La Maldita Vanidad ha obrado una especie de milagro al convertir una vieja casa ubicada en una calle antes escondida del barrio La Soledad en un teatro de cámara.
La restauraron completamente, le arreglaron la fachada y le pusieron una iluminación muy teatral, dándole un aspecto que bien podría recordar una hermosa callecita de Buenos Aires, Madrid o París. Al entrar, un café agradable para que el público aguarde mientras empieza la obra y al final se quede hablando de ella.
La obra para inaugurar no podía ser más propicia: Kassandra, un texto muy llamativo de Sergio Blanco, el dramaturgo uruguayo que se ha ganado todos los premios importantes de su país y ahora triunfa en Europa.
El texto es llamativo porque está escrito en inglés precario y así debe presentarse en cualquier lugar del mundo, ya que está prohibido traducirlo.
Ese inglés precario es la lengua de los inmigrantes, una lengua de sobrevivencia, cuyo vocabulario difícilmente llega a cien palabras pero que le permite a Kassandra, una inmigrante griega que se desempeña como prostituta, probablemente en Madrid, hablarnos de problemas y vivencias del mundo de hoy, a partir de personajes sacados de la antigua literatura griega.
Nos cuenta que no siempre fue mujer, que nació siendo un chico, y luego transformó su cuerpo, y que su primer gran amor fue su hermano Héctor. “Héctor and me make love… Sex… Very, very intense sex... Yes… I know… No correct… Incest… But I love him…”, nos confiesa.
Es un personaje exigente, un reto para quien lo interprete. En Argentina fue un hombre, en Uruguay una mujer, en Brasil, un transformista de verdad. En Colombia es Ella Becerra, quien muestra por qué es una de las mejores actrices del país.
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