
O mirarlo por un huequito de una puerta hablando con su gran amiga Fanny Mikey, antes de salir a escena, grabándole a la argentina las frases de su pasión por el teatro para un libro que aman los seguidores de la desaparecida Mikey, que se llama 'Por el placer de vivir'.
O verle la cara de susto cuando los productores de la película 'Ilona llega con la lluvia' pensaban que Maqroll el Gaviero era Indiana Jones “y en ese libro de Mutis, Maqroll no hace mucho, administra un burdel con Ilona (Margarita Rosa de Francisco). Y no fue un Indiana Jones”.
Nació en Bogotá en 1951, pero en su biografía en Wikipedia dice que fue en Pasto, un lugar que está en su corazón: allá se asentaron sus antepasados paternos que eran de Bolívar, Cauca, y él terminó el bachillerato en la capital nariñense luego de ser expulsado del Colegio Andino de Bogotá.
Pero antes de sus tres años de gloria en Pasto, donde lo dejaron hacer teatro libremente en el Colegio Champagnat, de los Hermanos Maristas, estuvo en una finca maderera de su familia en Putumayo, a donde su papá lo mandó a trabajar luego de la expulsión.
Esa capacidad de transportar imágenes lo ha llevado a ser el guionista de dos grandes películas colombianas: 'Técnicas de duelo' (1988), su ópera prima, y 'La estrategia del caracol' (1993), con Sergio Cabrera y Ramón Jimeno, en el que él aportó varios personajes y actuó.
En el teatro, acaso su pasión más importante, ha estado, lista muy resumida, en 'Otelo', 'A puerta cerrada', 'Jinetes hacia el mar', 'La cantante calva', 'Bent', 'El rey se muere', 'Escenas para aprender a amar', 'Art', 'Con el corazón abierto' y 'El deber de Fenster', entre otras, como actor, productor o director.
Ahora, tiene un corto personaje en la serie de televisión 'Enfermeras', donde representa a una gloria futbolística que debe recuperar el amor de su hija.
Humberto Dorado habló con EL TIEMPO.
Qué bueno volver a verlo en televisión, en ‘Enfermeras’
Este papel de 'Enfermeras' muestra una relación complicada de un exjugador de fútbol con su hija única, que es huérfana de madre. Entre el amor y el resentimiento por la profesión del padre hay una dificultad para la reconciliación, y me gustó hacerlo porque también tengo una hija única.
Además, estiraron la historia hasta que la lograron terminar. Eran dos capítulos y al finalizarlos, los demás actores y los técnicos me hicieron una gran despedida, fue muy bonito. Al día siguiente, los libretistas mandaron cuatro capítulos más y volví.
Eso me lleva a preguntarle ¿cómo ve hoy la formación actoral?
El trabajo del actor es el mismo siempre, lo que sucedía antes era que pasar de un escenario con público a una cámara fue un proceso que muchos no resistieron.
Ahora el teatro es hasta virtual y los actores están preparados. Y es muy importante hacer teatro, la formación, representar las obras de los grandes autores, ese es el manantial. Ahí están los problemas que hay que resolver en la actuación, el entrenamiento y la preparación.
¿Por qué dicen que usted es pastuso?
Aclarando que quiero mucho esa ciudad, debo decir que soy muy bogotano, del barrio Santa Bárbara Centro. Nací en la calle 4 no. 5-85.
Mi familia paterna es caucana. Mi bisabuelo y mi abuelo migraron a Pasto porque la carretera central se alejó de Bolívar y ellos eran comerciantes.

