Fidelio, la única ópera que compuso Beethoven, tiene la particularidad de haber sonado en momentos claves de la historia moderna. En plena Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, la NBC hizo una transmisión radial de esta pieza con solistas del Metropolitan Opera, de Nueva York, y además se representó en Berlín después de la caída del muro que dividía a Alemania.
“Esta ópera siempre se ha usado después de un conflicto... Las palabras que más se escuchan son ‘esperanza’ y ‘libertad’ ”, cuenta Alejandro Chacón, director escénico de la versión de Fidelio que la Ópera de Colombia estrenará mañana en el Teatro Colón.
La historia se desarrolla en una cárcel donde han encerrado a Florestán. Don Pizarro, alcaide de la prisión, lo retiene allí luego de que este denuncia sus crímenes. Leonora, esposa del retenido, se infiltra en la cárcel disfrazada de hombre, usando el nombre de Fidelio y con la esperanza de hallar allí a Florestán, a quien muchos dan por muerto.
Chacón enfatiza en que Beethoven escribió la pieza cuando Austria estaba bajo la ocupación de Napoleón. “Hay que entender que habían pasado apenas diez años o menos de la Revolución francesa; empezaban grandes cambios, los músicos dejaban de ser criados de los nobles y comenzaban a ser artistas independientes”, recuerda el director.
El elenco de la pieza está encabezado por la soprano suiza Claudia Iten, que interpreta a Leonora, y el tenor turco Deniz Yilmaz, quien encarna a Florestán.
“Es un personaje relativamente corto porque en el primer acto no canta, pero es muy difícil porque tiene un aria vocalmente muy exigente”, añade Chacón.
El barítono estadounidense Robert Bork hace el papel de don Pizarro y el tenor colombiano Humberto Ayerbe Pino, quien reside en Suiza hace más de 20 años, debuta en el país en el rol de Jaquino.
Hay escenas que logran momentos de gran emotividad, como aquella en la que los presos por fin pueden salir de la mazmorra y ven la luz del sol, al ritmo del coro ¡Oh welche lust!
Si bien la historia se desarrolla a finales del siglo XVIII, esta versión decidió utilizar un vestuario atemporal, diseñado por Adán Martínez. “Los prisioneros van a estar con esas cadenas y candados, que para los colombianos tienen tanta significación. Al final, quitarse esas cadenas y poder dejarlas caer es un llamado de atención de que es lo que nos tiene que pasar de aquí en adelante”, dice Chacón.
La escenografía, creada por el español Sergio Loro, busca generar esa sensación de opresión que da una cárcel, por eso se usan muros de casi 10 metros de alto.
“Para el final, Beethoven compuso un coro que es como una anticipo de lo que iba ser la Novena sinfonía y hace que el público salga emocionado y con ganas de que todo cambie de una vez”, finaliza Chacón.
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