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Cine y Tv

Murió Carlos Pinzón, el hombre de la Teletón y un corazón solidario

Carlos Pinzón fue locutor de varias emisoras.

Carlos Pinzón fue locutor de varias emisoras.

Foto:Federico Rìos

Reproducir Video

Su incidencia en la televisión y en la ayuda a la comunidad fue innegable. Tenía 92 años.

Javier Arana
Un gran salón lleno de discos y libros, con pinturas y esculturas de famosos músicos clásicos recibía a los visitantes en la casa que Carlos Pinzón tenía en Zipacón, Cundinamarca, que el definía como una cabaña y tenía su propio nombre: Beethoven.
Hijo del médico y poeta Carlos Pinzón, el arte le llegó desde muy niño, así como la solidaridad por ver a su padre ayudando a la comunidad y a su mamá, Aura María Moncaleano, respaldándolo.
Pero no siguió la tradición familiar de estudiar Medicina, sino que se desempeñó como locutor, presentador, promotor de espectáculo y defensor de causas sociales durante su larga vida. Y su programa El club de la televisión, que se emitía de lunes a viernes desde que la TV era en blanco y negro, en los años 70, marcó una época en la pequeña pantalla nacional. Allí, se dedicaba a buscar ayudas para la gente.
Para las nuevas generaciones su nombre tal vez no tenga recordación, pero indiscutiblemente sí está enmarcado en la historia de la televisión nacional y cobra relevancia con su muerte, ayer en la mañana, a los 92 años.
Carlos Pinzón Moncaleano nació en Choachí, Cundinamarca, el 24 de octubre de 1927, y será recordado porque fue el promotor de la Teletón en el país, un formato anual de 27 horas ininterrumpidas de recolección de fondos para las personas en condición de discapacidad. Con los recursos conseguidos en los primeros años se construyó una clínica en la población de Chía.
En un momento en el que las ayudas para las personas en condición de discapacidad no hacían parte de políticas tan definida, Pinzón se interesó en este tema, como contó su hermano Leopoldo en la emisora La W.
Todo empezó cuando varios deportistas en condición de discapacidad lo buscaron para que los ayudara, pues ellos querían ir a unas competencias en el extranjero y no tenían plata. Pinzón y Mike Forero, fallecido periodista deportivo, “organizaron una especie de ‘radiotón’ en una esquina de la carrera 7.ª con calle 24, en Bogotá, y consiguieron el dinero. A partir de ahí, él se empezó a interesar en estas personas, y en una charla con Fernando Gómez Agudelo, uno de los fundadores de la desaparecida programadora de televisión RTI, hablaron de las teletones que se hacían en Estados Unidos y Chile. Fue así como mi hermano viajó a este último país a ver todo el montaje para traerlo a Colombia”, dijo Leopoldo Pinzón.
Fueron 15 teletones las que realizó Pinzón, la primera en 1980. “Y, lo más importante, puso a estas personas en la realidad colombiana, les dio oportunidades de mejora y las ayudó muchísimo”, agregó Leopoldo.
A estas largas jornadas siempre se le unieron sus amigos de los medios, y también cantantes nacionales y extranjeros. Pimpinela y Dyango estuvieron en la primera, gracias a la colaboración de uno de sus amigos más cercanos, Edgard Hozzman, reconocido hombre de radio y música.
Y en esas transmisiones, cuando la cuenta no subía como debe ser, pasaban cosas. Pinzón le narró a este diario en alguna ocasión que en una Teletón “Gabriel García Márquez llamó por una línea privada a decir que donaba 100.000 pesos porque no íbamos a llegar a la meta, pero pidió que no dijéramos su nombre. Cinco minutos más tarde estaba yo al aire diciendo que el nobel de Literatura nos acababa de dar plata. Él se puso furioso, pero eso empujó al público”.
Los Pinzón Moncaleano fueron nueve hermanos, tres de ellos muy conocidos porque se dedicaron a los medios: además de Carlos y Leopoldo, Julio Eduardo.
Primero en la radio
Carlos Pinzón empezó en la radio de Tunja a finales de los años 40, donde su voz comenzó a educarse hasta convertirse en inolvidable en los medios de esa década y en las siguientes.
De la emisora tunjana pasó a una de Girardot, Cundinamarca, y posteriormente llegó a otra de Manizales, antes de instalarse en Bogotá.
“Cuando volvió de Argentina, donde estuvo dos años, Carlos no sabía qué hacer y mi hermano Julio Eduardo, que trabajaba en Tunja en radio y conocía de su gran capacidad y talento, le dijo que ensayara ahí, para ver si canalizaba todo lo que tenía”, agregó Leopoldo.
De este modo empezó su gran camino en los medios, donde hay huellas radiales como su voz en la transmisión de momentos cumbres como la llegada del hombre a la Luna, en 1969, y jingles tan famosos como el de “Señor locutor, por favor, diga usted, qué hora es”, que se oye en las emisoras de Caracol Radio.
Hozzman, por su parte, ha contado que Pinzón fue uno de los promotores del jingle en Colombia, luego de viajar a México y Cuba, países en los que estuvo viendo cómo se hacía la radio en los 60 y 70, y traer varios comerciales cantados, especialmente de la isla, donde había un gran desarrollo en este aspecto.
