Alejandra Borrero acaricia una pequeña muñeca de trapo blanca. Ese fue uno de los primeros símbolos con los que la reconocida actriz comenzó su batalla contra la violencia de género a través de su campaña ‘Ni con el pétalo de una rosa’. Primero fueron 300 muñecas, que servían como una especie de denuncia metafórica para transmitir historias de abuso.
Ahora van más de 1.500, y la campaña se convirtió en un festival, que este domingo empieza su cuarta edición. “La campaña, y todos los que trabajamos por estos temas, hemos logrado, primero, que se visibilicen y se empiecen a convertir en un imposible social. Eso es muy importante, que la gente empiece a sentir que la violencia no cabe dentro de la nueva Colombia que vamos a hacer”, cuenta Borrero.
La actriz también ha trabajado en proyectos de reconciliación como ‘Victus’, un laboratorio en el que participaron varios actores del conflicto, desde exguerrilleros y exparamilitares hasta víctimas y militares heridos en combate.
¿Por qué empezó en esta lucha por la igualdad de género?
A mí me impresiona mucho cuando la gente me pregunta: ¿por qué hace eso? Porque soy mujer, porque soy colombiana, porque he sufrido de violencia en mi país y porque quiero que esta situación cambie para otras mujeres. Creo que la fama y el poder que me han dado todos estos años de trabajo sirven maravillosamente para esta causa.
Digamos que fue casi que al azar, como pasan estas cosas mágicas. La primera obra que montamos se llamaba ‘A la sombra del volcán’ y hablaba sobre violencia y abuso sexual. Nos dimos cuenta del valor y el poder que tenía el arte para hablar de estos temas y empezamos a pensar en la campaña ya no solamente sobre ese asunto, sino sobre todas las violencias hacia las mujeres.
¿Cree que ha cambiado el panorama? ¿Ha mejorado en algo la situación?
Yo sí creo, no seguiría haciéndolo si no pensara que así es. Y puedo contar anécdotas de cada festival: el año pasado, una niña, después de escuchar la canción que habíamos escogido y que hablaba de los poderes de las mujeres, le preguntó a su madre: ‘Mamá, ¿es verdad que las mujeres tenemos poderes?’. La madre le respondió: ‘Claro que sí, solo piensa en el hecho de poder dar vida’. Y esa niñita se quedó tan impresionada de verse tan poderosa que ese tipo de cosas hacen que valga la pena siempre hacer el festival.
Pero, más allá de eso, creo que la sociedad colombiana y el mundo entero caminan lentamente, pero caminan, hacia la equidad, hacia un cambio drástico social alrededor de estos asuntos de violencia contra las mujeres.
¿Qué falta por hacer, no solo a los hombres sino a la sociedad?
Nos faltan muchas cosas; políticamente, por ejemplo, ya la ley es mucho más estricta; sin embargo, socialmente todavía somos permisivos con la violencia. Es un tema difícil, es aún difícil para todos los que trabajamos con estos asuntos; la gente pensaría que uno nunca más es violento, y no es así, es algo que se trabaja todos los días. Entonces, la invitación es a los hombres a que piensen qué tipo de hombre quieren ser y ser ese hombre, no el que les enseñaron a ser.
Usted viene de una experiencia muy fuerte de lo que puede ser esa ‘nueva Colombia’ con ‘Victus’, en donde trabajaron personas que estuvieron en todas las esquinas de la guerra...
Fue una experiencia increíble y transformadora para todos los que estuvimos. Hacer este proceso de reconciliación y de memoria de la guerra con gente tan disímil, con pensamientos tan diferentes en un mismo espacio, fue realmente alucinante. Creo que este proyecto es pionero en el mundo entero, creo que nunca se habían juntado todos los actores del conflicto, y tan rápidamente, porque es que acabamos de firmar la paz. Sin embargo, la importancia que tiene esto no es solo para ellos sino para todos los colombianos, por lo que la gente puede entender y ver de lo que ha pasado en la guerra; eso cambia totalmente el concepto que tenemos de esa guerra fratricida que hemos hecho entre hermanos. Así que lo que uno ve en ‘Victus’ es que somos hermanos y nos hemos matado absurdamente.
Es importante que el público también sienta igual de cercana esa experiencia...
El susto de ellos era eso, ¿cómo nos va a recibir el público si generalmente somos señalados todo el tiempo? Así que parte del trabajo del montaje era presentarlos de una manera digna y nunca generar una sensación donde pudieran ser señalados o donde pudieran ser morboseados de alguna forma. Este tema es tan brutal, tan doloroso y tan oscuro que hay presentarlo de una manera muy limpia, muy clara para que realmente uno pueda entender.
Las denuncias de abuso contra Harvey Weinstein y varias estrellas de Hollywood han generado un movimiento muy importante contra el abuso. ¿Eso podría servir para que cambie el trato hacia las mujeres?
Lo que nos muestra es la permisividad que tenemos socialmente con este asunto del acoso a las mujeres, que es algo de todos los días. Yo puedo decir que nunca, como actriz, fui acosada, que nunca en la vida nadie me dijo ‘O me lo da o no le doy el papel’. Pero supe de algunas actrices a las que les tocaron momentos incómodos con personas que tenían poder y podían tomar una determinación con respecto a sus carreras, y eso es pavoroso... Ojalá ayude para que la gente se dé cuenta de que realmente somos muy permisivos con ese tema.
Este domingo, con una ciclovía que parte del parque Nacional, se inicia la cuarta edición del festival Ni con el Pétalo de una Rosa.
En Casa E se presentarán obras teatrales como ‘Victus’, ‘Ofelia después de Hamlet’ y ‘Ella en Shakespeare’, y habrá una temporada de microdanza.
El 25 de noviembre se realizará el performance ‘Bailemos en la calle’ en la plaza Alfiles del centro comercial Gran Estación. Más informes en la página: http://www.casae.com/.
YHONATAN LOAIZA GRISALES
EL TIEMPO @YhoLoaiza
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