Alan Parker era un grande. Dirigía con la misma versatilidad a un elenco en un musical o en un drama. Era uno de los realizadores más brillantes del siglo XX y en su filmografía solamente se cuentan 14 películas.
Le faltó ganar el Óscar para consagrar una carrera de más de cuatro décadas en las que osciló entre la publicidad, el cine y los videoclips, un ámbito en el que puso su creatividad a disposición de artistas como Pink Floyd y Madonna.
El realizador falleció ayer, a los 76 años de edad, “tras padecer una larga enfermedad”, explicó la familia mediante un comunicado.
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En sus películas quedó patente un marcado gusto por la estética, nacido de sus inicios en el mundo de la publicidad, en la que realizó más de 500 anuncios para televisión. Esa fue su escuela en una época en la que la industria cinematográfica no atravesaba su mejor momento en Gran Bretaña. Nacido en Londres, en 1944, compatibilizó la publicidad con la BBC, donde entre 1968 y 1978 fue realizador y guionista. Una experiencia que le enseñó a trabajar a un ritmo muy rápido, como siempre reconoció.
Su primera película fue para TV, The Evacuees (1975), sobre unos niños judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Ganó un Emmy Internacional y un Bafta de televisión. Su debut en la pantalla grande fue Bugsy Malone, en 1976, un musical satírico centrado en el nieto de Al Capone protagonizado por un elenco infantil –incluyendo a una joven Jodie Foster–, con el que compitió por la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Su siguiente trabajo fue el título que marcó su carrera como realizador: la durísima Expreso de medianoche (Midnight Express,1978), que sería su primera película en Hollywood. Basada en la experiencia real de Billy Hayes, se centra en su encarcelamiento en una prisión turca por tráfico de drogas. Con guion de Oliver Stone y sin ahorrar crudeza, el relato logró dos premios Óscar, a mejor guion y mejor música, además de seis Globos de Oro y tres Bafta.
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El diario español El País escribió que es un “fiel retrato de la desesperación. Un desgarrador y efectista paseo por la desolación. Un trabajo de impacto”.
Parker siguió dando muestra de su versatilidad con Fama (1980), una producción por la que nadie apostó en un primer momento pero que fue un gran éxito y lanzó al estrellato a sus protagonistas: Irene Cara, Gene Anthony Ray, Lee Curreri o Debbi Allen se convirtieron en ídolos de masas tras protagonizar esta historia de estudiantes en una escuela de arte en Nueva York. Tal fue el éxito, que la película se transformó en una serie, algo habitual hoy en día pero inusual en los 80.
Dos años después llegarían Shoot the Moon, una película injustamente olvidada, con Albert Finney y Diane Keaton, y Pink Floyd: The Wall, con la actuación de Bob Geldof y que es considerada como objeto de culto para los seguidores del grupo británico, además de ser ejemplo de la estupenda relación entre el cine y la música.
En su momento el filme obtuvo una respuesta dividida por parte de la prensa especializada. “No es la película más entretenida para escuchar y muchos espectadores no la entenderán, pero esta obra de 1982 es sin duda alguna la mejor ficción que existe dedicada al rock”, opinó el fallecido crítico de cine Roger Ebert.
Con Birdy, la historia de amistad entre dos adolescentes interpretados por Matthew Modine y Nicolas Cage, Parker regresó al terreno del drama ; luego hizo Angel Heart (1987), con los actores del momento: Mickey Rourke, Robert de Niro y Lisa Bonet; esta mezcla de thriller y horror no contó con una buena recepción.
El realizador mejoraría su reputación entre la crítica y el público con el estreno de Mississippi en llamas (Mississippi Burning, 1988), un rotundo alegato contra el racismo, de plena vigencia en la actualidad, que narra con una horrible y tremenda exactitud las actividades del Ku Klux Klan, con un espectacular reparto formado por Gene Hackman –ganador del Oso de Plata al mejor actor en Berlín–, Willem Dafoe y Frances McDormand. El filme fue nominado a cuatro Globos de Oro (no consiguió ninguno) y a siete premios Óscar, de los que se quedó solamente el de dirección de fotografía.
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Película 'The Commitments', del director Alan Parker
Archivo. EL TIEMPO
En los años 90, Parker volvió al mundo del cine musical con dos relatos muy diferentes: The Commitments, acerca de una novel banda de soul en un barrio obrero de Dublín, película que contó con una espectacular banda sonora, y Evita, inspirado en el mito argentino y que resultó una floja adaptación del musical de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice. El filme fue protagonizado por Madonna y Jonathan Pryce.
Acerca de su trabajo en las industrias de Hollywood y la británica –que le debe la creación del Sindicato de Directores–, Parker dijo en una entrevista que “había optado por una carrera en la meca del cine estadounidense por su magnificencia, diversidad y hasta sus imperfecciones”.
Tristemente, los últimos títulos de su carrera no gozaron de popularidad : Las cenizas de Ángela (1999) fue clasificado como un dramón, y La vida de David Gale (2003) sería su despedida de la dirección cinematográfica. A Parker le sobreviven su esposa, Lisa Moran, cinco hijos y siete nietos.
CULTURA
*Con Efe y AFP
En Twitter: @CulturaET
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