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Arte y Teatro

Carlos Cruz-Diez: el artista que hizo del color un juego

Su obra ‘Laberinto de transcromía’ pudo ser apreciada el año pasado en ArtBo.

Su obra ‘Laberinto de transcromía’ pudo ser apreciada el año pasado en ArtBo.

Foto:Abel Cárdenas/EL TIEMPO

El fallecido maestro venezolano deja un legado invaluable en la movida cinética del arte universal.

Carlos Restrepo
La genialidad de la obra del fallecido artista venezolano Carlos Cruz-Diez podría mirarse desde dos perspectivas: para el observador desprevenido, que no conoce de arte, la pieza artística puede resultar un placer y una diversión para sus ojos. Mientras que para los grandes estudiosos, sin duda se trata de una propuesta vanguardista, de ruptura, fruto de un maestro del arte que no se repite muchas veces.
Ahí radica, tal vez, el gran legado de este maestro, quien partió el sábado pasado a los 95 años: hacer popular, para todos los públicos, montajes artísticos que a su vez se convirtieron en lo más preciado y solicitado por grandes museos y coleccionistas.
Tuvo una obsesión: el color, con una obra viva en ciudades como París, Londres o Nueva York, así como en las calles de su natal Caracas.
La propuesta artística de Cruz-Diez giró en torno a sus ocho investigaciones sobre el comportamiento del color: color aditivo, fisicromía, inducción cromática, cromointerferencia mecánica, cromosaturación, cromoscopio y el color en el espacio.
Sus ‘fisicromías’, mezclas de colores que danzan al ritmo del movimiento del observador, son símbolos del pop art.
Desde Venezuela, junto con otros artistas como Jesús Soto o Juvenal Ravelo, protagonizó una de las corrientes de mayor fuerza en el cinetismo.
“Tiene una invención: la metamorfosis del color. Ocurre con el desplazamiento del espectador, con gamas de colores que no se perciben si estás estático frente a la obra. Una vez empieza el movimiento, ocurre la metamorfosis”, dijo en una oportunidad Ravelo, su discípulo y amigo.
“Yo lo conocí en la escuela de Bellas Artes en Caracas. Me daba clases de pintura”, anota Ravelo, orgulloso de pertenecer a un movimiento que “se expandió por el mundo”.
Lúcido hasta el final, incansable, Cruz-Diez jamás dejó de trabajar desde que empezó a estudiar en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas en 1940.

Desde Venezuela, junto con otros artistas como Jesús Soto o Juvenal Ravelo, protagonizó una de las corrientes de mayor fuerza en el cinetismo.

Murió en París, por “causas naturales” y “rodeado de su familia”, según un comunicado
divulgado en la página web dedicada a la difusión de su obra.
Nacido el 17 de agosto de 1923 y criado en el barrio caraqueño de La Pastora, el color lo enamoró desde niño, cuando mutaba ante sus ojos al rebotar la luz en los vidrios de las botellas de gaseosa de la fábrica artesanal que regía su padre. Y hasta el final de sus días, con cabellos y barba grises por el paso del tiempo, siguió esa pasión.
El color es “una situación efímera, una realidad autónoma en continua mutación”, y, como los hechos, tiene lugar “en el espacio y en el tiempo real, sin pasado ni futuro, en un presente perpetuo”, comentó en una oportunidad Cruz-Diez, analizando su propia obra.
Ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas en 1971, adquirió fama mundial con reconocimientos en Argentina, Brasil, Francia, España y Estados Unidos, entre otros países.
Cruz-Diez había nacido en Caracas (Venezuela) el 17 de agosto de 1923. Murió el sábado pasado en París.

Cruz-Diez había nacido en Caracas (Venezuela) el 17 de agosto de 1923. Murió el sábado pasado en París.

Foto:Archivo particular

Arte para todos

Aunque vivió en París desde la década de 1960, cuando la democracia nacía en Venezuela tras la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952-1959), su obra está ligada a su país, y muchas de sus creaciones son íconos de la venezolanidad.
Como la gigantesca 'Cromointerferencia de color aditivo que cubre', con coloridos azulejos, el piso y las paredes del aeropuerto internacional Simón Bolívar de Caracas. Y 'Fisicromía en homenaje a Andrés Bello' adorna plaza Venezuela, icónico lugar de esa ciudad.
Ilustrador en sus inicios en periódicos como El Nacional –uno de los más importantes de Venezuela–, su arte se exhibe en museos como el MoMA de Nueva York, el Tate Modern de Londres o el Centre George Pompidou de París, así como en calles, parques, bancas de teatros.

Como los hechos, el color tiene lugar en el espacio y en el tiempo real, sin pasado ni futuro, en un presente perpetuo.

“Arte para todos (...). El arte no se quedó entre cuatro paredes en colecciones privadas y museos. El cinetismo se incorporó a la arquitectura y, después, a la calle”, dice Revelo.
Agrega que Soto y Cruz-Diez le dieron un puesto a Venezuela en la historia del arte. “Jesús Soto abrió el camino, luego llegó Carlos y, después, la generación a la que pertenezco”.
Cruz-Diez no olvidaba a otro venezolano que consideraba uno de sus maestros: el escultor cinético Alejandro Otero.
La investigadora María Elena Huizi destaca su “pasión por la enseñanza”, en especial en su área: “la fenomenología del color”.
Su obra trascendió las cuatro paredes de un museo o una galería para dialogar con la arquitectura y el urbanismo.

Su obra trascendió las cuatro paredes de un museo o una galería para dialogar con la arquitectura y el urbanismo.

Foto:AFP

Humor y optimismo

“Siempre he creído en el disfrute de vivir, el humor, la risa”, decía Cruz-Diez, lo que demostró en el título de su autobiografía: Vivir en arte: Recuerdos de lo que me acuerdo.
Ravelo lo describe como “un hombre jovial”, siempre con “el humor a flor de piel”.
Cruz-Diez tuvo a su país presente pese a sus años en el extranjero.
Por ello, aunque reiteraba que era “artista” y no político o filósofo, no faltaron reflexiones sobre Venezuela. Optimista incorregible, envió un mensaje a los jóvenes en 2017, entre protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro que dejaron unos 125 muertos.
“Les ha tocado vivir una época extraordinaria, porque todo está obsoleto (...), hay que inventar la educación y crear un país de emprendedores, artistas e inventores (...), en fin, en Venezuela hay que inventarlo todo. ¡Qué maravilla!”, escribió en una carta abierta.
El artista, que tuvo tres hijos, fue presidente de la Fundación del Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz- Diez de Caracas y en el 2005 su familia creó la Cruz- Diez Foundation dedicada a la conservación de su legado.
Desde niño, en una fábrica de botellas artesanales que dirigía su padre, el color se reveló para Cruz-Diez como uno de los mayores descubrimientos para su vida.

Desde niño, en una fábrica de botellas artesanales que dirigía su padre, el color se reveló para Cruz-Diez como uno de los mayores descubrimientos para su vida.

Foto:AFP

AFP-Reuters/Caracas-París
Carlos Restrepo
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