Por la paz me comprometo a: “Jugar futbol porque, para mí, eso es paz”. Lo escribió un niño en una de las 3.000 fichas que, a finales del año pasado, fueron recopiladas en el Museo Antonio Nariño, de Villa de Leyva, en la muestra ‘La mesa’, de Catharina Burman.
Era la segunda exhibición de un proyecto colaborativo entre la artista y la gente, iniciado en el 2015, en la Cámara de Comercio de Bogotá y surgido del grupo Innovadores por la Paz, cuando los diálogos estaban en desarrollo y la mesa era una especie de protagonista de la negociación.
En este momento, Burman participa con su mesa en la sexta edición del ciclo ‘Intervenir la historia’, organizado por la Quinta de Bolívar, el Museo de la Independencia Casa del Florero y la Universidad de los Andes, que invita a artistas a desarrollar propuestas que contribuyan a la construcción de la historia y a su reconocimiento.
No pelear con el vecino, defender el territorio, ser respetuoso, no juzgar y, la más popular, ser más tolerante son parte de los compromisos de quienes han visto la invitación a la construcción de la cuarta pata como un momento de reflexión hacia el porvenir.
A ‘La mesa’ de Burman, actualmente en la Casa del Florero, le falta una pata que se debe construir con los escritos de los compromisos por la paz que la gente realiza. Cada pata está tallada con formas específicas: el ADN, que nos hace iguales; una copa como contenedor, que para la artista semeja un vientre, lugar para estar a salvo, y, la tercera, soportada en una esfera (el planeta Tierra), que hay que cuidar y que, siempre en guerra, resulta siendo de los más afectados.
Que la instalación se realice en el Museo de la Independencia-Casa del Florero, donde se originó el grito de la independencia, es simbólico cuando hoy se pretende construir una nueva manifestación de liberación de la guerra pero a través de compromisos, para ser ya no solo testigos sino parte de la historia.
NELLY PEÑARANDA
Crítica de arte
Comentar