Oliver Stone es el director que mejor ha logrado conciliar la difusión del cine político con el éxito comercial, en las últimas décadas.
Aunque a veces lo ha hecho con agudeza y calidad cinematográfica, como en JFK y Nixon, varios de sus trabajos han estado muy cerca del panfleto, como 'Al sur de la frontera' y 'Mi amigo Hugo'. En medio de esa obra variopinta, pocos personajes podían resultar más atractivos para Stone que Edward Snowden.
La cinta cuenta la historia de este exempleado de la CIA que reveló aspectos desconocidos del espionaje estadounidense, con insospechados alcances para importantes políticos del mundo y para la gente del común.
El eje de la trama es la primera entrevista que Snowden dio en un hotel en Hong Kong en 2013, que habría de ser el preámbulo del escándalo que estremeció al mundo.
Stone aprovecha esta larga conversación con tres periodistas para hacer un recuento de los hechos, pero sobre todo para contar la historia de su personaje.
Las revelaciones de 'Snowden' fueron tan impactantes que deberían constituir un material ideal para hacer una película fascinante. Sin embargo, la cinta transcurre perezosamente, con escasos momentos de emoción y muy contadas sorpresas.
La clave de esta paradoja radica en que el guion privilegia la historia del personaje sobre la narración de su faena, y lo cierto es que la biografía de uno de los soplones más famosos del mundo es más bien aburrida.
Hay que destacar la estupenda caracterización que hace Joseph Gordon-Levitt en el rol principal, pero ni siquiera sus dotes histriónicas logran darle interés a un personaje tan opaco como su lánguida mirada.
MAURICIO REINA
Crítico de cine
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