Es muy importante hacer teatro, la formación, representar las obras de los grandes autores, ese es el manantial

Yo hice los tres últimos años de bachillerato en el colegio Champagnat de Pasto y mis compañeros de clase se sienten orgullosos, fueron años felices de mi vida, entonces, ellos atribuyen mi nacimiento allá. Pero mi papá vino a estudiar Medicina a Bogotá y aquí conoció a mi mamá, que es de la costa Atlántica.
¿Qué recuerdos tiene de su barrio?
Pues muchos personajes de mi infancia y entre ellos varios que estuvieron en 'La estrategia del caracol', como el carnicero y el abogado, son de ahí. Es más, cuando volvimos al barrio con Luis Alfonso Triana, escenógrafo y arquitecto, buscando las locaciones de la película, en un momento en el que se quiso limpiar el centro de los inquilinatos, que fueron espacios que llegaron después de vivir nosotros ahí, tocamos en uno y nos abrió un travesti, que nos tiró la puerta en la cara. Ahí dije: este tipo tiene que estar en el guion, y fue el personaje de Florina Lemaitre. Cuando residimos ahí, era un barrio maravilloso, lleno de acentos regionales, de la vitalidad de las familias.
¿Cómo conoció a Sergio Cabrera?
Fue en 'El coleccionista', una serie que protagonicé con Florina Lemaitre, yo era Federico, ella Miranda. El primer día de grabación, mirando el monitor, vi una imagen primorosamente fotografiada, una iluminación como un cuadro de Claude Joseph Vernet, en un sótano donde ocurría todo el drama. Y resulta que el director de fotografía era Sergio Cabrera, en ese momento el esposo de Florina.
Eran épocas en las que no se estilaba un director de fotografía, pero Kepa Amuchastegui, el director, lo institucionalizó. Nos hicimos amigos pese a que yo perseguí a su esposa toda la serie.
Luego llegó nuestra ópera primera en el cine, 'Técnicas de duelo', en 1988, yo como guionista y él como director. Fue una película muy premiada internacionalmente, pero eso era mal visto por las comercializadoras y la estrenaron en un cine al que ya no iba la gente, El Cid, que había pasado de la decadencia de porno al kunfú. Ahora creo que ahí venden carros.
¿Cómo llegó al arte?
Había vínculos familiares con el Teatro Colón, un tío fue radioactor de Radio Nacional y un tío político dirigía la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD), yo andaba para arriba y para abajo en la escuela, que era en los altos del Colón. Me ponían de Niño 2 o Pastor 4, y por ahí arranqué.
En la televisión, lo primero que hice fue cuando tenía 10 años, en un programa que dirigía Víctor Mallarino, 'Hogar, dulce hogar', los sábados, una de las primeras comedias costumbristas sobre Bogotá. Era el Niño 2 de la de la tienda de la señora Barabarita, papel que hacía Helena Mallarino.
Todavía estaba en el colegio
En el Andino, donde estudié, se hacía teatro en alemán y los niños colombianos iniciamos un movimiento para hacerlo en castellano, con la ayuda del maestro Víctor Muñoz. Montamos 'Jinetes hacia el mar', pero en el colegio dijeron que era fuerte, muy libertaria y no la dejaron presentar.

En TV, lo primero que
hice fue ‘Hogar, dulce hogar’, que dirigía Víctor Mallarino, los sábados. Tenía 10 años, era el Niño 2 de la tienda de Barabarita, (Helena Mallarino)

