William Shakespeare, el gran creador de las artes escénicas, está desolado, inmerso en una crisis creativa que lo tiene sumido en una profunda depresión. Justo en ese periodo de dudas, encuentra la inspiración en Viola de Lesseps, una mujer que busca su propia liberación de las reglas de la época, oponiéndose por ejemplo a esa ley absurda de que las mujeres no pueden subirse a un escenario teatral.
Este es el punto de partida de la obra Shakespeare enamorado, de Tom Stop-pard y Marc Norman, que se presenta desde el viernes en el Teatro Colón, bajo la dirección de Diego León Hoyos.
En la pieza, Stoppard vuelve a plantear un ingenioso juego teatral sobre el mundo shakespeariano, como lo había hecho antes en la exitosa Rosencrantz y Guildenstern han muerto (1966), en la que les daba una historia propia a estos personajes menores de la tragedia Hamlet, en una trama plena del lenguaje del absurdo.
En Shakespeare enamorado, que nació como una película y se estrenó en 1998, el relato de amor antecede a la creación de una de las piezas más famosas del bardo inglés, Romeo y Julieta.
“Son de alguna manera textos metateatrales, en el sentido en que son unas obras escritas para reflexionar sobre el teatro y hacerles un cariñoso homenaje tanto a este como a los autores. En el caso de Rosencrantz..., a Beckett y a Shakespeare, y en esta obra pues también a Shakespeare y a toda la dramaturgia isabelina”, cuenta Hoyos.
Los protagonistas de la pieza son encarnados por Nicolás Montero y Carolina Ramírez, quien asume el reto de darle vida a una mujer que además está simulando ser un hombre –esa es la solución de Viola para poder actuar en una obra de teatro–.
El elenco se complementa con actores de la talla de Kepa Amuchastegui, Carmenza Gómez, Jairo Camargo, Gloria Gómez, Álvaro Bayona y Mario Duarte, entre otros.
Según Hoyos, el gran desafío para el elenco está en respetar la métrica de un texto que se acerca a lo clásico, pero también conservar el potencial emocional. “Es un lenguaje que ya nos es tan extraño, en el sentido en que no pertenece a la órbita familiar del lenguaje, entonces el verdadero reto es llenarlo de vida y que no parezca teatro, entre comillas, sino verdad. Están haciendo una cosa muy llena de júbilo, muy jocosa, y a la vez con un gran respeto por el texto”, añade.
El director también destaca la traducción al español del texto, realizada por el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez. “El cuidado y el trabajo minucioso que hizo Juan Gabriel vertiendo el texto al español fue fantástico”, asegura.
Aunque en aspectos como la música y algunos detalles del vestuario la pieza conserva el sabor isabelino, Hoyos asegura que la intención era darle un aliento contemporáneo. De hecho, asegura que el texto hace alusiones satíricas al ambiente del show business, que se refieren más a la operación comercial del cine, de la televisión e incluso del teatro popular que propiamente de la escena isabelina.
“Yo creo que la obra en sí misma ya tiene algo de atemporalidad buscando universalidad, no quedar tan anclada en esa época... La escenografía, si bien tiene elementos realistas, combina unas soluciones de diseño muy abstractas y muy simbólicas logradas por la directora de arte, Laura Villegas”, dice Hoyos.
De miércoles a sábado, 7:30 p. m. Domingos, 4 p. m. Hasta el 17 de agosto. Teatro Colón. Calle 10.ª n.° 5-32, Bogotá. Informes: 381-6380. Boletas desde 30.000 hasta 70.000 pesos.
Yhonatan Loaiza Grisales
Redactor de EL TIEMPO
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