‘The Walking Dead’ y ‘Stranger Things’ estrenaron temporada y sacaron sus armas para coquetear con unos espectadores ávidos de sorpresas. En el caso de la saga de los zombis no ha sido tan fácil, ya que tuvieron un estreno tibio.
Posiblemente el episodio Mercy subió el promedio –si se lo compara con cualquiera de los últimos del anterior ciclo–, pero hay un nivel de expectativa y cierta desconfianza alrededor de lo que pueda lograr esta producción para encontrar el rumbo de atención de otros tiempos. En el caso de ‘Stranger Things’, la cosa es a otro precio. Sin desligarse del tono que expuso en su debut en la plataforma de Netflix el año pasado, esta serie de ciencia ficción, terror y mucha nostalgia ochentera regresó con la misma tensión y ternura con que encantó a la audiencia.
Tampoco la tenía fácil, pues había que demostrar que el fenómeno no era un golpe de suerte. La amistad de los niños sigue intacta, pero la tensa tranquilidad que se respira fortalece el nuevo latido de la historia. Los monstruos, las teorías de conspiración y la inolvidable Eleven reaparecen sin esfuerzo.
En perspectiva, mientras que ‘The Walking Dead’ promete responder a la espera y a las críticas con un interesante mensaje de trabajo en equipo y una reflexión casi ensoñadora en la que el tiempo pareciera tener una nueva dinámica, ‘Stranger Things’ todavía juega con la comodidad de no traicionar su naturaleza. A la saga de los muertos vivientes hay que darle una oportunidad para que se estabilice, pues tiene en el episodio que se emite hoy (el segundo de la octava temporada, por Fox Premium) el chance para revelar si en verdad guarda un as bajo la manga. Mientras, los seguidores de la trama de los niños atrapados en una intriga sobrenatural pueden respirar tranquilos.
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