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Cine y Tv

'El cine no es ya rey del entretenimiento': Samuel L. Jackson

Algunas escenas se filmaron en ambientes controlados, con aire acondicionado y libre de insectos. Pero también, en locaciones exóticas de Vietnam, Australia y Hawái. Reuters

Algunas escenas se filmaron en ambientes controlados, con aire acondicionado y libre de insectos. Pero también, en locaciones exóticas de Vietnam, Australia y Hawái. Reuters

Foto:Courtesy of Warner / Reuters

El actor vuelve a la pantalla grande en Colombia. En 'Kong: la isla de la Calavera'.

Hijo de una empleada de fábrica, Samuel L. Jackson, se crio sin la presencia de su padre y en un ambiente de completa segregación racial en Tennessee. Cuando estaba en la universidad estudiando biología marina, acudió a la actuación para ganar créditos extra y se dio cuenta de que era su vocación.
De 68 años, sigue siendo una de las figuras más prolíficas en Hollywood. Este año estrenará cuatro películas, entre ellas Kong: Skull Island (Kong: La isla de la Calavera), que acaba de llegar a Colombia, del director Jordan Vogt-Roberts, un joven con apenas otro largometraje en su hoja de vida. Además, está rodando la nueva entrega de Avengers (Los vengadores).
Se puede decir que Quentin Tarantino fue quien descubrió, en los 90, la versión de Jackson que conocemos hoy. El director lo contrató para interpretar a Jules Winnfield en Pulp Fiction (Tiempos violentos), personaje que alcanzó nivel icónico en la cultura popular.
El personaje que interpreta Jackson en Kong está lejos de ser gracioso. El teniente coronel Packard es un militar desilusionado que se resiste a abandonar el campo de batalla en el ocaso de la guerra de Vietnam. Como consolación, el comandante y sus hombres son reclutados para una última misión: escoltar a un grupo de científicos en una expedición a una misteriosa isla en el Pacífico. Jackson comparte pantalla con Tom Hiddleston, Brie Larson, John Goodman y John C. Reilly, entre otros. EL TIEMPO lo entrevistó en el hotel Ritz de Los Ángeles.
Después de ‘Tarzán’ (2016) vuelve a la selva, pero esta vez de verdad, no en un estudio con pantallas verdes de fondo. ¿Cuál prefiere?
Obviamente, en un ambiente controlado, con aire acondicionado y libre de insectos, uno no se tiene que preocupar por el clima. Se va a la casa a tiempo todos los días, no se tiene que esconder del sol. O de estar con el agua hasta la cintura, como en el afiche de la película. Ellos son dobles, pero han hablado de anguilas y sanguijuelas en esas escenas. ¿De verdad? Me perdí de eso. A mí no me aparecieron.
¿Y las serpientes?
Yo hago ruidos cuando voy a lugares y muevo cosas como para espantar criaturas indeseadas.
Packard termina siendo el antagonista de Kong, y se puede decir que la audiencia no quiere que triunfe...
Packard tiene un buen argumento. En cierto punto se le sueltan los tornillos, pero en el fondo es un guerrero, un soldado, leal a sus hombres, protector, inteligente. Tiene un punto de vista, y algunas veces no es el punto de vista ecológico. No es correcto decir que el hombre ha estado acá (en la Tierra) desde siempre. Siempre ha habido cosas más grandes, más fuertes y más rápidas, pero encontramos la forma de sobrevivir. Packard se rehúsa a aceptar que la guerra quedó atrás porque no tiene una familia a la cual regresar. Perdió a sus hombres, la esposa le pidió el divorcio.
Es un hombre de carrera militar que siente que no tiene a dónde ir. Y la expedición es una última oportunidad de salir con sus hombres en casi una misión de cuidandero de este grupo de científicos. Al final, todo se convierte en una guerra que está determinado a no perder. King Kong se convierte en el ejército enemigo.
Es un personaje que no muy simpático en esta cinta y toma decisiones cuestionables. ¿Le tiene que gustar un personaje para poder interpretarlo?
