Hace 20 años, cuando la Unión Soviética atravesaba por una época de reforma estructural, se dio a conocer la historia de Ivan Istochnikov, cosmonauta ruso presuntamente desaparecido en 1968 durante su misión a bordo del Soyuz 2.
No se supo de él hasta cerca de fin de siglo; las pocas fotos del momento de la expedición no dieron cuenta de su vida.
Curiosamente, una de estas, fechada de 1967 y en la que figuraban otros cinco tripulantes del Soyuz 2, tenía un espacio en el centro como si hubieran borrado a alguien de la foto. ¿Istochnikov?
La ‘otra’ fotografía, en la que se daba testimonio de su presencia apareció. Y con ella otras más de la vida de este desafortunado astronauta perdido en el espacio.
Su infancia, adolescencia y logros salieron a la luz con dos peculiaridades: lejos de su tierra natal y de manos de su ‘homónimo’ español.
Ivan Istochnikov y Joan Fontcuberta significan lo mismo, el primero es ruso; el segundo, catalán. Una de las pequeñas trampas que suele dejar el reconocido fotógrafo y con las que invita al espectador a ser más crítico y cauto con las maneras en que se suele diferenciar la verdad de la mentira.
Como ‘Sputnik’ (nombre de la serie que recupera la historia de Ivan), ‘Herbarium’, ‘Fauna’, ‘Constelaciones’ y ‘Milagros & Co’, que también narran historias fantásticas a través de una cuidadosa presentación de objetos, registros fotográficos, cartas y documentos. Todas ellas están incluidas en la exhibición ‘Pareidolia’, abierta hasta el 27 de febrero en el Museo de Arte del Banco de la República en Bogotá.
‘Pareidolia’ se refiere a la capacidad de permitir que la percepción transforme la realidad, de ver lo que se quiere ver; señala la banalización y fragilidad de la imagen a través de la posibilidad que hoy permite su uso a conveniencia.
Sin duda, una gran oportunidad para reflexionar sobre las estrategias de engaño y que han hecho de la imagen fotográfica su mejor aliado para la especulación.
NELLY PEÑARANDA
Crítica de arte
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