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Arte y Teatro

¿Cómo se ve la historia política de Colombia desde la pintura?

Obras de Juan Cárdenas (Bogotá, 1939) en el Museo Nacional.

Obras de Juan Cárdenas (Bogotá, 1939) en el Museo Nacional.

Foto:Cortesía Museo Nacional

Esta exposición muestra varios claroscuros y deja al descubierto la genialidad de Juan Cárdenas.

álvaro medina
El Museo Nacional acaba de abrir una exposición que conmemora los 200 años de nuestra primera Constitución, acontecimiento que ha enlazado con los 30 años de la carta que hoy nos rige. En el caldeado y más bien oscuro trasegar político de la Colombia actual, la doble celebración es pertinente en la medida en que nos pone a reflexionar en términos de dónde venimos, qué hemos sido y hacia dónde vamos.
Mi intención en este texto es hablar de arte sin soslayar el interesante planteamiento central de los curadores, ya que el componente visual tiene la novedad de exhibir pintores de los albores de la República como José María Espinosa y Pedro José Figueroa, junto a contemporáneos como Juan Cárdenas y Óscar Muñoz. De allí que quepa plantear esta pregunta: ¿qué significa conocer y, sobre todo, entender la historia? Porque memorizar episodios, anécdotas y fechas es una cosa. Muy distinto es sacar lecciones del pasado para construir futuro sobre bases firmes.
‘Estudien, vagos’, se sugirió en cierta ocasión, pero ¿estudiar qué? Ante la vaguedad del llamado, yo propondría estudiar, con lujo de referencias visuales, el tema que desarrolla ‘Primera y última’, el título de la muestra que motiva esta reseña. Nos quedaría claro que las ideas políticas evolucionan, verdad de a puño que deberíamos entender, asimilar y aplicar para evitarnos las fricciones que erosionan el ánimo colectivo, el erario y algo mucho más precioso: la paz.
Como evolucionar y superar estadios es natural, trátese de biología, de la concepción del cosmos, de religión o de moral, sonreiremos buenamente al saber que la primera carta política de la Nación exigía ser varón y pertenecer a la élite de los propietarios de bienes raíces para poder calificar como ciudadano colombiano con derecho de elegir y ser elegido. ¿Dónde quedaron las mujeres, los esclavos, los sirvientes, los jornaleros, los peones, los trabajadores callejeros y los vendedores ambulantes? En el infame territorio del ninguneo y el silencio, dónde más.
“Libertad, igualdad, fraternidad”, propuso la revolución política que heredamos del Siglo de las Luces. Solo el primero de esos tres propósitos, Libertad, ha calado hondo en el espíritu democrático de hoy. Los otros dos fueron puestos de lado en la Colombia de 1821, quizás porque ya lo habían sido en 1788, cuando se ratificó la Constitución de los Estados Unidos. Al diluirse los conceptos de igualdad y fraternidad (que el uso ha condensado en la palabra ‘solidaridad’), los esclavistas pudieron seguir traficando con esclavos, un negocio como cualquier otro en el trasegar del libre comercio. Al respecto, los curadores recuerdan las campañas electorales del siglo XVIII en Inglaterra y para el catálogo (en prensa) han escrito que “se volvió famoso aquel parlamentario que en nombre de la libertad económica protestó en el aula de Westminster, quizá con cierta razón, en contra de una ley que prohibía la compraventa de votos”.
Obras de Juan Cárdenas (Bogotá, 1939) en el Museo Nacional.

Obras de Juan Cárdenas (Bogotá, 1939) en el Museo Nacional.

Foto:Cortesía Museo Nacional

El despliegue pictórico en torno a los artífices de la Constitución de Villa del Rosario de Cúcuta nos sitúa ante la alta calidad de nuestros artistas primitivos. En sus albores, la Nación conoció una etapa de pintura ingenua que, por su candor y sutileza visual, seduce. El ‘Aduanero’ Rousseau nos enseñó a ver y apreciar la poética de la inexactitud espacial y anatómica si el trazo y el color se manejan con imaginación y maestría. Sobresalen, en este aspecto, los numerosos retratos de Bolívar pintados por Figueroa que pueden verse en la sala temporal, al entrar al museo. Desplegados al lado para que comparemos, encontramos la seductora versión del siglo XIX que Juan Cárdenas ha estado recreando en sus lienzos.
Con los procedimientos del novelista o el cineasta que estudia una época y urde la trama de algo que pudo haber acontecido en el período escogido, Cárdenas se ha empeñado en pintar personajes y ambientes ligados a la fundación de la República. Aclaremos al respecto que estamos ante un artista versátil que sabe jugar con las convenciones del realismo pictórico, lo cual le ha permitido crear espacios laberínticos que le hacen trampa al ojo y retan el entendimiento, el tema más recurrente y conocido de su trayectoria. Simultáneamente, ha concebido composiciones que nos sitúan en los primeros cincuenta años de Colombia. Ejemplos notables despliegan la serenidad de Bolívar adolescente, la enigmática seguridad de Bolívar de 26 años y la reposada fatiga de Bolívar viejo, retratos que enriquecen la iconografía del Libertador por novedosos y diferentes.
Obras de Juan Cárdenas (Bogotá, 1939) en el Museo Nacional.

Obras de Juan Cárdenas (Bogotá, 1939) en el Museo Nacional.

Foto:Cortesía Museo Nacional

En un óleo ambicioso como Plaza de Bolívar desplegó grupos en los que confluyen jefes de tendencias políticas tan opuestas como fueron Tomás Cipriano de Mosquera y Miguel Antonio Caro, junto a colombianos del común que buscó y encontró en cuadros pintados a mediados del siglo XIX. “Esta disposición –escriben los curadores– parece traducir la aspiración de los líderes políticos del período: formar una República pacífica, organizada jerárquicamente, según los designios celestes”. Dicho de otro modo, Cárdenas ha pintado una plaza ideal, es decir, sin conflictos.
Por ser ideal, el pequeño cuadro fue ampliado y convertido en el telón de boca del Teatro Julio Mario Santo Domingo. Estamos ante una actitud cargada de nostalgia que lo ha movido a dibujar y pintar a muchos otros Padres de la Patria. Si Picasso se apropiaba de la estética africana, Cárdenas se apropia de un tema y un modo de mirar, introduciéndole variantes muy sutiles al pintor de antaño. Pero el resultado no es ingenuo, sino perspicaz y agudo. Está fundamentado en un lenguaje artístico tan refinado que tiene la apariencia de sencillo, fuera de una belleza ajena a bonituras que cabe calificar de sofisticada.
En el segundo piso podemos repasar el contexto que motivó el triunfo de la séptima papeleta y la convocatoria de la Constituyente de 1991, destinada a sellar la paz que se firmó con el M-19. Para rememorar el pesado ambiente de esos años, basta mirar los estremecedores dibujos al grafito que Óscar Muñoz le dedicó al tema de la violencia política, obras que el artista podría repetir en el presente para concluir que, si se trata de ponernos a estudiar, tendríamos que deponer la pasión, abrazarnos como hermanos y estudiar todos juntos. En tal caso la Fraternidad, con mayúscula, dejaría de ser una utopía.
*Álvaro Medina es autor de ‘Procesos del arte en Colombia 1810-1930’, coedición de Laguna Libros y Universidad de los Andes.

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