Acercarse a la obra del colectivo cubano Los Carpinteros es como estar en una película: en una de las salas del Museo Miguel Urrutia del Banco de la República, en Bogotá, sillas, escritorios, teléfonos, papeles, objetos de oficina y escombros vuelan por el aire.
La escena es una explosión en la que no hay movimiento, es estática, como si el tiempo se hubiera congelado.
Para esta obra (hecha con mobiliario del museo en desuso), el dúo Los Carpinteros, compuesto por Marco Antonio Castillo Valdés y Dagoberto Rodríguez, se valió de pequeños retazos de memoria y de aquello que han visto en programas y películas.
Así es el trabajo de este par de cubanos, experimental y lleno de momentos y aspectos que han tenido que ver con su vida.
Esto es lo que han hecho desde que se conocieron, en Cuba, cuando tenían 18 años, junto con Alexandre Arrechea, quien se retiró en 2003. Rodríguez habló con EL TIEMPO.
¿Cómo llegaron al nombre de Los Carpinteros?
La gente nos empezó a llamar así porque en las primeras obras que hicimos usamos madera que encontramos en las casas de los años 50 que estaban abandonadas. La gente se llevaba las cosas de aquellas viviendas y nosotros también. Todas nuestras primeras obras son de material de esos lugares en los que vivió la antigua burguesía.
¿Recuerdan ese momento con orgullo?
¡Muchacho! Yo nunca había robado. Y nunca un robo había sido tan bendecido como ese. En el 94 nos invitaron a una bienal en La Habana y por primera vez firmamos como Los Carpinteros. Dijimos: ‘Si ya todo el mundo nos llama así, esto ya no nos lo quita nadie de arriba, ¿no?’.
¿Es su muestra más ambiciosa?
Lo es. Tenemos 25 años de trabajo y esta es solo la punta del iceberg, porque recoge los últimos 10 años. Los artistas siempre vivimos con la fantasía de que la obra final es la más importante y a veces dejamos en el camino una cantidad de reflexiones y pensamientos. Esa información es la que exponemos aquí.
¿Cuál es la reflexión más importante?
Cuando estaba en La Habana, nunca me imaginé que iba a poder hacer lo que estoy haciendo hoy. No teníamos ninguna posibilidad, ninguna. Éramos unos estudiantes humildes sin chance ni conexiones, y estamos aquí.
¿De qué se trata su filosofía de construcción?
Si tú puedes fabricarlo, hazlo. Nosotros reciclamos objetos, pero no para ponerlos como están, nunca son ‘readymade’, los cogemos, los desbaratamos y hacemos otra cosa. Si me hace falta una copa, la fabrico.
¿Cómo ha cambiado la vida de los artistas en Cuba?
La nueva generación ignora un poco el peso que ha tenido la política, quitarse eso de arriba es como un exorcismo. Es interesante, me gusta sentirme viejo.
¿Entonces, con qué están conectados los jóvenes?
Con la estética. Están interesados en el arte y en su lenguaje. En Cuba no se veía eso desde hace bastante tiempo.
¿Qué piensa del arte contemporáneo?
No lo entiendo mucho. Hay artistas que veo en bienales y digo ‘qué fascinante, yo nunca me hubiera atrevido’. Me gusta cuando no entiendo nada, me da una buena sensación, es una señal de que me estoy poniendo viejo y de que tengo que estudiar un poco más.
Hasta el 29 de enero del 2018. Mamu. Carrera 4.ª n.° 11-21, Bogotá. Entrada libre.
LAURA GUZMÁN DÍAZ
EL TIEMPO @The_uptowngirl
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