Hay quienes dicen que la pintura es como el gato, llena de vidas. La declaración de su muerte durante las últimas décadas ha sido tan frecuente como su particular manera de conservar la vigencia.
Dos exposiciones abiertas actualmente en Bogotá destacan a la pintura como forma, y al paisaje, como contenido, lo que pueden llegar a lamentar aún más quienes no gustan de la pintura.
Sin embargo ‘Los días y el mar’, de Nadir Figueroa (Barranquilla, 1983), que se puede ver en Maca Bogotá, y ‘Ríos de oro y plata’, de Jeison Sierra (Zaragoza, Antioquia, 1986), en SGR Galería, dan la pelea contra los detractores de esta forma de arte.
Cada uno se enfrenta al paisaje con retos diferentes. Nadir Figueroa trabaja a partir de la creación de escenarios idílicos, de naturalezas donde el mar y el cielo son completamente azules, en tonalidades que se juntan para ser vistos a través de lentes curvos y que generan espacios tridimensionales. Están habitados por pequeños y felices personajes que viven entre cápsulas donde el tiempo está detenido y se ilumina artificialmente, como en un intento de preservación de espacios paradisiacos. (Lea también: Cumpleaños casi heroicos)
Una recopilación de momentos recogidos de un mismo escenario y que contrasta con la investigación que desarrolla Jeison Sierra, quien pinta paisajes cercanos al pueblo en donde creció, ubicado en la ribera del río Nechí, pero que son apenas restos de una porción de paisaje devastado por la explotación aurífera.
Lo suyo son grandes fragmentos de claroscuros que irradian de manera muy ensoñadora, poética y casi sublime, la sordidez tras el abuso de lo que fue ese pedazo de su naturaleza. Nubes revueltas y cargadas de contaminación en amplios espacios en los que la luz la da la riqueza del oro que vive –o vivía– en el río, como una premonición de la cercana oscuridad.
Visitar las muestras de Figueroa y Sierra es permitirse una aproximación a ver la realidad desde la ventana. Ser testigos de escenarios que van desde la impotencia que queda tras el saqueo de la riqueza hasta la alusión de una felicidad posible y paradisíaca en espacios construidos y falseados. Llamados de atención a la preservación de la naturaleza en propuestas disímiles y que para nada pretenden desmentir o ratificar alguna teoría alrededor de la pintura pero que, sin duda, hacen de ella su mejor aliada.
NELLY PEÑARANDA
Crítica de arte