Y me echaron. Argumentaron que era una mezcla de ausencias y rebeldía, una cosa muy extraña. En el museo del colegio está el libro que muestra la mayor cantidad de entradas por mala conducta y por miércoles de arresto, que era como una modalidad de castigo. Es que yo había cambiado el horario para poder ir a cine los martes y jueves, que daban películas dobles.
¿Y cómo reaccionaron en su casa?
Me mandaron a una finca maderera en Putumayo, que era de la familia, en San Antonio del Guamuez, sobre el Río Negro, a 12 horas de Puerto Asís en lancha y 12 horas a caballo. Allá estuve un año, manejando una cuadrilla de trabajadores que en realidad se entendían con el administrador, pero yo era hijo del dueño, el de mostrar.
Mi papá quería que yo aprendiera a ganarme la vida y que me volviera un hombre. Tenía 16 años y era fascinante porque había que aprender a defenderse y cazar la proteína animal cada día. Yo andaba con algunas armas y lo único que logré cazar fue una lora que nadie se comió. Llevábamos, además, un anzuelo, sal y panela y no más. Al año se quebró la finca y me devolví en moto.
¿Ahí, entonces, fue cuando llegó a Pasto?
Sí, los hermanos maristas y los pedagogos del colegio, así como mis compañeros, eran geniales. Hasta la Casa de la Cultura me llamó para hacer una obra. Y recuerdo que cuando montamos 'El poema de Simbad', sobre la educación, el obispo de Pasto se opuso y la gente del colegio protestó y pudimos mostrarla. Los pastusos son geniales, inteligentes, combativos, músicos. Esa obra la hice con Josefina Cano, una gran genetista.
Allá viví en la clínica Dorado, que era de mi papá, Humberto Dorado, un innovador. Vivía en la habitación 2 y a mi papá le preocupaba este hijo indeciso.
¿Usted se matriculó en Física? ¿Es cierto?
Estaba enamorado de la física y me presenté en la Nacional, aquí en Bogotá, pero me equivoqué de facultad, no era muy claro y terminé en la de Educación, no duré mucho. Eso sí, amo la física y tengo grandes amigos físicos investigadores, como Alberto Quijano, director del Observatorio de la Universidad de Nariño, donde son estudiosos del paso de cometas y asteroides. Hay grandes observatorios en el sur del continente y en Pasto empieza ese sur.
¿Cuáles son sus grandes obras en el teatro?
La que me hizo sentir que estaba haciendo a un ser humano con su dolor, su tragedia y amor fue la versión de 'Bent' que dirigió Gustavo Londoño. No recuerdo haber hecho algo más bello y compenetrado con el público que el segundo acto, que muestra el amor entre humillados.
Luego hice cosas más difíciles y de mayores desafíos, 'Blackbird', encerrados en una crisálida, era difícil respirar. Y estuve en un 'Hamlet' genial, con Róbinson Díaz.

Ella era un motor, manejaba el contenido de las obras, veía mucho teatro de vanguardia, hacía las cuentas, canalizó muchos talentos e hizo crecer y sumar el teatro como industria

¿Cómo se enroló en teatro en Bogotá?
Yo venía embalado de Pasto y escogí el grupo más interesante de ese momento, de Los Andes, que hacía montajes como 'El canto del fantoche lusitano', de Peter Weiss, sobre la liberación de Angola de Portugal.
Luego trabajé con Ricardo Camacho y me quedé con el grupo de Los Andes cuando él se fue para la Nacional.
En ese momento hubo muchos grupos porque una misión académica de Estados unidos dijo que se promoviera el teatro en las universidades de todo el país. Pero en los 70 hubo un abanderamiento de las reivindaciones sociales desde las tablas y se acabaron gran cantidad de compañías. Había una gran influencia de los grupos de izquierda y se hicieron obras de agitación y propaganda, que siguen hoy en escena, como las de Brecht.
Usted fue amigo de Fanny Mikey e hizo mucho teatro con ella
Yo hice mucho teatro en el Libre ('El rey Lear', 'Las brujas de Salem') y también una carrera en el Nacional. Ella era un motor, manejaba el contenido de las obras, veía mucho teatro de vanguardia, hacía las cuentas, canalizó muchos talentos e hizo crecer y sumar el teatro como industria.
¿Sigue haciendo guiones?
Sí, sigo empeñado en ello, pero hoy es más fácil si eres joven y haces el camino establecido institucionalmente. Sin embargo, no hay una liga profesional. Es difícil hacer una película. La ley de cine es buena pero no facilita muchas cosas y los jóvenes se ven obligados a hacer películas limitadas.
Aunque siempre ha sido difícil hacer cine. Si no es por García Márquez, al que le gustó la idea y la recomendó, 'La estrategia del caracol' no hubiera salido.
¿Usted fue muy cercano a Frank Ramírez?
Sí, aunque tuvimos una pelea porque el personaje de Maqroll en 'Ilona' era suyo y me lo dieron a mí en un enroque de actores y él pensó que había sido culpa mía. Pero luego nos reconciliamos. El día de su muerte, muy temprano, fui a verlo a la clínica y le jalé las piernas. ‘Cuando te mejores, me las jalas a mí’, le dije. Dos horas después falleció, pero se fue siendo mi amigo.
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