A finales del siglo XIX, apareció en Rusia una corriente artística denominada ‘Los caminantes’, que se caracterizaba porque los pintores salían con su caballete y óleos a congelar con su pincel los paisajes cercanos al río Volga.
Uno de los principales protagonistas de esta escuela fue el artista Isaac Levitán (1861-1900), cercano amigo del dramaturgo Antón Chéjov, cuyos paisajes son considerados verdaderas joyas del arte universal.
El trabajo de este grupo de artistas influyó en la formación del pintor Jansel Figueroa (Barrancabermeja, 1993), como lo refleja su muestra ‘El espacio como pintura’, que expone en la galería Aurora, de Bogotá.
“Al estudiar la gran cantidad de bocetos y pinturas de Levitán, se aprecia una especie de mapa, en donde algunos elementos de sus obras (una iglesia, una casa) pueden ser vistos desde diferentes ángulos, creando toda una sensación de espacio”, explica Figueroa.
Este concepto unido al del profesor Mathieu Kessler en su libro ‘El paisaje y la sombra’ fueron los que llevaron a Figueroa a llamar su muestra ‘El espacio como pintura’.
El artista explica que la premisa de Kessler se sustenta en la definición de paisaje, que ocurre cuando aparece en escena un espectador. “Entonces, el nombre de la exposición surge del momento en que el espacio se subjetiviza como pintura; es un subproducto del paisaje y de esa contemplación que de él hace el espectador”, comenta.
Acorde con su momento vital, a diferencia de sus antecesores, Figueroa se nutre también de la fotografía –otra de las disciplinas que lo apasionan–, para plasmar luego en óleo sobre madera sus paisajes.
“Yo me apoyo en fotografías para hacer la mayoría de trabajos, porque son pinturas hechas desde muchos ángulos y son lugares que a veces están lejos de mi casa, para llevar caballete y pinturas. Pero los puntos de vista que tengo cercanos a mi taller, sí procuro hacerlos al natural”, dice el artista que estudió en la Universidad de Antioquia.
Precisamente, aunque la fotografía en este momento es tan solo un insumo, que desaparece a la hora de saltar al caballete, Figueroa siente que su propuesta futura se mueve hacia una fusión de técnicas, en las que experimenta.
Ese amor del artista, radicado en Medellín, por apostarle a la pintura de manera decidida se inició cuando era niño, pero maduró gracias a la influencia del trabajo de su hermano mayor, el también artista plástico Nadir Figueroa, talento familiar que da cuenta de una destreza particular con el pincel de los dos artistas, a su manera.
Figueroa marca distancia y comienza su propio camino con una propuesta donde la madera sobre la que pinta es protagonista de la obra.
“Las áreas geográficas que representa Jansel Figueroa no tienen nada que ver con las pinturas de panoramas y parajes tradicionales, puesto que en lugar de subrayar la exuberancia de la naturaleza o la emoción del artista ante su espectacularidad, su propósito consiste en visibilizar la relación hombre-naturaleza, y en patentizar cómo esa relación se ha desarrollado en detrimento de esta última”, anota el curador Eduardo Serrano.
Al respecto, el artista concluye: “Lo natural rodea la ciudad y está dentro de ella, dándole forma. Es como el contenedor en el que la ciudad se desarrolla”.
Hasta el 7 de abril, en la galería Aurora. Calle 77 n.° 12-03, local L103, Bogotá. Informes: (1) 704-1273. De lunes a viernes: de 10 a. m. a 1 p. m. y de 2:30 a 6 p. m.
CARLOS RESTREPO
Cultura y Entretenimiento