Adicionalmente fue un impulsor del rock en el país, promocionándolo en la emisora 1020 y posteriormente en Hora 15. Los Speakers y Lyda Zamora, entre otros artistas, fueron sus protegidos.
Días de televisión
Los días de El club de la televisión también fueron importantes. Durante más de 1.800 emisiones, Pinzón propulsó ayudas para los más necesitados (que los viera un médico, que pudieran conseguir unas gafas, que un abogado los apoyara en casos difíciles, que se buscara a un familiar perdido, especialmente niños, entre muchos otros).
Eran los días de una televisión sencilla, con una escenografía que incluía un pequeño escritorio y un fondo de una foto gigante del centro de Bogotá.
El programa, además, tenía invitados, cantantes de la época, especialmente, que amenizaban las jornadas. Afuera del estudio siempre había largas filas de gente esperando que sus peticiones tuvieran espacio y solución.
Otra de sus facetas fue la de montaje de espectáculos de rumba y taurinos, sin mucho éxito económico.
Con Fernando Gómez Agudelo y la desaparecida presentadora Gloria Valencia de Castaño abrió la discoteca La Bomba, que tenía capacidad para 2.000 personas y a la que iban los jóvenes de finales de los 60 que estaban abriendo su mente a otras músicas que llegaban del extranjero aunque con retraso, pues no eran los días de YouTube. Allí se presentaron artistas como César Costa y Angélica María, entre otros.
Su carrera fue tan rica en todos los aspectos que incluso se desempeñó como apuntador de una compañía teatral y hasta hizo algunos papeles pequeños en las tablas.
Siempre fue aficionado a la música, pero a sus más cercanos les sorprendió el momento en el que se acercó a los sonidos clásicos y estos se convirtieron en sus favoritos.
De hecho, en Zipacón, donde pasaba algunas temporadas, fundó un festival de música clásica y el Museo del Disco, “donde reposa un original de Caruso, de 1901”, como le contó a EL TIEMPO en una entrevista. En este municipio fue muy apreciado por sus habitantes, que lo consideraban como un hijo más.
El país televisivo y político lo reconocieron, pues recibió el premio Víctor Nieto a Toda una Vida, máximo galardón del India Catalina y la Cruz de Boyacá, entre muchas distinciones.
Sobre su vida, además, queda un libro, Carlos Pinzón, el comunicador social,
escrito por David González, una idea de Claudia –su hija–, que se materializó en el 2015 y que tuvo el apoyo de Helena Suárez, la esposa de Pinzón.
Allí están muchas anécdotas de su vida, que van desde su trabajo en Teletón hasta sus viajes internacionales a entrevistar a grandes líderes.
Cuando el libro estuvo listo, Pinzón y su esposa se sentaron a leerlo en una sola tanda, comenzando a las 2 p. m. “Le iba mostrando las fotos. Al finalizar, él me dijo: ‘Esta es la recuperación de mi vida, pero, sabes qué, no me acordaba de muchas cosas’. Fue algo muy bonito”, recordó ella en este diario, su pareja por más de 30 años.
Los hijos de Pinzón, Norma, Claudia y Carlos, ayudaron a completarlo y esto, unidos a extensas charlas con el comunicador durante más de un año.
González, por su parte, manifestó: “Desde el principio tenía claro que quería escribir de forma sencilla. Don Carlos fue un hombre de la calle, de los necesitados. Sin duda, su legado fue el servicio al prójimo”.
Lo de hacer un libro ya le rondaba en la cabeza a varios de sus amigos, entre ellos el compositor Eduardo Cabas, quien le regaló una especie de directorio en blanco para que ahí fuera poniendo sus anécdotas. Pinzón no lo hizo, era muy sencillo.
Quienes lo conocieron también lo recuerdan por su carácter firme, pero que era superado por su sensibilidad al oír las necesidades de los demás.
En su vida de comunicador tuvo todo tipo de historias, dignas de ser narradas, como un viaje a China, “a entrevistar al líder comunista Mao Tse-tung, cuyo gobierno cumplía diez años. Era 1960 y no existían grabadoras, la única que había en el país me la prestó la Embajada de Estados Unidos. Y tenía un pequeño inconveniente: ¡había que darle cuerda cada dos minutos! Ya te imaginas el encarte”, le relató a este diario.
En el último tiempo, agregó su hermano Leopoldo, su salud se había afectado por la edad y por dolencias coronarias. Sus hijas no podrán estar en las exequias, pues residen en Estados Unidos; tampoco su hermano Leopoldo, que vive en Honda.
Pero aunque por la emergencia y debido a los controles sus exequias sean muy sencillas y con pocos asistentes, su nombre siempre estará ligado al audiovisual y las artes nacionales, y a la solidaridad, una palabra que llevó en su corazón.

Y, lo más importante, puso a estas personas en la realidad colombiana, les dio opciones y oportunidades de mejora, y las ayudó muchísimo

CULTURA
Javier Arana
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