Sí, claro. Si no me gusta, el papel no es para mí. Pero si no le gusta a la audiencia, está bien. No es mi objetivo caerle bien a la gente cada vez que salgo en la pantalla, tampoco es mi meta no ser agradable. Yo solo trato de personificar a determinado personaje dentro de la historia y darle todas las cualidades que necesita para hacer que la trama sea creíble y sus acciones, honestas y auténticas en relación con los otros personajes alrededor. Si le gustas a quien interpreto, bien. Si no, también. He encarnado villanos que a la gente no deberían gustarles, pero les encanta. Cuando hice Django le dije a Quentin (Tarantino): sabes que va a haber gente a la que le va a gustar Stephen (el esclavo que resulta más cruel que el villano de la película)’, y él respondió con un no rotundo. Le aseguré que sí porque lo iba a interpretar de esa manera. Algunas veces la gente es chistosa y maliciosa.
¿Podemos suponer que hay cierto comentario político en la película, sobre todo en el papel todopoderoso del gobierno?
Al final, es una película de monstruos, pero me imagino que se puede interpretar políticamente. La época en la que transcurre es muy interesante, en plena guerra de Vietnam, cuando el gobierno de Nixon decide retirarse del campo de batalla. Dejan Vietnam, no porque perdieron la guerra, sino porque deciden abandonarla. No sin mencionar que otros países habían allí tratado por años de tomar el control, y Francia fue uno de los principales.
Ha sido fan de King Kong?
Claro. Me gusta, igual que al resto. Sabía que esta no iba a ser una historia de amor entre el simio y la mujer. Jordan tuvo mucha suerte de contar con un reparto de lujo, y pudimos aportar un ingrediente de credibilidad al aspecto humano de esta historia de ficción. Pero la cinta es sobre este gran gorila y sus enemigos que salen del mundo subterráneo, que hacen aún más fascinante un lugar que de por sí ya es fascinante.
¿Es difícil trabajar contra una criatura imaginaria?
La pregunta que siempre teníamos los actores es ¿dónde está? ¿Qué tan grande es? Y ¿qué tan rápido es? Pero una cosa le garantizo, nadie en la película se imaginó que el gorila iba a ser tan grande como resultó. Es como ¿dónde putas duerme en la noche que no pudimos encontrarlo? O si caga, seguramente sabríamos donde está porque lo hubiéramos olido y lo encontraríamos. Y si caga, seguramente se vería como una de esas montañas... Pero nadie nos dijo exactamente el tamaño.
Con un director tan joven, ¿qué tipo de influencia tuvo en su personaje?
Lo que cambié fueron cosas logísticas, de sentido común. He trabajado con asesores militares para otro par de películas, y una de las cosas de representar soldados en el cine es que se corre el riesgo de recrear procesos erróneamente. Porque los directores quieren que uno sostenga el arma de cierta forma o que se mueva de cierta forma, pero eso puede ser completamente equivocado desde el punto de vista militar. El ejército no quiere ser representado como un conjunto de idiotas. Quiero honrar y respetar a la gente que en realidad ha estado en la línea de combate. Puede que no todo el mundo quede contento, pero fue en lo que contribuí.
En casi 40 años en el cine, ¿qué cambios ha visto en Hollywood o qué cosas extraña?
Extraño los viejos sueldos. Ya no nos pagan como solían hacerlo (susurra: “Disney”). El misticismo de hacer cine como que ha desaparecido. La dificultad de hacer una película también ha desaparecido. Ahora muchachos de tercer grado hacen filmes con imágenes computarizadas, ya no es un misterio. Hay muchas historias que están siendo contadas y hay muchas más plataformas por medio de la cuales contar esas historias. El cine como el rey del entretenimiento ya no existe. Ahora la gente ve maratones de series de TV, lo que es genial; yo lo hago. Pero algunas películas alcanzan un nivel de importancia que no merecen.
¿Es el fin del cine?
No creo. Las personas aún se juntan y van a una sala oscura a ver películas colectivamente. Es parte de nuestra cultura. Me gusta ir a ver películas al teatro donde pueda reír, gritar y aplaudir con el resto de la gente.
CLAUDIA SANDOVAL GÓMEZ
Especial EL TIEMPO
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