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Arte y Teatro

¡Feliz centenario, maestro Eduardo Ramírez Villamizar!

Los 100 años de Eduardo Ramírez Villamizar

Los 100 años de Eduardo Ramírez Villamizar

Foto:Galería Nueveochenta

La galería Nueveochenta, en Bogotá, celebra sus 100 años con una exposición digna de un museo.

eduardo serrano
Se cumplen 100 años del nacimiento en Pamplona del maestro Eduardo Ramírez Villamizar, pero no es arriesgado afirmar que –aunque el artista expresó repetidamente que su obra “estaba destinada a desaparecer en cumplimiento de su ciclo vital”– los aportes de su trabajo a la historia del arte perdurarán indefinidamente. Su producción ilustra de manera perceptiva pero rigurosa acerca de las posibilidades de la imaginación y del raciocinio profundo en la actividad artística.
El maestro Ramírez se inició como pintor de representaciones figurativas expresionistas, pero su innata inclinación por el orden y la razón lo condujeron rápidamente hacia la ejecución de dibujos, óleos y acuarelas de representaciones simples y directas que pusieron de relieve su talento reductivo.
La simplicidad y la creciente economía de elementos lo condujeron a la geometría, y esta, a su vez, a la pintura, con lo cual se hizo evidente que sus pensamientos estaban y estarían siempre en plena construcción en concordancia con la evolución de sus argumentos artísticos. Lenta pero continuamente fueron perfilándose formas geométricas que reiteraron su ya incipiente interés por la abstracción y por la búsqueda de un lenguaje particular, pero al mismo tiempo universal, que le permitiera expresar su concepto de realidad y, simultáneamente, de contemporaneidad artística.
La crítica ha intentado desentrañar este y todos los períodos de su obra a través de comparaciones con la producción de maestros abstractos europeos y norteamericanos, algunos de cuyos objetivos pueden relacionarse con los suyos. Pero su enfoque de la forma como elemento fundamental y elocuente, sujeto a disecciones y al análisis de su interioridad, revela la actualidad de sus argumentos, su voluntad investigativa, su contemporaneidad conceptual.
Eduardo Ramírez Villamizar

Eduardo Ramírez Villamizar

Foto:Archivo EL TIEMPO

Además, su trabajo parece tener fuentes múltiples puesto, que podría igualmente relacionarse con la música abstracta en cuanto a su carencia de representaciones, a su desinfección de anécdotas y en cuanto a su enfoque sin arandelas físicas ni argumentativas.
Y también la poesía podría contarse entre las fuentes de su obra puesto, que existió una mutua admiración entre el maestro y sus paisanos nortesantandereanos Eduardo Cote Lamus y Jorge Gaitán Duran, poetas que hicieron de la crítica otra de sus especializaciones.
Su geometría pictórica se da entonces en colores planos sin buscar reminiscencias ni provocar evocaciones, pero limitados y con frecuencia restringidos a ciertas áreas de los lienzos. Son colores vivos combinados con el negro, los cuales visibilizan, ante todo, ordenaciones que definen estructuras, que permiten reconocer su primordial interés en los valores plásticos, en la contundencia de sus formas, su claridad y su equilibrio.
Con sus pinturas se hizo manifiesto que sus conocimientos estaban y estarían en permanente construcción de acuerdo con el desarrollo de sus raciocinios creativos y de sus interacciones con el mundo. Pero la pintura, a su vez, constituyó un puente entre su mente y el espacio, es decir, entre su ideal expresivo y la escultura, en cuyos ámbitos se introdujo a través de unos relieves blancos que pese a su material constructivo –madera o metal– parecieran ondularse milagrosamente. 
Estos relieves son monocromáticos en oposición a las pinturas, y por consiguiente son más silenciosos, más solemnes. Con ellos se inicia la introducción de sus lucubraciones en el espacio tridimensional; la concreción de sus miras expresivas. Y su imaginación lo lleva primero a construcciones planimétricas, o de exigua profundidad en las cuales, bien, se sobreponen líneas repetidas a la manera de pentagramas o bien una diversidad de perfiles geométricos se interrelacionan construyendo nuevas formas de contagiosa serenidad.
Exposición 100 años de Eduardo Ramírez Villamizar

