Siguiendo el ritual de ver el episodio de ‘Game of Thrones’ en casa y sin caer en la tentación de las filtraciones o los detalles que ‘spoilean´ en las redes sociales quienes no aguantaron a la noche del domingo, siento que nos encontramos ante otro gran episodio para la temporada más sólida de la serie de HBO.
Es cierto que los cuervos vuelan a velocidades más allá de la luz y la narrativa es excesivamente rápida para acelerar acontecimientos, pero a quién le importa, si eso nos conduce a encuentros tan intensos como el de los White Walkers y Jon Snow; la muerte y la fría resurrección de Viserion: uno de los momentos más emotivos dentro de la avalancha de emociones desgarradoras que dieron una marca de identidad al penúltimo tramo de esta guerra de poderes.
La épica estuvo al máximo, a la par con diálogos tan bien llevados que no perdieron protagonismo a pesar de las bocanas de fuego y la lluvia de hielo; un ejemplo de eso fue el encuentro de Arya y Sansa en la que se 'sacaron los cueros al sol' y reafirmaron un choque de opiniones acerca de la lealtad.
Hubo espacio hasta para el humor (dando un poco de dulce antes de las lágrimas) con referencias al amor salvaje de Tormund por Brianne y ese roce con el Perro, que sirve de antesala a la gran batalla con los White Walkers, quienes ya están a un paso del Muro y poseen una gran arma de destrucción masiva gracias a la puntería del Rey de la noche, que podría ser medalla de oro en lanzamiento de jabalina, ante el brutal asesinato de Viserion.
Este giro en el conflicto da un nuevo elemento en el equilibrio de fuerzas de toda la pelea por el Trono de Hierro y propone un nuevo matiz más sentimental en la alianza entre Snow y la reina de los dragones. A pesar de que la muerte del dragón fue durante la misión para salvar al rey del norte, Daenerys ya parece tener un nuevo héroe en su lista.
Pero más allá de las miradas amorosas llenas de lágrimas entre esos protagonistas, uno de los aspectos más profundos e interesantes de esta nueva entrega de ‘Game of Thrones’ fue la reflexión de Beric acerca de la verdadera batalla que se libra en realidad: una pelea entre la vida y la muerte, donde la segunda siempre gana, pero eso no impide que se luche por algo más grande, que no es otra cosa que la justicia para quienes no pueden pelear. Se trata de una gran reflexión dentro de una serie en la que ese concepto de equilibrio se rompe muchas veces.
Emociones fuertes y licencias de forma para incrementar el ritmo de los acontecimientos, acompañados de dolor y una fuerza vital de un Jon Snow indestructible, lograron el cometido de la reacción positiva, pero falta el cierre, en el que el encuentro de las partes con una Cersei Lannister con ganas de traicionar, podría detonar un resultado igual de frenético, pero más doloroso. Vamos a ver si alcanzamos a ver otro sacrificio (quien quita que sea Littlefinger o la misma reina del trono de hierro) o la consumación de esa química entre Daenerys y Snow.
ANDRÉS HOYOS V.
Cultura y Entretenimiento
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