Con una de las obras más importantes del arte contemporáneo, aunque no muy profusa –como él mismo lo admite–, Antonio Caro tiene una de las carreras más destacadas entre los creadores colombianos. En un país que aún no encuentra el equilibrio para el diálogo, Caro y su obra son admirados y despreciados al mismo tiempo y es un artista al que la gente persigue tanto para atacarlo como para pedirle autógrafos y mostrarle sus respetos.
Caro ha sido controversial por sus métodos, ha dicho sus verdades contra viento y marea, ha ‘defendido su arte’, incluso ‘a mano limpia’ en sus años de juventud y ha sido un iconoclasta que ha tomado imágenes para redefinirlas en nuevos contextos.
Es tan sencillo en sus obras que a muchos les molesta, mientras que esa misma sencillez es la que logra que otros lo admiren, sencillez que tiene que ver con eso que él mismo ha dicho, que el arte es de todos.
Curiosamente, este bogotano nunca había tenido una exposición antológica en su ciudad aunque ya otras –como Medellín, el año pasado– se la habían hecho. Un vacío injusto que llenó de manera brillante la exposición ‘Todo Caro en Las Nieves’, espacio que dirige Celia Sredni de Birbragher, mediante una curaduría sin vacíos de Francine Birbragher-Rozencwaig.
La exposición es, tal vez, una de las mejores que se han visto en ese lugar y cuenta con obras que solo hasta ahora muchos conocíamos únicamente en fotos o por referencias, como una serie fotográfica que tomó mientras trabajaba con la imagen de los cigarrillos Marlboro, y la pieza Sal, una pequeña escultura que dice “sal’ y que está hecha, precisamente, de sal. Tras haber sido creada en la década de los 70, pocos se imaginaban que aún existiera.
También incluye una pieza simple –una serigrafía y dibujo– dedicada a Francisco José de Caldas, cuya muerte en el patíbulo cumple 200 años.
‘Todo Caro en Las Nieves’ es una gran oportunidad que tenemos para reconocer a este artista de una manera amplia y bien presentada para, ya con más fundamento, poder criticarlo o quererlo más.
NELLY PEÑARANDA
Crítica de arte