Exposición 100 años de Eduardo Ramírez Villamizar

Foto:Galería Nueveochenta

Si bien la mayoría de sus relieves son blancos, un mural producido para el Banco de Bogotá puede considerarse también como un gran relieve dorado, puesto que parece brotar del muro trayendo a la memoria por sus formas, mezcla de líneas rectas y curvas, de triángulos y círculos, pero especialmente por su tonalidad, la relación entre el oro y la expresión plástica que se dio igualmente en nuestras culturas prehispánicas.
Los relieves dan el salto a la plena tridimensionalidad en una serie de módulos concebidos para ser erigidos a gran escala, entre ellos las 16 Torres que se elevan en el parque Nacional, las cuales pueden considerarse como ejemplos de simplicidad, sobriedad y equilibrio de las proporciones.
Dichas torres construidas en concreto y que enriquecen notablemente el paisaje capitalino permitieron reconocer el espíritu clásico que acompaña su producción: no en vano se ha tendido a relacionar su repetida verticalidad con las columnatas del Partenón.
Con las 16 Torres se inauguró en Colombia la serie de trabajos de arte público con que el artista contribuiría a hacer más amable a la vista, más estética, la vida en diversas ciudades.
Los relieves abren paso igualmente a una serie de esculturas exentas, muchas blancas y otras coloridas, realizadas en madera, metal o acrílico, que hacen cada vez más evidente su apetencia por austeridad. Son trabajos de medianas y pequeñas dimensiones pero que siempre, precisamente por su rigor, proyectan una noción de monumentalidad que invita a recorrerlas en todas direcciones. En ellas, la variedad, nunca excesiva, de las formas reitera la importancia que le concedía a la organización y presentación externa de sus elementos.
Posteriormente, la obra de Ramírez se bifurca en dos corrientes que eventualmente se convertirán en una sola, la de esculturas construidas con los ojos puestos en los aportes de ciertos movimientos de la historia del arte como el cubismo, y la de trabajos inspirados en la naturaleza, especialmente en los caracoles, molusco cuyas conchas el artista coleccionaba atraído por su forma en espiral.
No es extraño entones que sus nuevas producciones públicas sean evocativas de los caracoles, en cuanto que sus distintos módulos se van desarrollando en el espacio en maneras que recuerdan el crecimiento de las conchas. Son obras pintadas de negro, rojo y amarillo, lo que les otorga un carácter festivo no muy común en su producción.
Caracoles rectangulares compuestos por una especie de vigas ubicadas horizontalmente a la manera de dinteles apoyados en jambas de similares proporciones, todo lo cual evidencia una clara deuda con la arquitectura. Son trabajos que se elevan desde el suelo sin base o pedestal, lo que se convertirá en una característica de sus obras de grandes dimensiones.
Los 100 años de Eduardo Ramírez Villamizar

Los 100 años de Eduardo Ramírez Villamizar

Foto:Galería Nueveochenta

Se trata de esculturas poderosas, cuyas piezas independientes se despliegan invitando al observador a penetrarlas, a experimentar el espacio que delimitan y la energía que concentran, su presencia es fragmentada, su espacio irrevocable.
Finalmente, después de un viaje a Machu Picchu, y sin duda conmovido por la imponencia de las montañas, la coherente red de terrazas y los impresionantes bloques de piedra unidos que conforman el más importante centro religioso, político y cultural del imperio incaico, decidió el maestro desvestir sus obras, presentarlas con franqueza, como las construcciones prehispánicas, eliminar la pintura y poner a la vista su piel de metal oxidado así como su proceso constructivo.
Con esta nueva presencia construye numerosas versiones del cubo, a veces sinuosas en su interior y a veces pobladas por módulos que demarcan sus dimensiones y capacidad. El cubo era para el artista como una especie de recipiente de ideas y transacciones visuales, no siendo extraño que le dé vueltas, que lo gire, que lo incline y que lo lleve a sostenerse solo en uno de sus vértices, haciendo del equilibrio otro de sus atributos.
Pero también produce obras de gran formato inspiradas por lugares puntuales en Machu Picchu en algunas de las cuales se puede encontrar relación morfológica con sus características físicas. En otras, el juego entre elementos mayores y menores desemboca en una fluida continuidad, otorgándoles una cualidad dinámica a pesar de su inmovilidad.
Los 100 años de Eduardo Ramírez Villamizar

Los 100 años de Eduardo Ramírez Villamizar

Foto:Fernando Gómez Echeverri

Sus obras públicas son formidables, y han provisto a algunas ciudades colombianas con lugares de inevitable recordación donde se impone su presencia, como subrayando la fuerza del ser humano y las incontables posibilidades que entraña su futuro.
Muro abriéndose, en Medellín, y Lección de geometría, a la entrada de la Universidad Industrial de Santander, en Bucaramanga, son, por ejemplo, producciones que además de comunicar por su ambición grandes deseos de triunfo y de imponerse ante cualquier adversidad, también son construcciones que sobrecogen como templos y que permiten medir la generalizada ambición de gran escala que se percibe en gran parte de sus realizaciones y proyectos.
Igual sucede con las obras instaladas en Bogotá que ofrecen al transeúnte desprevenido una fuerte impresión. Entre ellas, se destacan Espejo de la luna, ubicada en la calle 100 y cuya enérgica interrelación de formas circulares remite a las distintas fases del satélite. Y la Doble victoria alada, ubicada en el separador de la autopista El Dorado, cuyo título no puede ser más acertado puesto que alude a la famosa escultura griega, cuyas alas parecen movidas por el viento.
En la obra de Ramírez, dos construcciones en hierro oxidado de formas triangulares ubicadas frente a frente, a pesar de su peso visualmente inmenso, también parecen moverse con el viento gracias a que fueron realizadas para ser observadas a través de las ventanas de carros en plena marcha.
Eduardo Ramírez Villamizar desarrolló con una constancia ejemplar y con singular agudeza y sensibilidad, una de las obras de arte más originales y sólidas que se han producido en la historia de la plástica de Colombia. Un rigor sin desfallecimientos, una lógica impertérrita, un singular sentido del espacio y una voluntad constructiva que convierte su obra en heredera de los más profundos aciertos en materia de creatividad visual han hecho que su trabajo se sitúe en un puesto descollante, no solo dentro del panorama del arte colombiano, sino dentro del amplio diámetro del arte universal.

Otras noticias 

EDUARDO SERRANO
Crítico de arte
Especial para EL TIEMPO
eduardo serrano
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